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La fábrica de genios de la robótica del multimillonario que ayudó a crear Google

PR2, el robot de código abierto que Willow Garage puso de moda

Cristina Sánchez

Hace una década, un respetado millonario y emprendedor de Silicon Valley se marcó el ambicioso objetivo de revolucionar la robótica. Scott Hassan había trabajado codo con codo con Larry Page y Sergey Brin, los fundadores de Google, en la Universidad de Stanford. Este informático escribió parte del código original del buscador, mientras Sergey, a su lado, le sacaba los fallos. Los padres de Google reconocieron en el artículo donde explicaron su invento en 1998 que Hassan había sido “fundamental para el desarrollo”.

Aquella no fue la única hazaña de este excéntrico amante de la robótica que le llevó a amasar una fortuna. También creó por entonces eGroups, una web para gestionar una lista de correos electrónicos que Yahoo compró por la friolera de 432 millones de dólares (unos 614 millones de euros actuales teniendo en cuenta la inflación). También fue uno de los primeros desarrolladores de AlexaAlexa, la famosa plataforma que elabora clasificaciones de las webs más visitadas.

Sin embargo, tras visitar una fábrica de Toyota y quedar impresionado por la destreza de un robot industrial, se convenció de que serían los autómatas los que de veras cambiarían nuestras vidas. Al fin y al cabo, hace diez años las primeras Roombas primeras Roombasfiguraban entre los escasos robots encargados de las tareas domésticas y Boston Dynamics sorprendía al crear su primer cuadrópedo robótico capaz de correr.

Se dio cuenta entonces de que en Estados Unidos faltaban proyectos para crear humanoides que nos echaran un cable. “Si no hay mercado, no hay inversión; si no hay inversión, no hay nadie trabajando en ello, así que no tenemos robots”, resumía hace unos años recordando su meta. Así que decidió rascarse el bolsillo y ponerse manos a la obra para concebir un lugar que uniera a expertos en ‘hardware’ y ‘software’ con el fin de solventar esas carencias.

Hassan compró unas oficinas en la calle Willow Road de Menlo Park y, siguiendo la tradición de los emprendedores que moldean el futuro desde una cochera, llamó a su proyecto Willow Garage Willow Garage. Aunque este laboratorio de robótica al margen del ámbito universitario ya ha desaparecido, su legado se mantiene. Según ha afirmado una de las investigadoras que pasó por allí, incluso será considerado en el futuro como el Xerox PARC —el centro que sentó las bases de los ordenadores personales, de los iconos al ratón— del campo de la robótica.

Humanoides ‘open source’, el sueño de un millonario

Impacta primero y retorna el capital después”. Aunque Willow Garage pretendía que sus avances fueran rápidos como cualquier otra compañía de Silicon Valley, su fundador intentó desde un primer momento conciliarlo con ese lema. “Willow Garage se creó como una empresa diferente a una típica ‘startup’. Era un ‘think tank', una incubadora, un centro de I+D”, enumera Steve Cousins,Steve Cousins antiguo CEO de la organización.

Cousins había trabajado precisamente en Xerox PARC en los 90, además de en el centro en el que se reconvirtió, el Palo Alto Research Center. También había sido investigador en la Universidad de Washington, donde contrató a Hassan como becario.

Así que, cuando años después el excéntrico millonario le pidió sumarse a la aventura, no lo dudó. “Era una oportunidad de ser CEO y crear algo nuevo y diferente. Estábamos centrados en la tecnología autónoma primero, pero pronto descubrimos que la comunidad de robótica tenía la gente que necesitábamos para hacer progresos”, rememora Cousins, al frente ahora de Savioke, otra empresa del sector.

Convencidos de que la robótica personal sería “el próximo gran avance”, decidieron centrarse en el desarrollo de autómatas. Además, optaron porque la programación de sus robots fuera ‘open source’. “Scott estaba apasionado por hacerlo uno de los pilares de Willow Garage. El ‘software’ de código abierto exitoso siempre tiene una comunidad detrás”, señala Cousins.

