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El escándalo de las menores tuteladas prostituidas en Mallorca salta a la gran pantalla

Laura Jurado

Mallorca —
24 de julio de 2023 22:45 h

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Aquel enero de 2020 Mallorca estuvo en el ojo del huracán. La denuncia de una niña tutelada por la violación grupal sufrida durante la Nochebuena anterior en las viviendas de Corea –en el palmesano barrio de Camp Redó– destapó lo que algunos llevaban años tapando. La menor, de sólo 13 años, explicó a la Policía que existía un grupo que reclutaba a niñas y jóvenes tuteladas para que mantuvieran relaciones sexuales a cambio de droga y dinero, como recogió Diario de Mallorca. 

La revelación solo sorprendió a unos pocos. Para otros, dicen, lo que la niña acababa de denunciar era un secreto a voces. De nuevo, Diario de Mallorca descubrió que la situación era conocida por policías, por los trabajadores de los centros de menores en los que residían estas niñas y que incluso se había plasmado en informes internos de los que el propio IMAS (Institut Mallorquí d'Afers Socials) –que ostentaba su tutela– tenía conocimiento. Esa explotación, esa prostitución, decían algunos educadores, había llegado a ser “extendida y generalizada”, pero nadie le había puesto fin pese a que llevaban tres años denunciándola.

La noticia tardó poco en convertirse en un escándalo que sacudió primero a la sociedad y luego a la esfera política mallorquina. No se trataba de acusaciones abstractas, sino que hablaban de un modus operandi y de unos espacios concretos: las menores eran captadas por sus compañeras –muchas extuteladas–, se escapaban de los centros de acogida y se reunían en la Plaza España o la estación Intermodal para luego ser prostituidas en hoteles, bares, barcos atracados en pleno Paseo Marítimo o pisos situados en barriadas como Son Gotleu o Camp Redó. 

Entre los lectores que seguían cada nueva revelación entre el horror y el desconcierto estaba también la cineasta madrileña Juana Macías. “Que fuera una situación conocida y que no se tratara de algo puntual, sino extendido en el tiempo, fue lo que me llamó la atención”, recuerda. Que aquel drama trascendía a Mallorca lo supo después, cuando inició la investigación para Las chicas de la estación, una película que parte de ese punto de encuentro de las menores para trazar una historia de drama y esperanza, y cuyo rodaje acaba de finalizar después de pasar por la isla y Madrid. 

En la ficción “inspirada en hechos reales” que Macías ha creado, tres adolescentes internadas en un centro de acogida caen en una red de prostitución. El inicio es algo inocente: las tres quieren ir al concierto de una de sus traperas favoritas. No tienen dinero, pero desde hace tiempo una ex interna de su mismo centro les ofrece ganarlo de forma fácil. Hay quien dice que organiza citas con adultos en los baños de la misma estación de autobuses. 

Si las primeras noticias sobre el escándalo de Mallorca despertaron la idea de llevar la historia a la gran pantalla, la guionista Isa Sánchez (‘El Ministerio del Tiempo’, ‘Malaka’) reconoce que fue el “uso político” que se hizo del caso el que sirvió como detonante para ponerse manos a la obra. Iniciaron una investigación de varios meses en la que se entrevistaron con psicólogos, directores de centros de menores, adultos extutelados e incluso agentes de la Policía Nacional para tener todas las piezas del puzle. 

La primera sorpresa, como decíamos, llegó cuando constataron que aquella realidad iba mucho más allá de Mallorca y había llegado a Canarias, Madrid o la Comunidad Valenciana. “Es un problema complejo que produce alarma social e indignación, pero que trasciende a la isla y que no se aborda con los suficientes recursos y urgencia que requeriría”, asegura Juana Macías. Para la guionista, además, se trata de una situación “doblemente grave” al tratarse de menores cuya tutela ha sido asumida por el Estado después de haber sido separados temporalmente de sus familias por situaciones de desamparo o desprotección. “La forma en que cuidamos a niños y adolescentes nos define como sociedad, sobre todo si hablamos de los niños que están tutelados”, añade la cineasta. 

