“Cierra los ojos y recuerda cuál fue el momento más bonito de tu infancia. Y ahora intenta recordar el día que sentiste que tu infancia se quebró”. Entre ambas frases que dan inicio al documental Petricor, de la cineasta mallorquina Victoria Morell, hay imágenes de una familia feliz de finales de los 80 y principios de los 90. Bebés en brazos de sus padres, niños que pasean a sus mascotas, celebración de cumpleaños, juegos en la playa, en el patio de una casa, risas y gestos cómplices, amorosos.
La infancia y las imágenes, o sea, los recuerdos, gravitan y condensan la historia protagonizada por María Luisa Lara (1944), Cuca Gomila (1973) y Neus Serra (1992), tres mujeres de diferentes generaciones que padecen un trastorno alimentario, un vínculo complejo y difícil con sus cuerpos en el que también entra en juego la aceptación, el anhelo de ser queridas y la relación con sus propias madres.
El objetivo inicial de Morell fue construir un relato autobiográfico porque ella también atravesó el proceso de las protagonistas con un ingreso hospitalario de dos años. Petricor significa la primera lluvia después de mucho tiempo de sequía, es el olor a tierra mojada. “Me gusta el nombre porque al final todas estas mujeres habían estado mucho tiempo en sequía emocional y al final el poder llorar, que es una forma de liberación, de abrirse, de expresar, les ayudó mucho a florecer”, cuenta.
“Tuve la intención de abordar el documental desde la propia vivencia. Lo que pasa es que no encontraba la forma, pero a medida que fui avanzando la historia apareció. En principio intenté darle el formato de libro, pero pensé que un documental era mejor. Al final, es un relato coral. Mi historia se ve a través de estas tres mujeres”, añade la también delegada de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) en Balears.
Petricor, candidata a los Premios Goya y filmada en Mallorca, fue galardonada como “mejor documental” en el Evolution Mallorca International Film Festival en 2022 y recibió el premio “Ciutat de Palma” este año. Además de haberse proyectado en cines de Mallorca, fue vista en varios festivales nacionales, en Uruguay y Ecuador. También estará disponible en la televisión autonómica (IB3), en plataformas y volverá a las salas.
A lo largo de su trayectoria, Morell abordó el universo femenino desde diferentes facetas. Ha dirigido cuatro años el programa feminista Dones para IB3 Radio y ha trabajado en la dirección de la serie documental La Paca. Matriarca de la droga para IB3 Televisión, entre otros proyectos. Ahora está embarcada en dos films de ficción sobre el aborto y los abusos intrafamiliares.
Petricor cuenta la historia de tres mujeres con anorexia desde el punto de vista médico. ¿Por qué abordó el documental con esta perspectiva?
Incorporo la parte médica yendo a grabar las terapias psiquiátricas en el Hospital Son Espases (Palma). Me daba cuenta de que había un denominador común: los vínculos maternos como figuras de referencia. Paralelamente, empecé a hacer terapia cuando estaba trabajando el documental porque había una parte que se abrió a nivel personal. Había una herida que todavía seguía estando. El documental también es un reflejo de cómo me sentía en aquel momento, cómo estaba con mis emociones, los apegos de mi infancia.
¿Tenía algún vínculo con las protagonistas antes de filmar?
No, para nada. Comencé a ir al hospital para ver cómo funcionaban las terapias psiquiátricas. Y fueron apareciendo las protagonistas. Desde el interés de ver cómo se trabajaba esta enfermedad las incorporé al documental y yo quedé afuera. El desarrollo del guion comenzó en 2019 y terminamos de filmar en 2022. En el medio atravesamos la pandemia.
¿Cómo logró establecer ese vínculo de confianza, de cercanía?
Fue muy complejo y duro. Hacer el documental era un reto personal. Primero tuve que convencer a los médicos. Entonces fui a la Dirección Insular de Salud Mental a explicar mi objetivo. Me recibieron Oriol Lafau, el coordinador de Salud Mental de Balears, y Nicole Haber, especialista en la prevención del suicidio. Fueron super duros con las preguntas que me hacían, me encontré en un principio con mucha reticencia por parte de ellos, pero era normal. Convencerlos no fue fácil. Me miraban como diciendo: ¿Quién eres tú? ¿Qué vienes a hacer aquí?