La Universidad de Stanford, en la que Hassan había coincidido con los fundadores de Google, había puesto en marcha por entonces un programa para desarrollar autómatas con la misma premisa. Willow Garage tomó esos esfuerzos como punto de partida para trabajar en ROS (Robotic Operating System), una colección de herramientas para crear ‘software’ de robótica robusto, desde su oficina.

Con ayuda de investigadores externos y de los becarios que pasaban por Willow Garage, ROS avanzó notablemente y lo implementaron en sus humanoides PR2. Hassan presentó al público estos robots de 200 kilos, capaces de desplazarse por la oficina, enchufarse a sí mismosenchufarse a sí mismos e incluso doblar toallas en 2010. Entonces desgranó sus planes de futuro: impulsar la robótica para crear una auténtica industria. “No intentamos controlarlo”, aseguraba Hassan. “No queremos frenarlo, queremos acelerarlo, queremos poner los pedales para que esto ocurra y yo quiero que esto ocurra durante mi vida”.

Un parque infantil para los expertos en robótica

Willow Garage comenzó a invitar a los mejores estudiantes de posgrado en robótica de todo el mundo a realizar prácticas en su sede. Al fin y al cabo, ¿quién no querría trabajar en una oficina llena de humanoides que hasta saben doblar calcetinessaben doblar calcetines? Los estudiantes jugaban con los PR2 y, con el tiempo, los autómatas aprendieron a hacer la colada, jugar al billar jugar al billar o coger una cerveza del frigorífico para proporcionársela a sus artífices. También crearon TurtleBot, un robot ideal para transportar enseres.

Cuando acababan las prácticas, se llevaban el ‘software’ ROS de vuelta a su universidad e “infectaban sus laboratorios”. “Eso ayudó a Willow Garage a poner cien años de esfuerzos de ingeniería en ROS, haciéndolo rápidamente el ‘software’ de robótica más maduro disponible”, afirma Cousins. Más de 130 becarios o investigadores visitantes pasaron por Willow Road.

Hassan fue tan generoso que incluso proporcionó una docena de humanoides, cada uno con un coste de 400.000 dólares (378.000 euros), a diferentes universidades de todo el mundodiferentes universidades de todo el mundo. Aún hoy muchos investigadores siguen haciendo más hábil a este robot de código abierto al servicio de la investigación. El año pasado un PR2 aprendió a cocinar tortitas leyendo la receta de internet, gracias a un proyecto de varias universidades europeas, y este mismo verano ha logrado coger los objetos más difíciles de agarrar en la Universidad de Washington.

Algunos de los estudiantes más afortunados lograban quedarse en Willow Garage. “Adoptamos un proceso de contratación muy estricto desde el principio y dije no a muy buenos candidatos con el fin de asegurarme de que teníamos un equipo de muy alta calidad”, defiende Cousins. Eso sí, los nuevos empleados tenían recompensa: Hassan organizaba para ellos actividades especiales, como paracaidismo, patinaje sobre hielo o incluso un vuelo de gravedad cero que él mismo disfrutó.

Pese a todos los éxitos, este “parque de juegos” para los investigadores, como lo definió uno de los que pasó por allí, no daba beneficios. Hassan financiaba con 20 millones de dólares anuales (unos 19 millones de euros) su criatura, pero se dio cuenta de que aún quedaba camino por recorrer hasta que los carísimos robots personales llegaran a nuestros hogares. Nadie podía permitirse un PR2, y por el momento este robot universitario solo servía para realizar avances en robótica.

Sin embargo, este laboratorio de robótica no pereció con su cierre. Lo que hizo Hassan fue dejar la diversión a un lado para crear proyectos rentables a corto plazo. “Willow Garage tuvo en realidad un ritmo perfecto”, señala Cousins. “Acabó porque completó exitosamente su misión a ojos de Scott, y él sentía que iba a tener el mejor ‘segundo acto’ sacando a la gente para que fundara nuevas empresas, que es lo que pasó en muchos casos”.

