Kate Sicchio baila sin preparar sus coreografías. Lo hace en escenarios grises y decorados solo por una pantalla y un proyector que refleja sobre el suelo cada uno de sus pasos de baile. Ahora extiende su pierna derecha, después salta sobre la izquierda. Ahora columpia esa pierna derecha, una y otra vez. Sigue órdenes que han sido programadas con un ordenador.
Los movimientos que haría habitualmente son reemplazados por los que determina el código informático. Entre orden y orden tiene espacio para improvisar y adelantarse a la siguiente decisión. Pero, como explica la bailarina a HojaDeRouter.com, lo más importante es saber interpretar el código que 'hackea' sus próximos movimientos. Una interpretación que, a su vez, también 'hackea' el código.
Para esta artista inglesa, ha llegado el momento de que el arte y la tecnología se encuentren en un proyecto, en colaboración con el artista Nick Rothwell, que ha llamado ‘Hacking Choreography 2.0’. ¿Acaso no es la programación un arte en sí misma? Sí, especialmente la codificación en vivo que el proyecto TOPLAP inspiró a esta artista. Según explica Sicchio, uno de los puntos del manifiesto reivindica que el código sea visible. Por eso, cuando interpreta, el público ve ese código y lee los cambios al mismo tiempo que la propia bailarina.
Que la tecnología cambie a la danza
Por un lado su objetivo es poner en evidencia las diferencias y similitudes entre los seres humanos y los ordenadores. Por otro, pretende que la tecnología cambie la danza y al bailarín que se mueve delante de una cámara, creando una representación visual ligada a las órdenes del código.
Sicchio siempre ha visto necesario que la coreografía experimente con otros ámbitos, y su idea se hizo más fuerte cuando se vio obligada, durante una actuación, a cambiar los pasos sobre la marcha por problemas de coordinación entre bailarines. La experiencia, aunque caótica al principio, le gustó.
Desde entonces estudió la forma de repetirla y pensó que generar código en directo sería emocionante, aunque partiera de unas pautas predeterminadas. Sin embargo, reconoce que empezó a mezclar la danza y la tecnología desde que estudiaba en la facultad de arte. Allí hizo sus primeros experimentos, al menos con el ámbito multimedia.
A veces acompaña sus coreografías con vídeos, que se generan como resultado de su baile. Para ello, la bailarina utiliza sensores que monitorizan patrones como su respiración, de forma que la composición de la música cambia en base a sus reacciones mientras danza.
Una cuestión de conexión
A Sicchio le resulta difícil de explicar de dónde viene su amor por la danza y la tecnología. La pasión por la primera le sale de dentro, como un sentimiento que está en su cuerpo y que se materializa cuando empieza a moverse. “Me hace sentir viva”. Su interés por la tecnología nace de su utilidad: “puede conectar a la gente, y al igual que la danza, se trata de un ámbito que ayuda a la comunicación”. La bailarina entiende ambas facetas como necesarias para expresarse libremente.
Según Sicchio, la programación es arte, un camino para explorar cosas nuevas y que hace que cualquiera vea algo de forma completamente diferente a otra persona. De ahí que los bailarines interpreten el código que ven de distinta forma y nazca cada vez una coreografía nueva.
Aún hay desafíos. Sicchio sabe que lo más difícil es hacer que los propios bailarines dancen pegados a la tecnología sin miedo a que sus cuerpos “dejen de estar vivos”. Porque los cuerpos vivos tienen mucho que aportar a la forma en que “pensamos y descubrimos la tecnología”.
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Las imágenes utilizadas para este artículo han sido cedidas a HojadeRouter.com por Kate Sicchio