¿Empleos en peligro de extinción? “No veo peligrar mi puesto por las máquinas”
Los informes avisan: los robots van a quedarse con una buena parte de los trabajos que desempeñamos actualmente los humanos. Y aunque los números bailan en función del estudio (mientras algunas fuentes dicen que un 12 % de los empleos están en riesgo otros elevan la cifra hasta el 43 %) y los expertos recomiendan calma, ya hay algunos robots sustitutos que se encuentran entre nosotros. No tienen un aspecto humanoide ni dan los buenos días, pero en gasolineras, cadenas de comida rápida, supermercados e incluso en la Administración, distintas máquinas y ordenadores trabajan codo a codo con los empleados, desempeñando en muchas ocasiones sus mismas funciones.
En la mayoría de los casos, el tipo de labores que realizan son tareas repetitivas para las que no hace falta formación superior: cobrar el importe de una compra o de la gasolina, anotar un pedido o incluso gestionar ciertas solicitudes en los organismos públicos. Y aunque en un principio esto debería ser motivo de preocupación para las personas que trabajan junto a ellos, muchas creen que su sustitución no está tan cerca como podría parecer.
Nuria, una joven de 24 años, trabajó en el Ikea de Zaragoza como cajera, tanto en las cajas tradicionales como en las de autoservicio. Cuando estaba asignada a estas últimas, su labor consistía en explicar su manejo, ayudar al cliente durante el proceso de pago, solucionar posibles dificultades y verificar que el proceso de cobro se estuviera efectuando de forma correcta. Y aunque la presencia de estas máquinas podría parecer una amenaza para su trabajo, la joven nunca pensó que el empleo de las cajeras pasaría a mejor vida.
“En ningún momento vi peligrar mi puesto de trabajo, ya que los clientes normalmente preferían las cajas habituales a las cajas autoservicio”, explica a HojaDeRouter.com. “Algunas personas no se detenían a leer lo que se les indicaba y constantemente preguntaban a la cajera el proceso de pago de su compra”, recuerda.
Ana (nombre ficticio), una chica de 23 años que trabajó durante un tiempo en Decathlon, tampoco cree que este tipo de máquinas vaya a destruir puestos de trabajo. Al menos, no por ahora. “No creo que vayan a sustituir completamente a los humanos, ya que en la mayoría de las tiendas tienen bastante en cuenta el trato con el cliente. Por ejemplo, en Decathlon teníamos que decir ‘buenos días’ con una sonrisa cada vez que uno entraba”, rememora.
Sin embargo, sí considera que el objetivo es reducir, con el tiempo, el número de personas que trabajan en la caja. “Quizá los empleados no lleguen a desaparecer del todo en tiendas pequeñas, pero en grandes superficies pienso que habrá cada vez menos gracias a este método”, se lamenta.
Una experiencia repetida
Marta tiene 23 años, es de Barcelona y ha trabajado en distintas cadenas de comida rápida, entre ellas McDonald's, donde hay máquinas en las que el cliente puede realizar el pedido y pagarlo sin necesidad de interactuar con un empleado. Al igual que las demás entrevistadas, nunca vio peligrar su puesto de trabajo a pesar de compartir local y funciones con las máquinas. “Nunca he pensado en mi experiencia en el McDonald's que las máquinas fueran a acabar con los empleados”, responde. “A lo mejor en un futuro muy futuro sí que podrían disminuir, pero ahora mismo nos iba muy bien que la gente fuera a las máquinas”.
En su opinión, la presencia de los aparatos suponía una ayuda para el desempeño de sus propias labores. “Al principio había cinco máquinas y luego pusieron cinco más para hacer los pedidos. Nosotros, en cambio, éramos las mismas personas, pero trabajabas mejor porque ibas más rápido”, añade.
Por suerte para los empleados, todas las jóvenes coinciden en que, aunque hay una parte de los compradores que se lanza a utilizarlas, otro gran porcentaje las encuentra complicadas o, simplemente, prefiere que su cajera siguiera siendo humana. “Generalmente las cajas automáticas no gustaban mucho porque eran difíciles de utilizar: [en Decathlon] las alarmas solo podía quitarlas un empleado y además solo podía pagarse con tarjeta, y muchos de los clientes pasaban toda su compra y se daban cuenta en el último momento, así que al final entorpecían bastante el trabajo”, recuerda Ana.