Robots de telepresencia o sirvientes, la herencia

Una pantalla provista de una suerte de carrito capaz de transportarnos a un lugar lejano sin movernos del sofá: así es Beam, el robot de telepresencia gestado en Willow Garage que se ha convertido en el nuevo entretenimiento de Scott Hassan. El millonario comenzó a absorber gran parte de Willow Garage en 2013, unos meses antes de poner punto y final a la incubadora.

Reconociendo que había sido demasiado optimista y los robots autónomos personales no eran tan fáciles de perfeccionar, decidió centrar sus esfuerzos en Beam, que ha conocido hasta a Obama y ayuda a Edward Snowdenha conocido hasta a Obamaayuda a Edward Snowden a superar su aislamiento forzoso. Fundó para ello Suitable Technologies, empresa en la que Hassan sigue trabajando para que el término “aquí” deje de tener sentido. Un ingeniero cuadrapléjico que comenzó a colaborar con Willow Garage utiliza ya un Beam para transportarse a donde no puede, mientras que el teletrabajo o el teleturismo son otras de las posibles aplicaciones a corto o medio plazo.

Willow Garage acabó troceándose en otras siete empresas derivadas o ‘spin-offs’. Dos de ellas, Industrial Perception, una ‘startup’ que desarrollaba sistemas de visión artificial para camiones, y Redwood Robotics, una colaboración entre Willow Garage y otras empresas para desarrollar humanoides, fueron adquiridas por Googleadquiridas por Google.

Open Source Robotics Foundation, una organización sin ánimo de lucro que promueve la adopción de ‘software’ de código abierto para la investigación en robótica —ROS incluido—, también sigue en activo. El resto fueron desapareciendo.

Más allá de las ‘spin-offs’, muchos de los investigadores que han estado en las filas de Willow Garage montaron sus propias empresas de robótica. Fetch Robotics, dirigida por una de las primeras ingenieras de Willow Garage, ha cerrado rondas de financiación por valor de 23 millones de dólares (21 millones de euros).

El propio Cousins fundó Savioke y se llevó a varios ingenieros del centro para dar vida a Relay. Este autómata provisto de ojos es todo un profesional de la hostelería: circula con destreza por los pasillos de un hotel, sabe montar en ascensor y entrega comida, toallas u otros objetos a los clientes en su propia habitación. El año pasado, los hoteles de Silicon Valley empezaron a comprarlos y en la actualidad sus robots ya han hecho más de 50.000 entregas.

Mirza Shah, otro de los ingenieros del famoso laboratorio, es uno de los padres de Tally, un robot que recorre los pasillos de un supermercado para colaborar con los reponedores humanos. Gracias a ROS han tardado 18 meses en desarrollar el robot, pero Shah ha estimado que sin él habrían tardado 22 años en hacerlo. De hecho, muchos autómatas hoy en día siguen desarrollándose sobre esta base nacida en Willow Garagesiguen desarrollándose sobre esta base nacida en Willow Garage.

Otros extrabajadores desarrollan hoy su labor en Boston Dynamics o Project Tango, el sistema de realidad aumentada de Google. Además, Hassan fue uno de los primeros en invertir primeros en invertiren la misteriosa ‘startup’ de realidad virtual Magic Leap, que ya ha recibido más de 1.400 millones de dólares (1.300 millones de euros) en inversión.

¿Ha generado realmente Willow Garage un caldo de cultivo similar al de la revolucionaria Xerox PARC o es una comparación exagerada teniendo en cuenta que no alcanzaron sus objetivos iniciales? “Hay diferencias, por supuesto, pero ambos lugares hicieron avances pioneros significativos en sus campos y estoy feliz de haber trabajado en ambos sitios”, sentencia Cousins.

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Las imágenes son propiedad de Willow Garage (1, 2 y 3) y Savioke (4)

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