Un vestido impreso en 3D y sin tallas con el que de verdad saldrías a la calle

Encontrar en una tienda un vestido negro de corte recto y que se ciña al cuerpo de la futura dueña no tiene nada de particular. Pero que la prenda en cuestión esté compuesta por hexágonos de poliuretano, que se estire y encoja para adaptarse a la perfección a cualquier figura o que haya sido impresa en 3D es bastante más innovador.

Una diseñadora industrial estadounidense ha creado recientemente ese peculiar atuendo al que ha puesto por nombre Loom. “Espero poder contribuir al futuro de la moda”, ha defendido María Alejandra Mora-Sanchez.María Alejandra Mora-Sanchez Actualmente, está realizando una beca en Cosine Additive, una empresa asentada en Houston dedicada a la fabricación de impresoras 3D de gran tamaño y que, además, ofrece servicios de impresión.

En realidad, Mora-Sanchez no es la primera en pretender que llevemos puestas prendas creadas por fabricación aditiva: desde hace tiempo, han pasado por las pasarelas diseños futuristas e imposibles creados por esta técnica, con formas geométricas como protagonistas.

En 2013, el trío de artistas threeASFOUR presentó en el Museo Judío de Nueva York una colección de vestidos impresos en 3D. Entre ellos, se encontraba uno plagado de burbujas blancas tridimensionales con el que la modelo, que parecía salida de un baño de espuma, no podía ni sentarse.

El año pasado, estos artistas presentaron otros dos vestidos confeccionados dos vestidos confeccionadosen colaboración con el gigante de la impresión 3D Stratasys. Uno de ellos, llamado Pangolin y similar a una armadura con escamas, ha sido diseñado con un algoritmo que simula la división celular. Un total de 10 impresoras tardaron 500 horas en fabricar esta rígida prenda que tal vez gustaría a Daenerys Targaryen.

La diseñadora Noa Raviv, por su parte, también colaboró con Stratasys para presentar una colección de complejas prendas que hacían parecer esculturas a los modelos. Hasta la famosa bailarina de burlesque Dita von Teese lució hace unos años un vestido negro, semitransparente e impreso en 3D inspirado en la sucesión de Fibonacci (en la que cada término es la suma de los dos anteriores y que está presente en la naturaleza) y digno de formar parte del vestuario de alguna malvada de Disney.

Aunque no se puede negar la originalidad y el laborioso proceso de creación de estas prendas, probablemente los ciudadanos de a pie no llevaríamos (al menos de momento) esos incómodos y extraños diseños que parecen inspirados en películas de ciencia ficción.

De hecho, como tantas otras veces en el mundo de los desfiles de moda, esa no tenía por qué ser la intención de sus creadores. Sin ir más lejos, los responsables de threeASFOUR explicaban que su intención era demostrar las posibilidades que “se despliegan de la intersección de la moda, el diseño y la tecnología”.

Prendas impresas en 3D para que puedas moverte

Estudiando en Milán, una de las capitales de la moda por excelencia, la diseñadora Alejandra Mora Sánchez se preguntó si, además de colecciones de alta costura, se podrían fabricar en masa otro estilo de ropa por medio de la impresión 3D. “Las empresas de fabricación y moda están principalmente enfocadas en accesorios o piezas conceptuales esculturales, pero no son prendas que sean cómodas o se adapten al cuerpo humano”, señala esta diseñadora.

Por eso, se marcó el objetivo de diseñar una que cumpliera con esos requisitos. Así que exploró diferentes materiales, diseños y técnicas de impresión 3D, además de investigar los cambios que pueden producirse en el cuerpo de una mujer, por ejemplo durante el embarazo. “Me di cuenta de que los componentes mecánicos no eran prácticos para ser vestibles y que los mecanismos funcionales deben ser incorporados con el diseño integral del patrón textil”, ha descrito ella misma.

Tras un tiempo de pruebas, acabó decantándose por utilizar poliuretano termoplásticopoliuretano termoplástico, un material caracterizado por su alta resistencia a la abrasión y a las bajas temperaturas y su elasticidad. Después, imprimió el diseño con la tecnología de fabricación con filamento fundido en una AM1, la gran impresora de Cosine Additive.

El resultado es Loom, ese vestido que no requiere demasiada inversión en materiales (según asegura, el coste ha sido de 60 dólares, 51 euros al cambio actual) y que “se adapta a todos los tipos de cuerpo y a los cambios en el cuerpo”, permitiendo gran libertad de movimientos. El diseño ha gustado al jurado de los prestigiosos premios de diseño Red Dot Award,Red Dot Award que entregarán a Loom un galardón en la categoría de diseño de concepto en la ceremonia que se celebrará en octubre.

¿Impresoras 3D o máquinas de tejer digitales?

Más allá de esta joven y premiada diseñadora, muchos otros creadores están intentando, de diferentes formas, unir impresión 3D y moda con prendas que los más atrevidos podrían ya ponerse, alejándose de las creaciones más rígidas y futuristas.

Por ejemplo, el estudio de fabricación digital Nervous System Nervous System presentó el año pasado un vestido formado por 1.600 pétalos que presentaron el año pasado. Usando su propia técnica para lograr el plástico se mueva como un tejido, crearon un atuendo con un diseño más tradicional y evitaron que fuera transparente. Aunque su coste es muy elevado (3.000 dólares, 2.554 euros), el objetivo final de los responsables de este estudio es encontrar la forma de integrar la tecnología en la ropa cotidiana.

La diseñadora Danit Peleg demostró hace unos años que podía crear e imprimir cinco prendas con una impresora 3D casera y filamento elástico, consiguiendo un ‘tejido’ similar al encaje. Hace unos meses, lanzó una chaqueta ‘bomber’ similar a las que están de moda y que se puede personalizar. Sin embargo, el tiempo de impresión (100 horas) ha hecho que solo lance una edición limitada de 100 chaquetas que cuestan la friolera de 1.500 dólares (1.200 euros).

La idea del español Gerard Rubio es diferente a las anteriores. En lugar de vender las prendas o crear una nueva impresora 3D de fabricación aditiva, la ‘startup’ Kniterate de la que es cofundador ha desarrollado una máquina de tejer que permite hacer ropa a partir de archivos digitales. máquina de tejer

Recientemente, Kniterate lanzó una campaña en Kickstarter que fue todo un éxito: recaudaron más de 636.000 euros para fabricar estas máquinas, cuyas prendas podremos diseñar y compartir como hace la comunidad de entusiastas de la impresión 3D.

Así que el premiado vestido de la joven diseñadora María Alejandra Mora Sánchez viene a sumarse a los proyectos que tratan de llevar la impresión 3D a nuestro armario, demostrando que es posible crear una prenda que nos permita movernos sin problemas (y sin sentirnos demasiado extravagantes). Ahora bien, por el momento se trata de un diseño que no ha llegado al mercado, así que habrá que esperar para ver si realmente presumimos de llevar materiales impresos en 3D sobre la piel.

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Las imágenes son propiedad Brian Vogel (Cosine Additive, 1 y 2) y Nervous System (4).