El filósofo alemán Walter Benjamin pasea por Cala Rajada en 1933 junto a exiliados antifascistas, varios de ellos pintores y escritores, setenta años antes de que los alemanes sean reconocidos en Mallorca por andar en bicicleta, enamorarse de Santanyí y dorarse al sol en los veranos largos y suaves; el célebre pintor Miquel Barceló abandona su vida en Nueva York y París para instalarse en Es Farrutx por un gesto de amor, de retorno a las raíces, a lo propio, porque quería que sus hijos hablaran mallorquín, quisieran su tierra; también brotan voces nostálgicas aferradas a un pasado idílico además de mitos populares y recetas de cocina.
Contar Mallorca, de eso se trata el libro del escritor y periodista catalán Xavier Moret. El autor abordó la escritura de Mallorca, abierto todo el año (Península) lejos de estereotipos y lugares comunes, con una mirada profunda y el espíritu abierto a celebrar el encuentro de historias tapadas, olvidadas o vistas de soslayo.
“Desde los 20 años visito la isla. Empecé yendo a Deià porque tenía amigos con casa allí. Me parecía una maravilla toda esa costa de la Serra de Tramuntana. Con los años el pueblo se ha convertido en un sitio excesivamente turístico y muy caro. La intención del libro es reivindicar la isla y alejarse del pensamiento de que Mallorca está estropeada y que no vale la pena. Hay muchas cosas aprovechables y sobre todo fuera de temporada”, cuenta Moret a elDiario.es.
Dividido en cinco partes -El Pla de Mallorca, Palma, La Serra de Tramuntana, La Costa nordeste y La Costa del Llevant- y en treinta y cuatro reportajes, la obra recorre la historia cultural y social de la isla, las pasiones humanas que la atraviesan, además del sol, el mar y la playa.
A lo largo del libro muchos entrevistados dicen que Mallorca ya no es lo que fue en otro tiempo, que ha cambiado mucho. Tienen una mirada negativa. ¿Por qué dice usted que sigue siendo un paraíso?
En algunas partes de Mallorca el paraíso ya no es tal, pero hay otras que todavía sí. Gran parte de la Serra de Tramuntana, de los pueblos de interior y algunas calas para mí mantienen este espíritu. Mallorca sigue teniendo rincones preciosos, pero evidentemente partes de Calvià, de Magaluf y el Arenal ya no pueden considerarse un paraíso. Palma también ha perdido mucho.
¿Cuál es la zona que más le gusta de la isla?
Antes Deià me gustaba mucho. Ahora puedo ir a la parte de Ses Salines o Santanyí donde he descubierto unas calas preciosas. Son muy bonitas Ses Covetes y Es Trenc, que corrió peligro porque se iba a construir una urbanización. También en algunos puntos del interior, como Artà, sigo viendo rincones maravillosos.
El final de cada reportaje lo corona una receta de cocina. Es curioso que en pueblos muy cercanos la misma receta sea diferente, pero pasa lo mismo con el lenguaje. Un mismo objeto en pueblos diferentes se dice de otro modo.
Es cierto. Eso sucede sobre todo en Felanitx y Artà. Tienen lenguajes muy distintos. En Sóller tienen la influencia del francés. Mis amigos mallorquines me han hecho notar la diferencia de la lengua y de las palabras.
Mallorca hasta la década del 60 fue una isla con una importante impronta agrícola y con los años sufrió un cambio de modelo volcado a los servicios por la transformación que trajo el turismo. Actualmente, ¿cómo se encuentra?
En los últimos años estamos viviendo un momento clave para definir la identidad de Mallorca. Los extranjeros, por ejemplo, compraban casas en la costa, pero ahora las compran en el interior. Con lo cual las casas del interior están más caras. Las posesiones, que son maravillosas, son todo un símbolo de la Mallorca de antes y cada vez más están en manos de hoteleros y extranjeros. La identidad rural se está perdiendo, con lo cual se pierde parte de la identidad de la isla que estaba basada en esta comunidad. En Sineu se han inventado las neofiestas.
Las posesiones, que son maravillosas, son todo un símbolo de la Mallorca de antes y cada vez más están en manos de hoteleros y extranjeros
¿Qué son las neofiestas?
Son fiestas del pueblo que sirven para mantener la tradición, pero se actualizan a los tiempos modernos con más humor. Incorporan nuevos elementos. Me llama la atención y pienso que es producto en parte de esta pérdida del mundo agrícola.
Hay como cierta nostalgia o tal vez una mirada conservadora que atraviesa el libro con frases del estilo “el paisaje y las tradiciones están desapareciendo”, “el país de nuestros abuelos ya no es reconocible”, “la apuesta solo por el turismo nos hace muy vulnerables”. ¿Los mallorquines añoran la isla del pasado o realmente añoran la infancia y la juventud?
