S’Ullal de na Coloms, la “trampa mortal” que muerde la osadía de muchos y se ha cobrado su primera víctima
Andrés Felipe Cabezas saltó al agua sin que sus dos amigos se dieran cuenta. Eran las tres y cuarto, la tarde empezaba a declinar y el sol no picaba tanto como para justificar un chapuzón. Pero a Andrés le pudo la curiosidad: aunque todavía ninguno se imaginaba que la curiosidad acabaría en tragedia, sus amigos se inquietaron y le echaron la bronca por haber saltado. Andrés llevaba la ropa que se había puesto para la excursión, camiseta y pantalón de deporte, nada parecido a un neopreno que conservara el calor de su cuerpo. Pese a que este otoño es el más cálido que se recuerda en las Illes Balears, a mediados de noviembre el mar ya ha empezado a enfriarse. Soplaba algo de viento y el agua en la que chapoteaba comenzaba a ponerse brava.
Andrés Felipe Cabezas, colombiano de Cali, 28 años, el último trabajando como médico del 061 en Eivissa, estaba a unos 15 metros de sus dos amigos. Quince metros de distancia vertical, la altura desde la que había caído para aterrizar en la piscina natural donde quedó atrapado: el miedo invadió a los tres cuando el nadador comprobó que no podía regresar al trampolín desde el que se había tirado.
“S’Ullal de na Coloms es una trampa mortal porque las dos salidas que tiene son muy peligrosas”, dice Bernat Escrivà. Ha pasado una semana desde la muerte de Andrés y Escrivà, bombero y caporal del Servicio de Rescate Vertical del parque ibicenco, explica que este médico es la primera víctima de este paraje porque otros tuvieron la fortuna de no saltar el día y en el momento equivocados. Los 11 bomberos que tiene a su cargo (y que compaginan los rescates con otras funciones) han ido 30 veces en los últimos cinco años hasta esta sima de la costa norte de Eivissa.
“La mayoría -dice Escrivà- a rescatar a excursionistas que se tiran al agua y luego se dan cuenta de que no pueden salir y nos esperan subidos a una repisa que está fuera del agua. El joven que murió hace un par de semanas no la encontró o no pudo trepar hasta allí porque las condiciones del mar fueron empeorando según caía la tarde. Escalar la pared parece fácil porque hay una cuerda y una escalera, pero es una vía tan complicada como peligrosa. Salir por la galería que conecta la cueva con el mar tampoco es sencillo. Tiene diez metros, al menos, de longitud y hay que pasarlos en apnea porque está sumergida bajo el agua. Completamente, a unos tres o cuatro metros de profundidad. Si hay un poco de mala mar es casi imposible salir de allí porque no puedes bucear mientras un chorro te empuja hacia la cueva”.
Escrivà, quien dedica buena parte de su tiempo libre a la espeleología y conoce las simas más profundas de España, y algunas de Europa, cuenta que esa puerta submarina que se abre y cierra a capricho de la corriente es, paradójicamente, el anzuelo que muerde la osadía de muchos: “En los días soleados se filtran por la galería los rayos del sol. El agua se pinta de color turquesa y eso incita claramente a saltar”.
El monstruo que remueve las tripas de los excursionistas
Con este razonamiento, el bombero acaba de explicar por qué s’Ullal de na Coloms se ha convertido en un fetiche para usuarios de Instagram, YouTube y otras redes sociales. Mientras razonaba, sentado en el salón donde descansan y matan el tiempo los bomberos cuando no les reclama el servicio, Escrivà también cita indirectamente a Nietszche. El filósofo alemán escribió que si miras mucho a un abismo, el abismo acabará por mirar dentro de ti. El monstruo que remueve las tripas de muchos excursionistas que bajan dos kilómetros y medio por una empinada senda hasta un acantilado donde no hay una raya de cobertura telefónica son los vídeos y fotos de las hazañas de quienes pasaron antes por esta piscina de agua salada a la que han rebautizado como la Cueva de la Luz, entre otras cosas porque al llegar allí no se encuentran ningún cartel o señal que les informe del topónimo oficial.
