Los negocios de Cursach, el empresario más poderoso y polémico de la noche mallorquina

Esther Ballesteros

Mallorca —

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“Grupo 100% mallorquín. Más de 40 años en la industria turística, gestionando las grandes marcas de ocio, wellness, restauración y hoteles de Mallorca”. Así se promociona en redes sociales el grupo empresarial que durante décadas ha dominado el cielo de Mallorca con el ocio nocturno como piedra angular de su negocio.

Un imperio, el de Bartolomé Cursach, erigido, según sus más directos competidores, con base en prácticas poco lícitas, sobornos y policías a sueldo incluidos y extorsiones -aseguran- a quienes osaran hacerle sombra. Otros, por el contrario, se afanan en ensalzar la agudeza del magnate y los beneficios que su conglomerado ha reportado a la economía isleña: durante décadas se dedicó a reinvertir sus ingresos en mantener, mejorar y adquirir nuevos establecimientos en Mallorca.

Cursach, quien desde el pasado lunes se sienta en el banquillo junto a quien fuese su mano derecha y otros quince acusados por una presunta trama de favores para salvaguardar los intereses de su holding, llegó a ser considerado el hombre más poderoso de la isla para respeto y temor de muchos. Y no es para menos. Comenzó su trayectoria como recogepelotas en el Mallorca Club de Tenis y acabó capitaneando las discotecas más exclusivas de Balears, hoteles de standing medio-alto e incluso una aerolínea de vuelos chárter bajo demanda, BCM Airlines, que únicamente operó un año, en 1997.

En 2003, el empresario llegó a inyectar hasta 1.600 millones de pesetas en el RCD Mallorca, club del que fue máximo accionista, para evitar su descenso a la categoría de plata de la Liga Española de Fútbol. De paso, se hizo propietario de los derechos de estrellas de fútbol como Samuel Eto'o. Y entre medias, préstamos millonarios bajo el punto de mira de la justicia, como los que le concedió esa misma década Banco de Valencia -al frente Domingo Parra, compañero de raqueta de Cursach sobre las pistas de su macrogimnasio Megasport- para que el magnate pudiera adquirir nuevas oficinas y locales.

Más de 1,5 millones de clientes cada año, 1.700 empleados en temporada alta, visitantes procedentes de más de una decena de países europeos... Las cifras que el Grupo Cursach manejó en sus mejores tiempos avalaron un día la sagacidad de su máximo responsable, quien supo codearse con sutileza con el poder político: de jugar al pádel con el exministro Jaume Matas a acoger por todo lo alto la celebración de fiestas de la desaparecida Unió Mallorquina (UM) en uno de los establecimientos más emblemáticos y lucrativos que gestionó el grupo, la discoteca Pachá, cuya trayectoria acabó ensombrecida años después por las irregularidades detectadas por el Ayuntamiento de Palma en las instalaciones nocturnas.

Empezó importando moda

Pero antes de que su nombre comenzara a resonar con fuerza, Cursach se había iniciado mucho antes en los negocios importando moda joven desde Inglaterra para, poco después, abrir su primer local de ocio, Smash. No fue hasta la puesta en marcha de la discoteca Riu Palace -hoy propiedad de la cadena RIU-, en el pujante Arenal de los años setenta reconvertido décadas después en feudo alemán y hervidero del turismo de masas, cuando dio comienzo a una fulgurante trayectoria que siempre manejó con discreción.

El magnate no se contentó y, a finales de los ochenta, impulsó uno de sus buques insignia y una de las mayores discotecas de Europa, BCM -con sus siglas bañadas en oro-, en Magaluf (Calvià), un destino marcado por las excursiones etílicas, los excesos y los escándalos sexuales que, mucho tiempo después, Cursach elegiría para irrumpir en el negocio hotelero.

El buque insignia: Tito's, lugar de vips

Pero, sin duda, la gran adquisición llegaría en los noventa: Tito's, el templo más preciado del empresario mallorquín. Erigida en 1923 como el primer dancing night club de Mallorca, su silueta coronó durante décadas, en plena apertura de Mallorca al turismo, las noches del Paseo Marítimo de Palma, con variopintas personalidades como Marlene Dietrich, Ray Charles o Charles Aznavour dejándose atrapar por el complejo acristalado con vistas a la Bahía de Palma.

Después de que unos empresarios ingleses la reconvirtieran en discoteca y tras varios años de incertidumbre planeando sobre su futuro, el mayor imperio del ocio de las islas se hizo con las riendas de Tito's. Al frente, Jaime Lladó, uno de los hombres de máxima confianza de Cursach, quien le encomendó la misión de renovar la línea comercial del templo y reconvertirla en lo que un día fue.

