A finales del pasado año, el piloto estadounidense Michael Alsbury fallecía en un vuelo de prueba de la compañía Virgin Galactic, una de las empresas que pretenden comercializar vuelos espaciales para turistas. Para algunos, la suya se asemeja a las tragedias que se produjeron en los inicios de la aviación; para otros, supone la constatación de que viajar más allá de la atmósfera jamás será del todo seguro.
A principios de año, Richard Branson, fundador de Virgin Galatic, anunciaba en una entrada del blog de la compañía su compromiso de seguir desarrollando vehículos espaciales capaces de llevar turistas al espacio. Su equipo está perfeccionando SpaceShipTwo, la nave que explosionó durante el vuelo, con el objetivo de hacer realidad el sueño de viajar al espacio y hacerlo, además, de forma segura.
El accidente ha retrasado la fecha en la que habían previsto lanzar su primer vuelo comercial (a lo largo de 2015), aunque cerca de 700 personas habían abonado ya los 250.000 dólares - alrededor de 227.000 euros - que cuesta reservar uno de los ocho asientos de la nave.
El viaje de estos intrépidos pasajeros no será como los de los astronautas de la NASA. Conocidos como viajes suborbitales, los tripulantes viajarán a una altura de 100 kilómetros y tendrán unos seis minutos para contemplar el cielo estrellado y la curvatura del planeta, así como para experimentar la sensación de ingravidez.
Después del accidente, Branson recordó que la aviación también tuvo que afrontar diversas tragedias hasta convertirse en el de transporte fiable que hoy conocemos. “En los primeros años del viaje comercial espacial ha habido accidentes”, admitió, “pero esperamos que algún día las pruebas permitan que la gente vaya al espacio de forma segura”.
Sin seguridad, no habría viaje. “De aquí a que la industria aeroespacial esté tan avanzada como la del avión van a pasar todavía muchos años, y seguros tendrán que ser porque el pasajero que paga tiene derecho a seguridad”, explica a HojaDeRouter.com Antonio Torres, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad Politécnica de Valencia.
De acuerdo con Torres, hasta ahora no ha habido suficientes vuelos de prueba que sirvan para extraer información y perfeccionar las naves del turismo espacial en base a los resultados. Algo más de experiencia ha habido con las misiones tripuladas de la NASA, cuyos éxitos y fracasos han ayudado a establecer una serie de prácticas que la agencia espacial estadounidense aplica.
Entre estas prácticas está la obligación de llevar un traje presurizado o que la nave cuente con un sistema de escape, que consiste en un pequeño cohete situado en la parte superior que extrae la cápsula en la que van los astronautas en caso de accidente.
A ojos de la NASA y del resto de agencias espaciales y fabricantes de lanzadores, estas medidas de seguridad son de obligado cumplimiento. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con la industria aérea, no hay autoridad alguna que haya establecido como obligatorios ciertos requisitos de seguridad ni entidad que vele por el cumplimiento de los mismos en lo que respecta a los viajes espaciales.
Escasez de información
A pesar de ser considerado como el medio de transporte más seguro, la cantidad de fallos o errores que se pueden cometer a la hora de fabricar o utilizar un avión “es enorme”, afirma José Pedro Magraner, profesor de tecnología aeroespacial de la Universidad Politécnica de Valencia.
“Caben errores humanos: los pilotos, dada la importancia de su misión, están en condiciones de poder cometer muchos. Pueden darse fallos en los sistemas de propulsión, en los sistemas de estabilidad y control, fallos estructurales... Las posibilidades son muy amplias”, detalla.
Sin embargo, una vez construido el avión, el fabricante tiene la obligación de describir de forma exhaustiva los riesgos, así como los resultados obtenidos durante los vuelos de prueba. Estas prácticas y el paso del tiempo han asentado un proceso de fabricación común basado en la seguridad.
“A lo largo de poco más de un siglo, durante el que se han fabricado miles y miles de aviones, la experiencia adquirida por muy diversos fabricantes de distintos países ha consolidado un modo de fabricar los aviones y los motores que hace que la fiabilidad del avión como sistema de transporte comercial haya alcanzado un nivel muy elevado”.
“El avión está ya muy experimentado y hay muchas normas de seguridad”, coincide Torres, “pero los vuelos espaciales de hoy son vuelos de prueba, no se ha experimentado tanto”. Según este antiguo entrenador de astronautas, si la exploración espacial se hubiera producido al mismo ritmo que la exploración aérea, hoy en día podríamos ver naves como las de Virgin Galatic compartiendo el cielo con los aviones.
“El primer vuelo aéreo tuvo lugar en 1903, y cuarenta años después ya se veían por el cielo aviones comerciales con pasajeros”, explica. Sin embargo, “el primer vuelo espacial tripulado ocurrió en 1961: han pasado más de cincuenta años y todavía no se ven por ahí astronautas y naves”.
Según Torres, serán necesarios muchos vuelos de prueba para mejorar el vehículo espacial a partir de los datos que se extraigan. Una vez completado el perfeccionamiento, los estados comenzarán a dictar normas de seguridad que obliguen a los fabricantes, aunque “eso tardará”.
Asimismo, el ingeniero nos recuerda que el turismo espacial que se anuncia hoy día poco tiene que ver con los viajes que realizan los astronautas de la NASA. Para enviar turistas a dar un paseo espacial que dure más de seis minutos, se necesitará mucha energía y naves presurizadas que garanticen un viaje cómo y seguro. Hoy en día, los astronautas viajan confinados en una cápsula.
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