Cada vez que borramos un archivo de nuestro ordenador, como si fuera arte de magia, se esfuma obedientemente de la pantalla. Sin embargo, no todo es lo que parece: por un lado, apenas hay cambios en el equipo cuando lo hacemos y, por otro, como es lógico, no hay ilusionismo alguno detrás de este proceso.
Para empezar, cuando guardamos un documento en un disco duro tradicional, lo que hacemos en realidad es ocupar una serie de bloques (cada uno de ellos tiene unos 4 'kilobytes') enlazados entre sí. Pasado el tiempo, cuando decidimos acabar con él y le ordenamos al equipo que lo elimine, en realidad no se borra absolutamente nada.
Lo que sucede es bien distinto: “Cuando borramos un fichero, nos vamos al primer bloque y hacemos una marca indicando que ese archivo ya no está disponible”, explica el desarrollador y ‘maker’ Miguel Ángel López. Además, la tabla a la que recurre el sistema para conocer la ubicación exacta de un documento cambia. El primer carácter del nombre del fichero se modifica, y así pasa a estar perdido para el equipo. De esta forma, el proceso de borrado solo se ha llevado a cabo a ojos del sistema operativo, que será incapaz de volver a encontrarlo (al menos, sin la ayuda de un 'software' de recuperación).
Sin embargo, los datos siguen ahí, ocupando los bloques. Pero la marca que tiene el primero de ellos sirve, además, para que el equipo sepa que están disponibles. “Así, cuando vayamos a copiar otro fichero, si esos bloques se ajustaran al nuevo que queremos guardar, los utilizaríamos”, explica López.
Será entonces cuando la eliminación del archivo original se haga efectiva: los datos desaparecerán y, en su lugar, se grabarán los del nuevo archivo. De hecho, el borrado de la información podría ser parcial. Si acabamos con un archivo de, por ejemplo, dos 'gigas', y el equipo usa su espacio para guardar algo de solo un 'giga', los demás bloques permanecerán intactos.
Sobrescribe que algo queda
Puede que ni tan siquiera tras todo ese proceso se elimine de forma definitiva un archivo. Aunque no es lo que sucede, por ejemplo, en una memoria SD, los clásicos discos duros magnéticos sí pueden llegar a necesitar varias sobrescrituras para que cualquier rastro del fichero eliminado se esfume por completo.
“Aunque no con ‘software’, sino por características del ‘hardware’, podríamos ver qué magnetismo tiene el disco, ya que se queda una pequeña marca de con la que pueden obtenerse los datos que había antes”, explica el desarrollador.
Aun así, mejor no confiar en la recuperación de algo que ha sido eliminado y sobre lo que ya se han grabado otros archivos. Al fin y al cabo, rescatar los datos de un disco duro a partir de las marcas del magnetismo es, por su complejidad, algo que está al alcance de unos pocos (entre los que se encuentran, claro está, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado).
Los que tienen capacidad para ello lo hacen a base de resonancias magnéticas del disco duro, que permiten ir reconstruyendo lo borrado. Por ejemplo, en el caso de que se lleve a cabo el formateo de todo un disco a través de la técnica llamada ‘zero filling’ (que consiste en sustituir todos los bits del dispositivo grabados como un 1 por un 0), la policía podría recomponer los datos eliminados.
El funcionamiento magnético de un disco no es perfecto y, si se indican los ceros y los unos con una señal horizontal o vertical respectivamente, al convertir todos los bits de información en ceros las señales no quedan exactamente iguales: las que vienen, por ejemplo, de la posición vertical pueden quedar con una leve inclinación. Suficientemente horizontales como para que el equipo las interprete como un 0 pero con la pendiente necesaria como para que los expertos sepan que ahí había un 1.
Así, más allá de la destrucción física de los discos, la mejor forma de eliminar por completo un archivo es escribiendo otros en su lugar. De hecho, existe un sinfín de herramientas de ‘software’ que ofrecen eliminar por completo tus ficheros: “Algunos te los borran reescribiendo hasta 35 veces, según la paranoia que tengas”, indica Miguel Ángel.
Donde no se elimina absolutamente nada es en la famosa Papelera de reciclaje de Windows. Enviar algo a ese directorio no es más que cambiar un archivo de carpeta, modificar su ubicación para que el propio usuario recuerde que quiere acabar con su existencia pero sin llegar a hacerlo. “Windows sabe que es un archivo que está en la papelera y sabe que tiene que tratarlo de forma diferente, pero a nivel de disco duro no hay ningún cambio”, resume López.
Lo que pasa cuando borras un archivo de tu ordenador no es arte de magia, pero tampoco es un proceso infalible. En realidad, puede pasar bastante tiempo hasta que puedas afirmar rotundamente que has eliminado un fichero.
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