Es cierto que cuando echamos la vista atrás uno ve la infancia como un paraíso. Y no hay más paraísos que los perdidos. La mirada hacia atrás tiende a idealizar. Y por eso quise insistir en el tema de la gastronomía. En cada capítulo rescaté un plato que conecta con el pasado. De todas formas, hay datos que indican que la irrupción del turismo cambió la personalidad de la isla, pero también la favoreció económicamente.
Ha escrito libros de reportajes sobre Japón, África y Grecia, entre otros sitios. ¿Le ocurría lo mismo cuando recogía testimonios sobre el pasado?
No te lo puedo decir porque Mallorca la conozco desde los 20 años. En Japón yo era un extranjero y me contaban y a veces no tenía referentes para juzgar si había alguna exageración o no. Pero te diré que para mí es mucho más fácil escribir sobre Japón que sobre Mallorca porque Mallorca tengo que conocerla a fondo y siempre alguien te corrige algo. Cuanto más te alejas es más fácil. También lo noté en Grecia. En ambos sitios me falta conocer el referente y la lengua.
¿El cronista va al lugar más lejano con una mirada más limpia, con menos prejuicio?
Sí. Uno va con una mirada más en blanco, ¿no? Lo que te cuentan tú lo apuntas y lo tomas como dogma de fe. En cambio, en Mallorca uno tiene elementos para juzgar. Puedes ver si lo que te cuentan es una exageración o no. Entonces en este sentido te decía que es más fácil.
¿Cómo podría describir a los mallorquines?
No me gusta generalizar. Es difícil definirlos. He conocido mallorquines de todo tipo. Existen los que quieren irse de la isla para no volver jamás y los que pretenden volver al cabo de dos años porque la echan de menos. En este sentido, el pintor Miquel Barceló es un hombre que ha triunfado en todo el mundo y siente sus raíces mallorquinas muy a fondo. Y volvió. Me sorprende que haya mallorquines que no conocen Eivissa y al revés. Hay ibicencos que nunca fueron a Palma. Cada una de las islas es muy particular. Con los vuelos más frecuentes esto cambia un poco. Lo que más enriquece es conocer otras culturas y no quedarte con que la tuya es la única importante.
Me sorprende que haya mallorquines que no conocen Eivissa y al revés. Hay ibicencos que nunca fueron a Palma. Cada una de las islas es muy particular
Es cierto que las Balears en sí son muy distintas. Son parte de la misma comunidad autónoma y, sin embargo, el lenguaje de cada una es muy diferente.
Cada isla es un mundo aparte. Lo viví un tiempo en Islandia. Tienen una lengua que viene del nórdico como el sueco, el noruego o el danés y se ha conservado sin evolucionar durante siglos. Con lo cual ellos pueden leer las sagas tal como fueron escritas en la edad media, en cambio los noruegos y suecos en contacto con otras culturas han ido evolucionando. Mallorca es como una especie de reducto, pero también está cambiando mucho. Recibe millones de turistas al año. Alemanes e ingleses ya viven de forma permanente.
¿Cree que los alemanes y los ingleses se incorporan a la cultura de la isla?
Viven encerrados en sus casas y quedan con sus amigos. Eso me sorprende. En Santanyí el 30% de las casas son propiedad de alemanes, tienen sus restaurantes, sus tiendas, sus círculos cerrados y no se preocupan por abrirse un poco ni conocer la cultura. Cada vez más los extranjeros copan todo y todo se vuelve más caro. En la parte antigua hay muchas casas que también las están comprando ingleses o alemanes. No hay pisos asequibles.
En Santanyí el 30% de las casas son propiedad de alemanes, tienen sus restaurantes, sus tiendas, sus círculos cerrados y no se preocupan por abrirse un poco ni conocer la cultura
¿Cuál de las historias que cuenta en el libro lo sorprendió más?
Me gustó mucho contar la historia de los últimos nobles que quedan en la isla. El propietario de Can Vivot, Pedro de Montaner, es un hombre muy culto. Como que hablaba de otro mundo, casi medieval, de algún modo me recordaba a novelas antiguas. Cuando hablé con un pescador de Deià me contó que su relación era con el mar y nada más. O sea que en la isla conviven mundos muy distintos y esto es lo que me sorprende de Mallorca porque mucha gente tiende a pensar que en una isla está todo unificado. Es igual que el ejemplo de la lengua, cambia en cada pueblo. O las recetas de cocina del mismo plato que son diferentes. Cada uno tiene su manera de ver el mundo en un espacio no tan grande.