Hace unas semanas se falló en Japón el premio literario Nikkei Hoshi Shinichi, en honor a un famoso escritor local de ciencia ficción. Entre los finalistas, una obra de título enigmático: 'El día que un ordenador escribe una novela'. No podía ser más clara en su título, ya que fue un ordenador el que escribió el libro con ayuda de unos cuantos colegas de carne y hueso. El experimento estuvo comandado por un equipo de la Universidad de Hakodate. Los investigadores dieron a la inteligencia artificial palabras, frases o características para unos personajes determinados. El relato termina así:
En 2014, la hija de Shinichi ya abrió la puerta a que cualquier no humano, desde alienígenas hasta animales, pudiera participar en el concurso siempre y cuando la obra estuviera escrita en japonés. Algunos decidieron hacerle caso: además de la novela finalista, otras diez fueron escritas o coescritas por algoritmos. ¿Llegará el día en que vayamos a las librerías a por el último ‘best seller’ de un robot?
Los japoneses no son los únicos que se han atrevido a dejar la pluma en manos de una máquina por ver cuál era el resultado. La práctica ya tiene algunos años, aunque parece que ha sido recientemente cuando más usuarios han decidido apostar por lo que les podría aportar una inteligencia artificial. En 2008, un programa informático y un ruso, Alexander Prokopovich, fueron capaces de escribir 'True Love' ('Amor verdadero'), una versión de 320 páginas de 'Ana Karenina' mezclada con el estilo del escritor nipón Haruki Murakami.un programa informático y un ruso, Alexander Prokopovich, fueron capaces de escribir 'True Love' El programa fue desarrollado por informáticos y filólogos. Estos elaboraron fichas para los personajes con características físicas y psicológicas, pero también con su tipo de vocabulario.
Así, salieron frases como esta: “Kitty no pudo conciliar el sueño durante mucho rato. Sus nervios estaban tensos como dos cuerdas de guitarra”. El libro “es un texto aburrido a más no poder”, aseguraba Isabel Coixet en un artículo. “Cuando los robots logran ser tan cursis como Barbara Cartland significa que el fin de la raza humana, tal como la conocemos, está mucho más cerca de lo que creíamos”.
Un profesor universitario, Philip Parker, asumió otro reto increíble: producir libros mediante algoritmos. Y decimos producir porque le salían como churros: en 2012 tenía 200.000 títulos diferentes, desde material educativo a libros de referencia, pasando por una guía de crucigramas en rumano o uno sobre queso fresco. Ahora asegura a HojaDeRouter.com que son más de un millón de títulos, debido a las nuevas ediciones que reemplazan a las viejas. Y muchos están disponibles en Amazon, por si alguien desea comprarlos y leerlos.
Parker explica que decidió usar estos algoritmos para generar contenido en áreas “en las que era demasiado difícil o costoso para los humanos hacerlo”, como por ejemplo lenguas que tienen pocos hablantes. “Ningún tema es elegido al azar. Más bien intentamos completar una lista de posibles temas, no importa cuán desconocidos sean”. El objetivo es que el algoritmo sea capaz de unir información ya existente y dispersa sobre el tema que se le proponga. En cuanto a la literatura, trabajan de momento con formatos breves, como la poesía o el relato corto, en un proyecto que quieren expandir a largo plazo, porque esperan que este 'software' también sirva para crear ficción.
Hay mucha otra gente que está experimentando para crear ficción que se pueda leer y cuya autoría, humana o no, pase desapercibida. Hablamos de los participantes del NaNoGenMo, un evento anual que surgió como parodia del NaNoWriMo, la iniciativa para que los escritores redacten un borrador de novela de 50.000 palabras durante el mes de noviembre. Así, los programadores que participen en NaNoGenMo deben hacer que el algoritmo escriba una novela de 50.000 palabras (unas 175 páginas) y que sea legible. Al terminar el mes tienen que compartir el texto y el código.
La iniciativa, que también tiene lugar en noviembre, se celebra desde 2013. Su creador es Darius Kazemi, un artista que lo puso en marcha “por capricho”: “Vi que la gente estaba tuiteando sobre el NaNoWriMo y pensé que un NaNoGenMo sería más divertido”. En estos tres años han tenido más de 300 participantes, y Kazemi considera que el número de novelas generadas “es infinito”. Aunque algunos de los libros no son legibles, “la mayoría intentan parecer escritos por humanos”.
Puede haber creación original o extravagantes versiones de clásicos imperecederos. Por ejemplo, 'Orgullo y prejuicio' adaptado al lenguaje de Twitter. Es lo que quiso hacer Michelle Fullwood en 2014. Esta programadora y doctoranda de Lingüística en el MIT decidió tomar la novela de Jane Austen y modificar los diálogos con vocabulario coloquial que se podía leer en Twitter: repetición de letras, faltas de ortografía, supresión de signos ortográficos… También hay una versión que modifica todo el texto. Así queda en inglés su mítica frase inicial, 'It is a truth universally acknowledged, that a single man in possession of a good fortune must be in want of a wife' (“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”):
Fullwood asegura a HojaDeRouter.com que lo hizo para relajarse y divertirse. Había leído la novela original varias veces, “así que me era fácil comparar el resultado con el 'input'”, cuenta. “El contraste entre el viejo inglés, que suena muy formal para nuestros oídos, y el habla de Twitter era también bastante divertido”. Asegura que no editó el texto; tan solo revisó los primeros párrafos “porque sabía que probablemente la gente leería los primeros párrafos y luego pararía”.
La poesía que ya generan los robots
Aunque pueda parecer que los algoritmos están en pañales, ya hay muchas experiencias creativas en el campo de la poesía. En Nueva York hay escuelas donde se enseña a programar poemas. Para ello se dan talleres de animación, técnicas 3D, visión por ordenador, visualización de datos o matemáticas. También hay algoritmos que programan estrofas a partir de textos previos, como otros poemas o artículos periodísticos, de los que pueden simplemente reordenar las estructuras sintácticas o realizar acciones más complejas. Además, en 2004, dos españoles, Carlos Copa y Ana García Serrano, diseñaron un robot capaz de declamar e imprimir poemas dadaístas. Era cuestión de tiempo que alguien intentara lo mismo con una novela.
Todos los entrevistados coinciden en que a las personas no les importará leer libros escritos por robots. Parker va más allá: lo principal será que les gustará “crear sus propias historias, sobre ellos mismos o miembros de su familia, u otros trabajos de ficción”. Kazemi secunda esta idea. Cree que a la gente le encantará leer una ficción que consideraría experimental. Lo mismo opina Fullwood, sobre todo si los lectores lo ven como “una curiosidad”, aunque al final prevalecerá “si la historia es buena. Y si es tan buena como el esfuerzo de un autor humano, ¡no veo por qué no!”
Además, Fullwood recuerda que, al fin y al cabo, los algoritmos no funcionan solos: “Ninguna historia generada por ordenador y creada por personas para leer estará desprovista de la participación humana. Los algoritmos se basan en plantillas escritas por humanos, son entrenados con historias escritas por humanos…” Por eso, “el día que una verdadera buena historia sea generada por un algoritmo debería ser un día de celebración para la creatividad humana”.
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