Imaginar cómo será el futuro es, más allá de predicciones vacuas, todo un reto al alcance de muy pocos. Y si Elon Musk parece empeñado en ser uno de los arquitectos de ese día de mañana en el que las ciudades se llenarán de túneles por los que circularán coches eléctricos sin conductor y los cohetes harán viajes de ida y vuelta al espacio, ya hay quienes trabajan en el diseño de las ciudades de las próximas décadas.
Son insultantemente jóvenes (los 42 años de su líder parecen desafiar a octogenarios pesos pesados de la talla de Moneo y Foster), pero ya tienen entre manos proyectos de tal envergadura que parecen salidos de la mente de algún otro arquitecto megalómano: el estudio danés Bjarke Ingels Group (BIG), entre otras cosas, ya tiene decidido cómo habrá de ser el primer Hyperloop del mundo.
“Estamos ayudando a darle forma al futuro”, reconoce entusiasmado Jakob Lange, socio de BIG a cargo del proyecto que están llevado a cabo para la compañía Hyperloop One. “Algunas de las decisiones que tomamos son fundamentales, porque la configuración del sistema de hoy tendrá un gran impacto en el futuro”, explica a HojaDeRouter.com. “Es como si inventáramos la idea de volar. En unos años, la gente hablará de los inventores de Hyperloop y nosotros seremos parte de ese grupo”.
Lo cierto es que la importancia de los primeros Hyperloop que transporten pasajeros a más de 1.000 kilómetros por hora (lo que supondría ir de Madrid a Barcelona en 30 minutos y de la Ciudad Condal a París en menos de 60) va mucho más allá de su diseño. No en vano, viajar a esas velocidades no solo cambiará el aspecto de las ciudades, sino también su tamaño.
“Según la constante de Marchetti, para cualquier distancia de desplazamiento, el límite de una ciudad está básicamente a media hora de trayecto”, plantea Lange. Para entendernos, las urbes solo pueden ser tan grandes como lo permita la tecnología de transporte para atravesarlas en 30 minutos. Así, la velocidad de Hyperloop podría hacer crecer las ciudades en hasta 600 kilómetros a la redonda (donde haya espacio para ello) o, al menos, dar la posibilidad a los ciudadanos de vivir en un lugar distinto a aquel en que trabajan o pasar del campo al centro de una urbe en solo media hora.
Para encajar este revolucionario sistema de transporte en una ciudad al uso, el estudio de arquitectura fundado por Bjarke Ingels (“lo más cercano que hay en la disciplina a una estrella de rock”, según la revista Wired) ha diseñado para Hyperloop One tanto los vagones como las paradas que la compañía instalará en Dubái para que se estrene un trayecto pionero en la Expo 2020.
“En el Hyperloop One estamos intentando eliminar los tiempos de espera”, advierte Lange. “Así que, como es una estación que usas solo para subirte pero en la que no tienes que esperar, ¿necesitas siquiera una estación?”, plantea el arquitecto. De hecho, las del Hyperloop One no serán denominadas estaciones ni paradas: en BIG prefieren hablar de “portales”. En realidad, se trata de una galería acristalada que servirá simplemente de lugar de paso, un vano de entrada a los vagones.
Mirando incluso más allá, desde BIG plantean la posibilidad de extender el Hyperloop a un sistema de transporte mucho más complejo y extenso que un tren de alta velocidad. Unas cápsulas autónomas (creadas para viajar por carretera) recogerían a los viajeros en cualquier punto de la ciudad para llevarlos hasta su portal, desde el que podrían acceder al vagón que les corresponda en el Hyperloop que les transportará hasta su destino final a toda mecha.
“No solo queríamos crear un transporte hiperrápido, sino también resolver el problema que hace que siempre que viajes tengas que cambiar de medio de transporte, cuando lo que querrías es que te recogieran en la puerta de casa y que te llevaran a tu destino sin cambiar”, explica Lange.
De esta forma, el sistema completo sería capaz de abarcar toda una urbe para llevar a los pasajeros hasta esos vagones (o “vainas”, según la terminología que usa BIG) con una capacidad de hasta seis pasajeros y con distintos diseños según el objetivo del viaje o el grupo de personas que lo realicen. “Hay que pensar en todo ello antes de ponerte a diseñar; estamos inventando desde cero”, recuerda Lange.
El principal desafío a la hora de diseñar este sistema es, precisamente, que no existe. “Está constantemente cambiando. Cuando normalmente nosotros tenemos muy claro lo que estamos diseñando, ahora tenemos que adaptar los diseños constantemente”, explica el danés. “No es solo un diseño bonito, es una solución de ingeniería pura”, sentencia.
Los señalados por Google
Además de tener entre manos un proyecto que bebe de una de las creaciones más revolucionarias de Elon Musk o el diseño de la torre que ocupará parte del espacio en el que antes estaban situadas las Torres Gemelas (la futura Two World Trade Centre, esperada también para 2020), el equipo de Ingels fue elegido por la todopoderosa Google para diseñar la ampliación de su sede en Mountain View, California.
El proyecto, que fue presentado a comienzos de año a las autoridades locales, será el primero construido específicamente para la multinacional y ha sido bautizado como Google Charleston East. “El diseño de Charleston East incluye una gran marquesina que regula el clima interior, la calidad del aire y el sonido y está compuesto por elementos que se pueden reorganizar como sea necesario”, explica el documento.
Con espacios comunes a nivel del suelo y oficinas en una primera altura, la sede de Google tendrá el aspecto de una tienda de campaña gigante coronada de placas solares. Un hangar pensado para que la compañía tenga espacio suficiente para seguir innovando, tal y como plantean desde BIG, el estudio danés que ha conquistado Mountain View, que levantará un símbolo en Nueva York y que ya ha pensado cómo serán las ciudades del futuro, Hyperloop mediante.
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Las imágenes de este artículo son propiedad de BIG