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Así se defienden de los robos y el vandalismo eCooltra, Zity o BiciMad

El servicio chino Ofo opera en Madrid desde el año pasado

Lucía Caballero

Al principio llamaban la atención por la novedad, pero a los pocos meses dejó de parecernos raro encontrar bicis amarillas aparcadas en todos los rincones de Madrid, tanto en espacios habilitados para ello como en lugares menos propicios. También empezó a ser fácil verlas, más que estacionadas, directamente abandonadas de cualquier forma en aceras, descampados y ríos, o guardadas en portales de edificios.

El servicio chino de bikesharingbikesharing Ofo —uno de la larga lista que ha conquistado las grandes ciudades de la geografía española— aterrizó en la capital a finales del año pasado, desplegando algo más de un centenar de velocípedos en tres de sus barrios (Las Tablas, Usera y Salamanca), en una fase de prueba que salió a pedir de boca.

Si bien su enorme éxito ha alentado a la empresa a diseminar desde entonces un ejército de bicis gualdas por prácticamente toda la urbe, así como por otras localidades patrias, ha anunciado que va a retirarlas temporalmente de los distritos de Usera, Carabanchel y Villaverde. La razón no es la falta de ciclistas, sino el mal uso. Los robos, el vandalismo y los clientes que se adueñan de los vehículos han llevado al gigante asiático a tomar esta decisión.

Estos problemas suponen, en realidad, un escollo común para todas las empresas de sharing, lo mismo da que hablemos de motos o bicicletas y de servicios públicos o privados. “Los actos vandálicos más comunes son los pinchazos de ruedas”, indican a HojadeRouter.com desde la EMT, encargada de gestionar desde 2016 el sistema de bicicletas eléctricas del Ayuntamiento de Madrid, BiciMad. Les siguen en frecuencia “otras actuaciones que se centran en la sustracción o arrancado de elementos como el timbre, sillín, los puños, el carenado o los faros”, añaden.

Las pintadas son otra de las gamberradas habituales, que también sufren las motocicletas. Aunque en la lista de desperfectos más frecuentes que nos pasa la compañía de motosharing española eCooltra ocupan el tercer lugar, por debajo de cascos robados y asientos rotos y solo por encima de las ruedas reventadas.

Elementos más robustos y piezas antirrobo

Los usuarios de las bicis compartidas en España cada vez tienen más donde elegir. De las mencionadas BiciMAD y Ofo a otros nombres como la danesa Donkey Republic o la singapurense oBike, el mercado no hace más que crecer. El modus operandi es prácticamente el mismo en todas ellas: el usuario paga a través de una aplicación por el tiempo que ha utilizado el vehículo.

La principal diferencia es que el sistema madrileño exige al cliente comprar una tarjeta y aparcar los vehículos únicamente en las estaciones habilitadas para ello. El resto de opciones responden a lo que se conoce como free-floating, de manera que permiten total libertad para recoger y abandonar las bicis, pues no disponen de lugares expresamente señalados para este fin. 

Aunque las bicicletas se encuentran a merced de los ciclistas, las empresas han introducido algunos elementos tanto en su diseño como en los mecanismos de localización para disminuir en lo posible tanto los actos vandálicos como los accidentes o el desgaste propios del uso. 

En todos los casos, compañías y clientes pueden ubicar los vehículos gracias al GPS que llevan incorporado. En 2017, Ofo cambió los cerrojos mecánicos por inteligentes e introdujo un material más sólido para las ruedasOfo cambió los cerrojos mecánicos. Su equipo trabaja actualmente en un prototipo aún más sofisticado, con radios menos numerosos y compactos, los cables de los frenos desaparecen a la vista al integrarse en un manillar fabricado en magnesio, en el que también se incrusta la luz. Las ruedas son clave, por lo que las del nuevo modelo chino están formadas por una única pieza sólida mucho más difícil de rajar o desinflar.

Desde la EMT destacan la importancia de la robustez de los distintos elementos de las estaciones —la torre del tótem y las plataformas son de acero—, de la incorporación de piezas antirrobo en las bicicletas —tuercas antivandálicas, luz frontal remachada y un cierre de seguridad en las baterías— y del sistema de anclajes. “Fruto de un trabajo de mejora, hemos logrado reducir los errores en los anclajes del 19 al 3 %”, advierten, para disminuir las posibilidades de que los vehículos queden desligados“.

Además, “tanto los radios como el manillar están reforzados respecto a los convencionales: los primeros son de 2,3 milímetros y la pared del segundo tiene un grosor extra”, indican desde la empresa de transporte madrileña.