“Podría decirte que casi hay tantas opiniones como clientes”, apunta por su parte Nuria. “A algunos les parecía muy cómodo y rápido, mientras que otros comentaban que era un proceso lento”. Además, según la exempleada de Ikea, hay ciertas personas que defienden el puesto de trabajo de las cajeras y rechazan pasar por las autoservicio afirmando que, si lo hacen, están mandando el mensaje de que no es necesario tener tantas cajeras como cajas para cobrar a los clientes.
Según Marta, esto también sucede en Mcdonald's, donde en ocasiones la gente se resiste a pasar por las máquinas de pedidos automáticos: “Hay gente que cuando yo les decía que fueran por la máquina, si había mucha cola, me decían que no iban a ir porque le estaban quitando trabajo a la gente”, apunta.
Mercedes es una de estas clientas reticentes a emplear las máquinas. Auxiliar de enfermería de 50 años, cuando acude a un establecimiento de restauración en el que el pedido se puede realizar de forma digital o a una gran superficie con cajas de cobro automáticas, siempre evita utilizar esta tecnología. “Yo no uso las máquinas automáticas nunca”, asegura. “No me gusta usarlas porque para mí es muy importante que, si tengo algún problema, una persona me pueda ayudar y siento que las máquinas no lo pueden hacer. Siempre prefiero que me atienda una persona”, añade.
Le pasa lo mismo con las gasolineras: siempre busca aquellas en las que el combustible lo eche una persona. “Aunque a veces voy a alguna en la que lo pongo yo, el pago siempre lo realizo con una persona y la inmensa mayoría de las veces intento ir a gasolineras en las que haya un empleado encargado de surtir la gasolina”, explica. “Hablas con él, tienes trato…”, añade.
Clara, una estudiante de psicología de 25 años que lleva conduciendo desde los 18 y que vive a caballo entre Valencia y Zaragoza, también hace todo lo posible por evitar las gasolineras en las que el pago lo realizas tú mismo. Aunque, en su caso, reconoce que alguna vez termina recurriendo a ellas: “Yo en Zaragoza voy a una gasolinera donde me la ponen y cobra gente, pero en Valencia voy a las automáticas en las que pasas la tarjeta o metes billete y te las echas tú”, apunta. Clara explica que cuando acude a aquellas en las que no hay empleado, sí que piensa que está contribuyendo a que desaparezcan empleos. Pero en ocasiones, por la hora o la localización, no tiene otro remedio.
También hay quien opta por pasar por aquellas en las que no hay personal. Por ejemplo, Patricia, una ingeniera de 31 años residente en Pamplona, prefiere las gasolineras en las que no le atienden personas. “En lo que a la gasolina se refiere creo que es más cómodo las que te pones y te cobras tú. Si hay para elegir, siempre paso por esas”, explica. “¿Que le quitan el trabajo a la gente? Sí, pero es que no hace falta una persona allí para hacer ese trabajo. Es como lo de los peajes, tener una persona allí para que te cobre es una tontería. Mucho más rápido pagar con la tarjeta y listo”, defiende.
El caso de la Administración
En la Administración también hay puestos que podrían terminar desapareciendo y pasar a ser desempeñados por alguna máquina o sistema informático. Al menos, eso es lo que cree Helios, un joven que trabajó de auxiliar administrativo en un pequeño pueblo valenciano de unos 1900 habitantes. Allí, su larga lista de tareas incluía hacer balances, introducir datos en programas de cuentas, sacar documentos de pagos, archivar y organizar facturas, digitalizar documentos de entrada y salida, cuñar documentos, expedir certificados de empadronamientos y atender al público. A pesar de toda su actividad, en su opinión, la mayor parte de su trabajo podría ser realizado por una máquina.
“La mayor parte del trabajo estaba automatizado por programas de ordenador. Lo único que tenía que hacer era meter los datos en el programa y él mismo hacía las cuentas y demás”, explica. “Prácticamente todo podría hacerse con una máquina si hubiera sistemas bien preparados en todos los organismos”, añade. “Es una pena pensar que puedan desaparecer puestos de trabajo, pero, al fin y al cabo, es a lo que llevan los avances tecnológicos”, opina.
Sin embargo, y a pesar de que sistemas informáticos y máquinas desempeñen cada vez más funciones antes realizadas por humanos, una parte de los trabajadores que convive con estos sistemas ve como algo lejano su posible sustitución y los considera una ayuda y no una forma soterrada de quitarles el empleo. De la misma forma, y aunque algunos ya se hayan rendido a la tecnología, todavía hay una parte de la sociedad que busca el trato humano en el sector servicios, otorgando más valor al trato humano y la posibilidad de recibir ayuda de otra persona que a la robótica eficacia y rapidez de las máquinas.
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