Procedente del ambiente “guerrero” de s'Arenal, donde abanderaba la discoteca Paradise -también propiedad del magnate-, y con ingente trabajo por delante, Lladó devolvió la luz a Tito's. Galas internacionales, ambiente vanguardista, champán a raudales, glamour por todo lo alto y artistas de primera fila -Paris Hilton al frente de la cabina y un exultante Lladó fotografiándose junto a la heredera- continuaron en el nuevo siglo traspasando el umbral de la catedral del ocio nocturno privilegiadamente situada a menos de cincuenta metros del mar.

Un recorrido de altos vuelos que se vería empañado cuando, en el punto álgido del caso Cursach, un excamarero de Tito's irrumpía en las investigaciones y lo hacía saltar todo por los aires: el testigo aseguró que la sala VIP de Tito's era frecuentada por un grupo de policías locales a quienes se agasajaba con servicios de prostitución, alcohol y drogas a cambio de garantizar la protección de Tolo Cursach.

Sus acusaciones, en la actualidad desmontadas por la Fiscalía Anticorrupción y varios atestados policiales, revolucionaron las páginas de los periódicos y llevaron a los investigadores a decretar el ingreso en prisión del empresario y su mano derecha, Bartolomé Sbert, así como del propio Lladó y otro directivo del grupo recientemente exculpados después de que el Ministerio Público considerase “inverosímiles” las manifestaciones del extrabajador.

“Uno dice que en Tito's, en pleno Paseo Marítimo, había fiestas con sexo, alcohol y drogas, ¿y no nos habíamos enterado nadie? ¿Ni una foto ni otros testigos que, de alguna forma, avalasen ese testimonio?”, terciaba el director de Tito's, el año pasado, en declaraciones a elDiario.es. 

A pesar de que la discoteca continuó coronando la noche palmesana, el grupo Cursach no escapó a los embates de la pandemia de la COVID, cuya acometida lo abocó a deshacerse de una parte importante de sus activos: el anuncio de venta de la que había sido la reina del Paseo Marítimo causó un impacto sin precedentes.

Capacidad para mil personas, permisos en regla, posibilidad de promocionar los 602 metros cuadrados de parcela como enclave residencial de uso hotelero... La irrupción de Tito's entre los anuncios de un portal inmobiliario enterraba casi cien años de historia por 16,5 millones de euros, precio al que el emblemático edificio salió a la venta. La empresa zapatera Camper, propiedad de la conocida familia mallorquina Fluxà, fue, finalmente, la que adquirió el complejo con el objetivo de destinarlo a apartamentos de lujo.

El imperio en la actualidad

Aun sin su icónico edificio, la sala de fiestas continúa en pie: ahora se ubica en el complejo que desde hace décadas ocupa BCM, en Magaluf, una zona en la que años atrás Cursach probó a dejarse seducir por el sector hotelero. Allí, siguiendo el camino iniciado por varias cadenas en aras a recuperar la competitividad del polémico destino, el magnate dio impulso al BH Mallorca, al Island Beach Club y a los apartamentos Club B, que, también golpeados por la crisis sanitaria, acabaron siendo puestos a la venta por 120 millones de euros.

Los siguieron los restaurantes El Asadito, en la Playa de Palma, y 800 grados, la discoteca The Club (antigua Paradise)... Más de diez años atrás, Cursach hizo lo propio con otras históricas de la noche palmesana, Abraxas, IO, El que faltaba y La que faltaba, en una estrategia dirigida a centrarse en el negocio del ocio en las zonas costeras de Mallorca.

En la actualidad, el propio Cursach tiene puesta a la venta su casa, una mansión de 1.050 metros cuadrados situada sobre una parcela de 1.500 próxima a la barriada de Son Dureta. La propiedad fue colgada en un portal inmobiliario por 4,5 millones de euros -hoy se promociona por 3,2 millones-, donde se define como “una villa única por sus grandes dimensiones y rebosante de personalidad y solera”.

Mientras tanto, en medio de los avatares que atraviesa el imperio Cursach, un complejo en forma de abadía gótica continúa dominando la Bahía de Palma. Es el Megapark, la mayor cervecería al aire libre de Europa. Enfocada principalmente al público alemán, llegó a ser protagonista de una campaña de bienvenida a Mallorca con carteles por todo el vestíbulo de llegadas del aeropuerto de Son Sant Joan. El complejo también se vio salpicado por distintos procedimientos judiciales, entre otros, por la realización de varias obras sin licencia que llevaron al Ajuntament de Palma a iniciar un expediente sancionador por valor de 2,1 millones de euros.

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