La extraordinaria reforma (hasta ahora perdida) que rescató una de las mayores joyas góticas de España

Declarada Monumento Histórico Artístico en 1931, la Catedral de Mallorca, una de las mayores joyas góticas de España, ha sufrido no pocas restructuraciones desde que, con el inicio de su construcción en el siglo XIII, se configurase como una de las principales infraestructuras de la Baja Edad Media en la isla tras su conquista por las tropas de Jaume I. Desde su privilegiada posición al frente de la fachada marítima de la capital balear, la popularmente conocida como la Seu ha sido testigo de los numerosos acontecimientos que desde entonces han azotado Mallorca, como los embates que piratas y corsarios ejercieron sobre la costa y la construcción y derribo de las sucesivas murallas que han rodeado 'Ciutat', como fue denominada Palma tras desembarco de la escuadra cristiana. Los historiadores coinciden en situar la antigua ciudad romana de Palma y, con posterioridad, la musulmana Madina Mayurqa, en los alrededores del espacio que hoy ocupa el templo más emblemático de la isla.

El claustro de la Catedral de Mallorca expone por primera vez juntos los diez planos que dibujó el arquitecto Juan Bautista Peyronnet en 1854 para restaurar el templo y frenar el deterioro estructural que venía sufriendo desde el siglo XV y que causaba una peligrosa inclinación de 1,3 metros en su fachada. Era la época de las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos llevada a cabo en el marco de la reforma liberal del siglo XIX, a partir de las cuales comenzó a forjarse una mayor concienciación en torno al patrimonio religioso local y sobre la importancia de preservar los vestigios artísticos del pasado. De los 43 conventos que había en Mallorca en 1836, 33 acabaron desamortizados, lo que aportó más de 100.000 reales a la Hacienda del Estado, según los datos de la entidad Palma XXI.

Una de las características que definen la Catedral de Palma es su rosetón: con 13 metros de diámetro, es el mayor de todas las catedrales góticas europeas. También cuenta con una de las naves de mayor altura y su bóveda alcanza una altura de 44 metros, lo que la sitúa como el segundo templo más alto de la época, únicamente superado por la Catedral de Beauvais.

Ahora, la exposición ‘Los inicios de la restauración monumental en España: los planos de J.B. Peyronnet para la Catedral de Mallorca (1854)' reúne por primera vez todos los planos del arquitecto madrileño, dos de los cuales, los números 8 y 10 que representan la sección interior de la Catedral reformada y el alzado del campanario, no se habían localizado hasta ahora y se consideraba que se habían perdido irremediablemente. Sin embargo, el Archivo Capitular de Mallorca localizó los dos planos en fechas relativamente recientes y finalmente han podido ser catalogados. En la actualidad se encuentran pendientes de restauración.

Palma se encomienda a la modernidad

Los planos reflejan los diseños que Peyronnet presentó al Ministerio de Gracia y Justicia para intervenir en la Seu. Y es que la Catedral de Mallorca había ido arrastrando graves problemas estructurales desde finales de la época medieval, cuando aún se encontraba a medio construir. El siglo XIX fue, además, una época de profundos cambios en Palma: había que transitar desde la mentalidad que había imperado en el antiguo régimen, de carácter mayoritariamente defensivo, a una más moderna y abierta a los nuevos tiempos.

Al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la nueva burguesía comenzó a clamar por el derribo de la muralla renacentista que circundaba la ciudad -y que muchos consideran la obra más colosal de cuantas se han construido a lo largo de los más de 2.000 años de historia de Palma-. Las autoridades atribuían a la fortificación el hecho de que la población viviera hacinada y en condiciones de insalubridad. Sin embargo, otras voces aducen que, en realidad, había otros motivos de suficiente peso que explicaban esa deficiente situación higiénica, como la ausencia de alcantarillas, el escaso abastecimiento de agua potable o los entierros en los cementerios situados frente a las iglesias, frecuentes focos de infección.

Junto a ello, durante el trienio liberal (1820-1823) fue demolida la conocida como 'La casa negra', sede de la Inquisición en Mallorca y, con el desarrollo del romanticismo, comenzó a ponerse en valor el patrimonio religioso medieval, rico en elementos, pero ruinoso en muchos lugares. La creación de las Comisiones Provinciales de Monumentos en 1844, la fundación de la Academia Provincial de Bellas Artes en 1849 y las Reales Órdenes de 1850 despertaron el interés en el cuidado de estas edificaciones y, en este contexto, las miradas comenzaron a posarse sobre el estado de la Catedral.

La construcción de una nueva fachada

Aprovechando el desarrollo del proyecto de investigación 'Estudio diagnóstico comparado para la conservación del patrimonio artístico religioso en las islas de Mallorca y Menorca', financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y ejecutado por investigadores del Grupo de Conservación del Patrimonio Artístico Religioso de la UIB, la Cátedra Seu de Mallorca, dirigida por el doctor en Historia del Arte Andreu Villalonga, decidió organizar la exposición que exhibe el conjunto completo de los planos de Peyronnet por primera vez desde que se presentaron en la Exposición Universal de París en 1855.

Como señala Villalonga, recuperar los dos planos “desaparecidos” y reunir los otros diez permite “tener una visión de conjunto” y “poner en valor” la intervención de Peyronnet, que se dio, señala, “en un momento clave”. La propuesta de restauración implicó la construcción de una nueva fachada principal (la de poniente), que se encontraba parcialmente desmantelada, lo que generó la polémica, dado que fue “muy problemática tanto a efectos administrativos como estilísticos”. La reforma de la Catedral de Mallorca fue, además, la que inició las intervenciones restauradoras en las grandes catedrales españolas al ser la primera que se acometió “en un momento muy inicial de la restauración monumental en España”, explica el profesor.