Es un problema complejo que produce alarma social e indignación, pero que trasciende a la isla y que no se aborda con los suficientes recursos y urgencia que requeriría

Una historia contada desde ellas

Tanto para Juana Macías como para Isa Sánchez un elemento clave de la película era poder contarla desde la mirada de esas chicas. Que pasaran de objetos a sujetos de la historia. “Para nosotras era fundamental explicarlo desde su punto de vista. Siempre existen noticias, rumores en torno a estas niñas a las que, en realidad, nadie escucha”, asegura la guionista. Jara, Miranda y Álex hablan de su vida en el centro de menores, de sus traumas, de sus miedos. Pero también de la importancia de la música en su día a día –por la banda sonora desfilan desde La Zowi a Gata Cattana pasando por Yung Beef– o sus sueños. “Mi intención era reflejar la vida tal como es. No quería hacer una película contemplativa y distante con los personajes, sino que siguiera su ritmo”, añade la directora.

Otro de los factores que las llevaron a optar por esa perspectiva fue descubrir cómo a menudo se culpa a estas menores de toda su situación. “Se las culpabiliza porque beben, porque se escapan… y mi idea era entenderlas a ellas, entender por qué acaban ahí y no tirar del punto de vista de alguien que simplemente las observa”, subraya la cineasta. Sus personalidades y actitudes son distintas, pero las tres comparten un pasado y un entorno familiar duro y complejo de padres “si no ausentes, sí deficientes”, define Sánchez. 

La importancia de los personajes en Las chicas de la estación –producida por FeelGood Media, Kowalski Films y La Perifèrica Produccions– se plasmó también en el casting, que les llevó a recorrer la Península durante meses para buscar a sus protagonistas en centros de menores, institutos e incluso por la calle. “No podían ser actrices porque buscábamos autenticidad”, explica el productor Juan Moreno. De aquella odisea salieron Julieta Tobío, Salua Hadra y María Steelman, todas ellas debutantes. “Uno de los momentos más bonitos en el proceso de una película es cuando los personajes que imaginas tocan la realidad”, confiesa Juana Macías. 

El film retrata el viaje individual de estas tres jóvenes, pero también su travesía común a medida que se van metiendo “en la boca del lobo”. “Y lo hacen voluntariamente, que es algo que también se discute mucho, pero están muy lejos de ver todo lo que eso significa. Están sumidas en toda una serie de condicionantes afectivos, de alerta, de confianza y de seguridad en sí mismas. Y, de hecho, en su situación pueden creer que no tiene consecuencias”, asegura Isa Sánchez. 

En la cinta, matiza Sánchez, esos momentos de oscuridad absoluta se alternan con otros de luz en los que, por un segundo, la normalidad lo invade todo y ellas parecen ser solamente tres adolescentes más. “Como guionista no me interesan mucho los dramas inamovibles y unívocos porque dan la sensación de ser algo ajeno. Las situaciones duras siempre son complejas y son más fáciles de entender si se cuentan los matices”, afirma. 

Inspirada en hechos reales

Las chicas de la estación no sólo está inspirada en el escándalo destapado en Mallorca en 2020, sino que sitúa todo su metraje en la Isla. De hecho, el rodaje se trasladó hasta aquí para filmar en algunas de las localizaciones reales del caso –las viviendas de Corea, la estación Intermodal, la playa de Can Pere Antoni o la urbanización de Son Vida–, antes de poner punto y final hace sólo unos días en Madrid. 

En esa bajada a los infiernos que protagonizan Jara, Miranda y Álex aparecen las heridas, el drama, el miedo, el horror. Surgen personajes como el cliente o la captadora, para quien Isa Sánchez se ha inspirado en La infamia, el libro de la periodista mexicana Lydia Cacho convertido en obra teatral por el mallorquín José Martret. “Ellas están solas para afrontar la situación, pero en realidad es un problema mucho más colectivo de lo que parece. Hay muchos casos y muchos niveles, pero lo cierto es que se sabe, se comparte y se tolera más de lo que parece”, destaca la guionista. 