“La mayor parte de ellos no son conscientes del peligro al que se enfrentan saltando al agua. Estamos muy acostumbrados a dialogar sobre cómo nos comportamos los seres humanos con la naturaleza, ¿pero qué hay de cómo se comporta la naturaleza con nosotros?”. Alejandro Pellegrino es un tipo enjuto y largo. La melena rubia algo desmañada y una nariz punzante le dan un aire a uno de los deportistas más emblemáticos de su país, Argentina. Pero aunque se parezca al Pájaro Caniggia la disciplina que practica Pellegrino está en las antípodas, en casi todo, del fútbol. Él es escalador desde que tiene uso de razón. Nació en Córdoba y “desde chico” se enfilaba por cualquier altura que encontrara.
Tras pasar por la Patagonia y los Alpes, recaló en Eivissa hace más de 20 años. Desde entonces se ha dedicado a promocionar la escalada en la isla a través de clubes, escuelas e Ibiza Vertical, la empresa donde ofrece servicios de coach y guía titulado. Nunca ha dejado de abrir y reequipar vías de escalada. Prefiere mantenerlas en el anonimato, precisamente, para evitar que se acerquen personas “sin experiencia que se creen escaladores”. “S’Ullal es un ejemplo claro de lo riesgosas que son la ignorancia y el atrevimiento. Te estás jugando la vida cuando saltas a esa sima. Incluso para escaladores de nuestra experiencia”, dice Pellegrino mirando a Danchú, su compañera personal y profesional.
“Es una ascensión de riesgo si la realizas sin anclajes. Las paredes de ese agujero son muy resbaladizas porque suelen estar húmedas porque están muy cerca del agua, son sombrías y por allí caen las escorrentías de la lluvia. Agarrarte a esos salientes es como agarrarte a una pastilla de jabón. Y ahí está el peligro: si caes es más que probable que te golpees la cabeza porque no es una ascensión totalmente vertical. Nosotros, que estamos y vamos preparados, sabemos que al escalar los sistemas de seguridad pueden fallar y tener un accidente. Quien se la juega de esa forma no es consciente de que su vida está en riesgo… hasta que se ve metido en el problema”, continúa.
Falta de conciencia y rutas no señalizadas
Danchú, que nació en Eivissa pero se crio en una aldea del cantón suizo de Lucerna, cree que el trasfondo del problema es “la falta de educación”. “En Suiza la montaña forma parte de tu vida desde que eres una niña. Aprendes a esquiar siendo muy pequeña, vas al monte, sabes cómo se comporta el tiempo, te vuelves precavido. Aquí esa conciencia no existe porque, además, las rutas y caminos para senderistas no están bien señalizados. Y luego está el efecto de los vídeos que Red Bull lleva varios años grabando en los rincones más espectaculares de nuestra costa: han tenido el mismo efecto que los retos que afronta Kilian Jornet. Él puede irse a correr muchísimos kilómetros en alta montaña ligero de peso, sin ropa de abrigo ni provisiones, ¿pero por qué hay gente que piensa que puede imitar al mejor del mundo en su especialidad?”.
El vídeo que la marca austríaca de bebidas grabó en s’Ullal de na Coloms hace dos años bajo el sol de julio es una referencia para quienes llegan al borde de la sima con drones y cámaras subacuáticas. Van buscando una postal, replicada miles de veces en Instagram por otros usuarios anónimos, sin pensar que quienes se lanzaron al agua –David Colturi, Gary Hunt, Celia Fernández, Jonathan Paredes– eran saltadores profesionales, deportistas de élite. Charlamos en la terraza de un bar perdido en un camino rural de Sant Miquel, con Roca, la perra de los escaladores, a los pies de la mesa.
