“Mi perfil de Twitter se ha convertido en el sustituto de mi memoria episódica”. Son palabras de Thomas Dixon, un joven de Philadelphia que ha convertido la red social de los 140 caracteres en la fuente de todos sus recuerdos.
Hace 4 años, un coche atropelló a Dixon. Pudo salvar su vida, pero su cerebro quedó dañado para siempre, según ha explicado a HojadeRouter.com. Los primeros días fue inducido al coma. Después, su padre le contó que había sufrido un daño axonal difuso, un tipo de lesión cerebral traumática muy grave. “Los médicos solo me decían que en este tipo de lesiones había que esperar a ver qué ocurría”, señala el joven.
Su inteligencia y su forma de hablar habían quedado intactos. De hecho, su alto coeficiente intelectual le ha permitido entrar en la organización internacional para superdotados Mensa después del accidente. Pero había perdido definitivamente su memoria episódica declarativa. A sus 29 años, Dixon no recuerda lo que ha hecho el día anterior. No sabe dónde estuvo ni qué comió.
Según él mismo ha explicado, es como si hubiera perdido los recuerdos de lo que ha pasado en los capítulos anteriores de una serie. Su problema es diferente a la pérdida de memoria a corto plazo: sabe con quién está hablando y qué está haciendo en cada momento, pero no puede recordar sus experiencias anteriores, los acontecimientos cotidianos.
A finales de 2010, durante su recuperación, se dio cuenta de que Twitter podía ser una herramienta potente para evitar tener que anotar todo en una libreta de recuerdos. “¿Por qué tenía que escribir mi memoria analógicamente cuando el resto de mi comunicación con la gente era digital?”, recuerda haber pensado. Y decidió poner en marcha una nueva estrategia.
RECUERDOS DE 140 CARACTERES
22.400 tuits se acumulaban en su 'timeline', que siempre mantuvo en privado. No dejó de escribir recuerdos ni un solo día. Según nos cuenta, anota todo lo que le ocurre, lo bueno y lo malo, para que quede registrado y poder leerlo posteriormente: considera que Twitter es su 'memoria externa'.
Ahora, después de que su historia se haya convertido en un fenómeno viral (incluso el consejero delegado de Twitter, Dick Costolo, la ha tuiteado), se ha visto obligado a abandonar ese perfil. “He decidido cerrar la cuenta de Twitter y crear otra diferente porque muchísima gente me estaba intentando seguir, aunque no quiero ningún 'follower', ya que se trata de mi memoria privada”.
Eso sí, aunque Dixon ha cerrado la cuenta, nos confirma que ha guardado a buen recaudo todos sus tuits. “No habría cerrado la cuenta si hubiera tenido que perderlos, porque son literalmente mis recuerdos digitales”.
Durante estos años, Dixon ha tenido siempre por costumbre descargar todos sus tuits, para después rastrear la información con ayuda de un Excel. Gimnasio, ejercicio, sexo, pollo, spaghetti, café, mamá o papá, Universidad de Temple (en la que ha estudiado) u Hospital de niños de Philadelphia (en el que había trabajado antes del accidente como coordinador de investigaciones), son algunas de las palabras que más ha repetido en su perfil en la red social.
Los recuerdos que le resultan más vergonzosos los escribe en coreano, ya que Dixon trabajó como profesor de secundaria en Seúl. Este joven no se acuerda de haberlos escrito, pero leyéndolos puede revivir después cada momento de su vida.
Twitter no ha sido su única 'memoria' alternativa. “También uso el calendario del iPhone para mis recordatorios, por ejemplo, para acordarme de tomar mis medicinas. Me envío correos electrónicos para acordarme al día siguiente que tengo que contestar a los que me han enviado. Además, escribo constantemente notas en mi portátil que me recuerdan cuándo tengo que cambiar mis sábanas o cuándo revisé por última vez la cuenta del banco”. Una estrategia sistemática para poder seguir viviendo de la forma más normal posible.
UNA 'APP' QUE SUPLA EL CEREBRO DAÑADO
Thomas había estudiado psicología y neurociencia durante sus años universitarios, por lo que pudo comprender su problema desde el primer momento, a diferencia de otros afectados por lesiones cerebrales. Tras el accidente, decidió volver a coger los libros. Acaba de finalizar un máster en psicología educacional en la Universidad de Temple. Su sueño siempre fue convertirse en un psiquiatra para niños, “pero no sería responsable tratar a pacientes ahora, con esta discapacidad”.
Dixon está tratando de conocer y ayudar a otras personas con pérdidas de memoria episódica, explicándoles sus estrategias de memorización. Además, está trabajando en el desarrollo de una aplicación.
En la actualidad, numerosas 'apps' sirven para entrenar el cerebro. Lumosity, desarrollada por neurocientíficos para entrenar la memoria y la atención, y que cuenta ya con 50 millones de usuarios según los datos de la compañía; o Memory Train, que se centra en la mejora de la memoria espacial, son algunas de ellas.
Pero la aplicación de Dixon se centrará en ayudar a organizar la memoria digital de las personas que la han perdido. “El objetivo es agilizar y simplificar muchas de las tareas que yo realizo para hacer mi vida diaria posible”. Aunque aún está en una fase inicial del proceso, Dixon señala que ya está hablando con distintos inversores interesados en financiar el proyecto. Además, ha formado un equipo de personas interesadas en desarrollar la aplicación.
Dixon espera que esté disponible antes del 22 de noviembre de 2015, quinto aniversario de su accidente. Será una forma de conmemorar lo que ha conseguido hasta entonces y de llenar el vacío que le ha dejado no poder alcanzar su verdadera vocación. “Este camino es una forma de atender a los problemas me preocupan, y así no pongo en riesgo la seguridad de ningún paciente”, destaca.
Se siente feliz de haber podido vivir en el siglo XXI. “Mi vida hubiera sido radicalmente distinta hace 30 años. No había teléfonos móviles y no todo el mundo podía tener ordenadores personales. Probablemente hubiera tenido que anotar todos mis pensamientos en libretas. Y probablemente me hubiera sentido totalmente aislado”.
A Dixon le encanta viajar. Antes del accidente, celebraba cada Año Nuevo en un país diferente. Las pasadas navidades siguió con su tradición. Celebró el comienzo de 2014 en Amsterdam. Y cuando estaba allí, caminando solo por un país extranjero, sintió que había superado su lesión.
No quiere que nadie sienta lástima por él. “Cuando cuento por primera vez mi situación, la gente tiende a decirme 'lo siento'. Pero después, cuando les muestro mis recuerdos digitales, me dicen que es impresionante”, explica, feliz de que la gente experimente esa transformación. “Es realmente divertido ver cómo la gente pasa rápidamente de sentir lástima por mí a sentir asombro”, concluye este psicólogo, que se esfuerza no solo por llevar una vida lo más normal posible pese a su situación, sino también por contribuir a que otros puedan llevarla.
La lástima es que difundir su historia, precisamente, le ha obligado a abandonar uno de las pocos lugares donde conservaba su memoria.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad de martinak15, Thomas Dixon e Ignacio Palomo Duarte