El sistema de GPS también ha experimentado mejoras. Si al principio solo daba la posición de la bici al solicitársela, actualmente envía su localización periódicamente para tener más control sobre los movimientos de la flota. La herramienta “permite configurar alarmas en determinadas situaciones que son controladas, de manera constante e ininterrumpidamente, por el centro de control del servicio”, añaden en la EMT. 

Una vez identificada una bicicleta que necesita ser recuperada, las empresas de bikesharing se ponen en marcha para ir a recogerla. Disponen de mecanismos de comunicación para que los propios usuarios puedan reportar posibles problemas, como la presencia de un candado no autorizado, un aparcamiento indebido o una avería. Cuando se trata de un servicio público, cuentan con las manos extra de otras empresas de la Administración y de la Policía para buscar y recobrar el velocípedo.

Este tipo de medidas funcionan. Así lo revelan, al menos, los datos proporcionados por la Empresa Municipal de Transportes de la capital: si en 2015 desaparecieron un total de 656, en el 2017 se registraron solo 276 extravíos.

Sensores y sistemas antirrobo para disuadir a los vándalos

Las motos de eCooltra, así como de otras empresas como Movo, IoScootMuving o Coup, también están geolocalizadas y sus servicios funcionan, al igual que con las bicis, a través de una aplicación. Todas ellas disponen una batería extraíble, para que las compañías puedan recogerlas y cargarlas sin tener que llevarse todo el vehículo. Mientras que las startups del transporte colaborativo llevan a cabo la gestión de la flota, la fabricación corresponde a otras compañías como la china NIU (Movo), la española Torrot (Muving) y la alemana GOVECS (eCooltra).

Las motos están geolocalizadas en todo momento, independientemente de si están o no en la zona de actuación y de si tienen o no batería disponible”, nos explican desde el Grupo Cooltra. Aunque también tienen elementos reforzados, las principales medidas de seguridad en las scooters van encaminadas a evitar los hurtos tanto de las baterías como de los cascos y la propia moto.

Las de eCooltra disponen de dos sensores para evitar el robo del casco: uno que detecta que está en el interior del asiento y otro que registra que el sillín está cerrado. Por otro lado, “las baterías están bajo llave, que tienen nuestros swappers, los chicos que las cambian”, dicen sus responsables. Los vehículos incorporan asimismo un sistema de cierre inteligente antirrobo en el baúl que guarda el segundo casco, que “impide que los usuarios cierren la sesión sin haber dejado el casco en su interior”. Si la moto está apagada o fuera de servicio, se activará el bloqueo del caballete para impedir el movimiento.

Otro de los servicios de transporte compartido que puede encontrarse tanto en la capital como en otras ciudades españolas como Barcelona, Sevilla, Valencia o Bilbao es el carsharing. Bluemove, Emov, la pionera Car2Go o Zity —el operador de Renault y Ferrovial que comenzó su actividad en Madrid a principios de este año— son algunos de los nombres que integran el abanico de posibilidades para los usuarios.

“Los vehículos están monitorizados en tiempo real las 24 horas, ya que esta es la base del funcionamiento del servicio”, nos indican desde Zity, que ya supera los 10.000 clientes. Como en el caso de bicis y motos, todo el proceso de localización de un automóvil disponible, reserva y el cierre de sesión se gestiona a través de una aplicación en el teléfono. El equipo de operaciones, que se encarga de la limpieza, mantenimiento y recarga de los coches, dispone de alertas que avisan sobre “vehículos bajos de batería, accidentados o, incluso, vehículos cuya ubicación no se corresponde con un funcionamiento normal del servicio”, explican los responsables de Zity, cuya flota está formada por los modelos Zoe de Renault.

En cada viaje, el conductor puede comunicar posibles daños a través de la herramienta. Y debe hacerlo, pues ser acusado de producir desperfectos o hacer un mal uso del servicio puede salir caro: las empresas de carsharing ofrecen un seguro con franquicia de 500 euros, lo que quiere decir que todos los daños inferiores a esa cantidad corren a cargo del usuario. Una medida que posiblemente contribuya a que no sufran incidentes “fuera de lo esperable”, aseguran. Por eso, continúan, no es necesario incluir “desarrollos específicos” en los coches para evitar robos o actos vandálicos. Lo que sí ha salido a la luz, a pesar de las negativas de las empresas que ofrecen los servicios, es la costumbre de algunos clientes de guardar los vehículos en sus propios garajes.

A pesar de los altercados que continúan sufriendo, principalmente, bicicletas y motos, las compañías de transporte compartido no se amedrentan y siguen ofreciendo el servicio a sus miles de usuarios mientras trabajan para evitar, en lo posible, el vandalismo y los robos.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Kentaro IEMOTO, Mike Licht, EMT y eCooltra

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