Un par de días antes, Sant Antoni de Portmany, el municipio donde se encuentra la sima, anunció medidas para evitar desgracias en una cueva que, si no se ha masificado es porque no es sencillo llegar hasta allí. El ayuntamiento planea multar a quienes se tiren a s’Ullal, pero, al mismo tiempo, colocará unos anclajes en la pared que faciliten la escalada. También instalará un repetidor para conectar la zona con el exterior a través del móvil. En caso de emergencia no habrá que remontar 232 metros de desnivel, casi hasta el claro donde se aparca el coche para encontrar cobertura y dar la voz de alarma.
Un camino aprendido de memoria por los bomberos
Hace dos semanas, uno de los amigos de Andrés se perdió al deshacer el camino y tardó tres horas en llegar hasta un punto en el que se encontró con otras personas que llamaron a los bomberos. El Grupo de Rescate Vertical tardó tres cuartos de hora en llegar desde el parque. El camino se lo saben de memoria y, a base de rescates, han aprendido a recorrerlo con el peso justo para evacuar y asistir a un herido o a un excursionista afectado por una hipotermia o en estado de pánico. Es posible que, en caso de haber recibido el aviso antes, hubieran llegado a s’Ullal todavía con luz natural. Cuando lo hicieron ya era de noche y, pese a que bajaron a la sima, el médico había desaparecido. El amigo que permaneció junto al borde del agujero para acompañarlo llevaba un buen rato sin verlo ni escucharlo.
“Si me pides opinión, creo que será contraproducente herrar la guía de escalada y colocar la antena: es como si les abrieran una oficina para que puedan subir los vídeos a las redes y publicar stories en Instagram desde allí mismo”, dice Pellegrino.
Al otro lado del teléfono fijo, Josep Antoni Prats se define como “un ser analógico” que no entiende el placer que puede producir “mostrarle a los demás que has estado en tal o cual sitio”. “Si sospecho que un lugar puede estar masificado, ya no voy. De hecho, a s’Ullal hace años que no baje porque considero que hay otras rutas más bonitas o interesantes en Eivissa. Pero ya sabemos cómo funciona este tiempo: la gente quiere ir donde está la gente”. Prats es un excursionista con mucha experiencia. Estudió Geografía en la Universitat de Barcelona y, al volver a su isla natal a principios de los noventa, además de involucrarse en política (es el presidente insular de Esquerra Republicana de les Illes Balears y concejal en Sant Josep de sa Talaia por la coalición ARA Eivissa) empezó “a caminar como acto político”.
“Pensábamos entonces, y lo sigo creyendo ahora, que conocer nuestro territorio nos ayudaría a protegerlo de la especulación urbanística. Hace treinta años era una amenaza más fuerte que en la actualidad porque había muchas zonas de Eivissa desprotegidas a nivel ambiental. Pero hace ya mucho tiempo que le doy vueltas a este tema: ¿es mejor explicar cómo llegar a determinados sitios o conviene no explicarlo demasiado? Desde que usamos Google Maps u otras aplicaciones de senderismo, ese dilema ya no tiene vigencia porque la información está ahí. Por eso me sorprende que sigamos sin entender que, en el medio natural, somos responsables de nosotros mismos”, explica.
El abecé básico de recomendaciones para senderistas
Y prosigue: “Calzado adecuado, gorra o sombrero para protegerse del sol, agua, algo de alimento; no adentrarse en una zona peligrosa o complicada técnicamente si no se va acompañado; si no se está en forma o hace tiempo que no se camina conviene empezar por una ruta sencilla; informar a algún familiar o amigo del lugar al que se va antes de partir”. Prats recita el abecé de cosas básicas que debe llevar o hacer cualquier senderista cuando pone un pie en el bosque. Parecen sacadas de una autorización que un colegio o instituto envía a las familias antes de una excursión, remiten a la infancia o adolescencia.
Para Bernat Escrivà, esos conceptos tan primarios están más que olvidados en muchas cabezas. Relata el bombero que muchas de las personas que se han quedado atrapadas en s’Ullal de na Coloms, dentro del agua o en el acantilado, habían bajado hasta allí en deportivas o, incluso, chanclas. Sin apenas líquido para hidratarse. En las horas más calientes de los días más calientes del año. “Son tantas las imprudencias que, simplemente, pensando un poquito antes de actuar, nos ahorraríamos muchos sustos y alguna desgracia”, dice Escrivà mientras su cabeza vuela hasta sa Pedrera de Cala d’Hort. Una cala salvaje salpicada de bloques de piedras y protegida por una duna gigante y una pared inmensa y completamente vertical, una meca para los escaladores de la isla y un centro de entrenamiento para los bomberos.