Es que su objetivo era filmar terapias psiquiátricas…
Sí, claro. La reacción de ellos era normal. Entonces les conté mi problema de salud y se relajaron. Y poco a poco conocí a las terapeutas, les expliqué mi proyecto. Fui varias veces, lo pensaron, aceptaron y comencé a contactar a las pacientes.
La película fue premiada en Balears y se proyectó en Palma. ¿Cómo impactó en el público masculino?
La respuesta de los hombres me impactó mucho. Me han escrito colegas, no colegas, chicos por Instagram. Me decían: “Nunca me hubiera imaginado que un documental así me removiera tanto”. Amigos muy heteronormativos sin trastornos alimentarios también quedaron impresionados. Cuando proyectamos en cine, dos días hubo como un coloquio muy largo e improvisado. Recuerdo que vinieron de una asociación que se llama “Comedores impulsivos” que yo no conocía. Y un hombre dio un discurso super bonito y generoso. Habló del hambre emocional, de una sintomatología vinculada a la bulimia que te hace ingerir compulsivamente y luego vomitar.
La respuesta de los hombres me impactó mucho. Me han escrito colegas, no colegas, chicos por Instagram. Me decían: 'Nunca me hubiera imaginado que un documental así me removiera tanto'
La ausencia de varones en Petricor es notable.
Al final es la realidad de estas mujeres. Cuando las conocí no les pregunté si tenían un hombre en su vida. María Luisa se educó sin ninguna figura paterna cercana. Aquí puedes entrar en un debate sobre todo generacional. Vayamos a su caso. ¿Qué papel tenían los hombres de los años 50 en la crianza? No se hablaba de eso y en los roles de apego los padres eran los que sustentaban a la familia económicamente y los fines de semana se llevaban a pasear a los niños. Pero si un bebé estaba enfermo o María Luisa o Cuca estaban enfermas, se quedaba la madre a cuidarlas. María Luisa y Cuca lloran a sus madres. Ellas reclaman a sus madres y Neus también ¿Hace 30 años dónde estaban los hombres cuando hablábamos de crianza, de presencia, de emocionalidad?
¿Qué fue lo más difícil en todo este proceso?
Me preocupaba mucho no saber cuidar a las tres lo suficiente en los rodajes. Tenía mucho miedo de que vieran el documental y no se sintieran identificadas con lo que yo estaba contando. Es algo que podía pasar porque al final es mi mirada sobre ellas. A lo largo del documental el peso les cambia. De algún modo siempre me voy a sentir en deuda. Empezaron un documental enfermas y vuestra generosidad es absoluta. Habéis dado la cara, un testimonio, y yo no he sido capaz. Me he escondido detrás de la cámara porque no he sido capaz de ponerme delante como quería hacerlo y contar mi historia. Ellas han sido más valientes que yo. Mi agradecimiento es infinito.
Habéis dado la cara, un testimonio, y yo no he sido capaz. Me he escondido detrás de la cámara porque no he sido capaz de ponerme delante como quería hacerlo y contar mi historia. Ellas han sido más valientes que yo
Tal vez puede pensar lo siguiente: si usted fuera hombre y no hubiera pasado por esta enfermedad, ¿ellas habrían aceptado?
Claro, claro. Yo creo que esto nos unió, la empatía. Ellas veían que yo estaba ahí, conectada con ellas de una manera genuina. Ha habido un cuidado, un cariño, una atención, un tiempo dedicado, una renuncia de otros trabajos. También han sido muy generosos en Son Espases.
¿Cree que Petricor sólo habla de trastornos alimentarios?
Es un documental sobre anorexia, pero va más allá. Creo que a las mujeres nos han educado desde la contención absoluta, desde el sostener. Y la anorexia es una enfermedad muy ligada al aguantar, a no poder expresar la rabia, por eso implosionamos. En cambio, los hombres procesan con agresividad, con testosterona, las situaciones de estrés. El malestar lo expresan de forma diferente y por eso muchas veces se dice que los trastornos de conducta alimentaria están muy vinculados al género. Claro que hay un costado muy social, ligada a una parte estética.
También hay algo muy primario. Cuando eres niño no hay distinciones. Al final un bebé para sobrevivir necesita el cuerpo de la madre. Lo que te nutre a nivel emocional y físico es el contacto con el otro. El piel a piel es fundamental. Esa parte de conexión los niños pequeños la buscan mucho. El contacto con la mirada es totalmente instintivo. Entonces por eso al final esta situación remueve a todo el mundo. El apego, la vinculación, lo sentimos todos.