En este sentido, la intención de la película es doble: por un lado, poner sobre la mesa una realidad dramática por la que nadie ha acabado nunca de asumir las responsabilidades. Por otro, ofrecer un “punto luminoso” que hable de la capacidad de superación, de la resiliencia. “El mensaje básico es enseñar que esto pasa al lado de tu casa, pero no contado de forma apabullantemente oscura, aunque sí con momentos muy difíciles porque estamos hablando de chicas de 15 o 16 años”, explica Moreno. 

El mensaje básico es enseñar que esto pasa al lado de tu casa, pero no contado de forma apabullantemente oscura, aunque sí con momentos muy difíciles porque estamos hablando de chicas de 15 o 16 años

Un thriller judicial y político aún por contar

Cuando en el film el caso llega a los medios de comunicación, como ocurrió en la realidad, se desata la tormenta. Las chicas de la estación retrata también la “utilización” que, según sus autoras, hicieron de esta tragedia tanto los medios como los partidos políticos, que llegaron a convertir el drama de estas menores en un “arma arrojadiza”. “Se refleja la responsabilidad institucional, la importancia de que actúen para que no se den las circunstancias que permitan que esto suceda. Pero también la responsabilidad de los centros, de los educadores, de la sociedad e incluso del periodismo, para que estas noticias no desaparezcan”, añade Juana Macías.

Las chicas de la estación retrata también la “utilización” que, según sus autoras, hicieron de esta tragedia tanto los medios como los partidos políticos, que llegaron a convertir el drama de estas menores en un “arma arrojadiza”

Para el productor Juan Moreno la película también muestra cómo toda esa utilización acaba por afectar a las propias menores. Porque aún, añade, quedaría otra película por hacer: una suerte de thriller judicial que explicara “por qué estas situaciones no se investigan como deberían”. 

En el caso mallorquín, las instituciones y la oposición se enzarzaron en continuos ataques y reproches durante años. Apenas unos días después de la primera denuncia, el Consell de Mallorca –de quien depende el IMAS– reconoció la existencia de 16 casos de explotación sexual infantil. La guerra política alcanzó incluso la sesión de control del entonces vicepresidente de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, e hizo que una delegación del Parlamento Europeo visitara la isla para investigar lo sucedido, si bien los socialistas han denunciado que estaba teledirigida por Dolors Montserrat (PP)

A nivel judicial, la Fiscalía de Balears abrió una causa que tardó en archivar apenas nueve meses. El fiscal superior, Bartomeu Barceló, concluía que se trataba de “casos graves aislados”, pero que no existía una “red orquestada” en esta explotación sexual. Por el camino, se investigaron los casos detectados y se produjeron detenciones. En octubre de 2022 el Tribunal Supremo confirmaba la condena de ocho años y medio de prisión para un hombre que mantuvo relaciones sexuales con dos menores tuteladas a cambio de dinero y regalos. 

Una película posible en el nuevo cine español

Para Juana Macías, Las chicas de la estación supone la oportunidad de llevar a la gran pantalla “personajes que no suelen estar reflejados en el cine”, pero también la de retratar el universo de los centros de protección de menores. “No hay películas que hablen del tema en España, solo hemos visto los centros de internamiento de menores que han cometido algún delito y que son muy diferentes”, señala la directora. Éste es el caso de cintas como 7 vírgenes de Alberto Rodríguez o Diecisiete de Daniel Sánchez Arévalo. En el film de Macías no hay jóvenes cumpliendo condena, sino chicas internadas después de que sus familias hayan perdido la custodia por una situación de desprotección grave y desamparo.

Para la cineasta madrileña, éste será su quinto largometraje después de debutar en 2010 con Planes para mañana, que le valió una nominación al Goya a Mejor Dirección Novel. Una película que, asegura, ha sido posible gracias al momento que atraviesa el cine español. “El film encaja en un momento en el que nuestro cine es más diverso y hay hueco para contar mucho más. Tenemos la suerte de poder contar historias que antes no conseguían financiación”, asegura. A Contracorriente distribuye la cinta, que espera estrenarse en salas en 2024.