“Cuando vamos allí a escalar preferimos darle la espalda al mar. Es increíble el reguero de gente que baja hasta la orilla pensándose que va a una cala normal. No es una ruta complicadísima, de acuerdo, pero si vas en chancletas y cargado con una nevera es posible que no puedas remontar los doscientos metros de desnivel que hay desde abajo hasta el aparcamiento. O que te tuerzas un tobillo y tengas que llamarnos para que te rescatemos”, añade.
Unos días después, en la sala de prensa del Consell d’Eivissa, Bernat Escrivà presentará a los medios de comunicación un dossier en el que propone medidas a los ayuntamientos para que mejoren la seguridad en s’Ullal de na Coloms, sa Pedrera de Cala d’Hort (donde explicará que también han rescatado a 30 personas en los últimos cinco años) y otros cuatro lugares próximos a la costa. Repetirá el caporal de los bomberos que el patrón se repite: la gente sabe cómo entrar en la cala, pero no cómo salir. Advertirá de que es necesario sustituir las cuerdas que algunos han colocado –y otros se dedican a retirar– espontáneamente por cadenas homologadas y que, si no se hace, en algunas rutas como la que baja por un desfiladero hasta llegar a la cala de ses Balandres, también en Sant Antoni, podría llegar a suceder una desgracia porque cada vez son más las personas que quieren ir hasta allí.
El coste de hacerse un selfie al borde de un acantilado
Aprovechará los micrófonos y las cámaras de televisión que graban sus palabras para pedir sentido común a todo aquel que se acerque a entornos casi vírgenes que las modas turísticas han convertido en hormigueros humanos. No muy lejos de sa Pedrera, en la plataforma que queda justo debajo de la torre des Savinar, han muerto nueve personas en los últimos años por caerse desde el acantilado. Un resbalón mientras se sacaban un selfi con los islotes de es Vedrà y es Vedranell le costó la vida a más de uno. Por eso, Escrivá propondrá que se proteja el borde de los acantilados con una barrera. Ignacio Andrés, conseller de Gestión Ambiental, escuchará las explicaciones del bombero especializado en rescates y asegurará que confía en que los ayuntamientos de Sant Antoni, Sant Josep y Santa Eulària des Riu tomen medidas antes de la próxima temporada turística, aunque no sea un procedimiento sencillo al tener que consensuar muchas acciones con la Demarcación de Costas, al tratarse de lugares que están a menos de cien metros del litoral.
“En la reunión que acabamos de tener también se ha hablado de la importancia de aclarar en nuestros portales y en los eventos de promoción turística a los que acudimos cómo debemos comportarnos cuando visitamos lugares como s’Ullal de na Coloms”, añadirá el conseller.
Un días después de que tuviera lugar esta rueda de prensa, los padres de Andrés Felipe Cabezas regresaban a Colombia. La campaña de micromecenazgo que lanzaron tras la muerte de su hijo les permitió conseguir los 40 millones de pesos (9.000 euros) que costaba la repatriación del cadáver. Muchos sanitarios que conocieron al médico durante el año que trabajó en el hospital de Can Misses aportaron algo de dinero. Los familiares de Andrés han tenido que esperar dos semanas para completar todos los trámites y en los próximos días lo enterrarán en Cali. Un proceso tan largo y doloroso como las veintitrés horas transcurridas desde que los bomberos constataron que el joven no se encontraba en la superficie del agua hasta que el temporal amainó y los agentes del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil pudieron bucear y sacar el cuerpo de Andrés del fondo de s’Ullal de na Coloms, una piscina de agua salada convertida en ratonera a causa de una imprudencia.
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