La reforma de la Catedral de Mallorca fue la que inició las intervenciones restauradoras en las grandes catedrales españolas al ser la primera que se acometió 'en un momento muy inicial de la restauración monumental en España', explica el profesor Andreu Villalonga

La importancia de los planos radica en que, junto con la memoria de la propuesta que planteó el arquitecto, suponen un instrumento esencial “para poder entender la historia de la catedral, tanto constructiva como de sus usos”, y comprenderla antes y después de la reforma. Durante la presentación de la exposición, Villalonga explicó que, en primer lugar, se intervino sobre la fachada, finalizada en 1888 en una obra que Peyronnet no llegó a ver terminada porque falleció en 1875. Diez años después, ya con el obispo Pere Joan Campins, fue impulsada la reforma interior que realizaría Antoni Gaudí, quien optimizó la acústica del templo y eliminó un altar barroco para exponer el antiguo altar gótico.

Siguiendo las recomendaciones del informe de restauración que entregó el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, los dibujos han sido digitalizados y expuesto en fotografías de alta resolución para no afectar a la conservación de unos bienes patrimoniales frágiles. La Cátedra Seu de Mallorca ha sido la encargada de financiar la restauración virtual de los dos planos que ha recuperado el Archivo Capitular de la Catedral, llevada a cabo por el conservador-restaurador de bienes culturales Joan Gual Amengual.

La Catedral, ubicada sobre la antigua mezquita mayor

Uno de los estudios sobre las sucesivas reformas del templo, llevado a cabo por la catedrática y doctora en Historia del Arte María Pilar García Cuetos, señala que el hecho de que la Catedral ocupase el solar que previamente había ocupado la mezquita mayor de la ciudad provocó una superposición de estructuras que acabó generando numerosos problemas de estabilidad. Como explican desde la Catedral, a lo largo del tiempo la mayor parte de las bóvedas de las naves tuvieron que repararse. Algunas, incluso, acabaron derrumbándose y tuvieron que reconstruirse íntegramente. Además, la fachada principal, erigida a partir de 1503, no disponía de entidad suficiente para contrarrestar el empuje de los arcos formeros de la nave central, lo que provocó un progresivo desplome del frontis que, a mediados del siglo XIX, llegó a alcanzar los 130 cm. 

El hecho de que la Catedral ocupase el solar que previamente había ocupado la mezquita mayor de la ciudad provocó una superposición de estructuras que acabó generando numerosos problemas de estabilidad

La situación estructural de la Seu era límite. Sin embargo, empeoró aún más la madrugada del 15 de mayo de 1851, cuando un grave terremoto, el de mayor intensidad registrado nunca en Mallorca, derribó parte de una de las torres extremas de la fachada. Ante esta problemática, el Capítulo de canónigos de la Catedral decidió que era imprescindible actuar y encargó al arquitecto Antoni Sureda el desmontaje parcial de la fachada. Finalmente, la Comisión Central de Monumentos encargó la labor a Peyronnet, quien, entonces, ejercía de profesor de Estereotomía en la Escuela de Arquitectura de Madrid.

La construcción de la nueva fachada era la tarea más urgente de la reforma y suponía una operación tan compleja que se alargó hasta 1888. Peyronnet, que murió en 1875, no la pudo ver acabada. A pesar de que su diseño fue duramente criticado dentro del contexto local, desde la Catedral ponen en valor la pericia técnica del arquitecto madrileño al haber logrado revertir los problemas estructurales de la fábrica. La segunda fase de la intervención, la reforma interior del templo, no se llegó a ejecutar tal y como la había propuesto Peyronnet, pero no se perdió del todo, puesto que sirvió de hoja de ruta al proceso de restauración litúrgica y reforma interior emprendida a principios del siglo XX por el Obispo Pere Joan Campins y el arquitecto Antoni Gaudí.

La construcción de la nueva fachada era la tarea más urgente de la reforma y suponía una operación tan compleja que se alargó hasta 1888. Peyronnet, que murió en 1875, no la pudo ver acabada

El nacimiento de la concienciación patrimonial

A lo largo de las últimas décadas se han llevado a cabo numerosos estudios sobre las reformas que ha precisado la Catedral de Palma, así como en torno al nacimiento de la conciencia conservadora del patrimonio religioso durante el siglo XIX, que permitió su protección y conservación hasta nuestros días. Como explica Sebastián Escalas Sucari, investigador del grupo de Conservación del Patrimonio Artístico Religioso de la UIB, en su estudio El nacimiento de la conciencia patrimonial religiosa y los museos de la Diócesis de Mallorca en la primera mitad del siglo XX, entre los siglos XVIII y XIX la figura del viajero ya había acrecentado la sensibilización en torno a la tutela del patrimonio cultural y despertó el interés por el estudio del pasado, lo que conllevaba una mayor necesidad de preservación, unido la gran notoriedad que adquirió la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País a la hora de concienciar al respecto.

Como explica Escalas, quien ha participado activamente en distintos procesos de restauración de bienes culturales en la Seu, influyeron en esta concienciación dos estudios realizados a principios del siglo XIX: Descripción de la Catedral de Palma y Consideraciones o dictamen sobre el proyecto de quitar el coro del centro de la Catedral de Palma, en los que se realizó la primera consideración sobre el mal estado de conservación de la fábrica catedralicia y la problemática litúrgica de la disposición del coro en el interior del recinto. A partir de ese momento, comenzó a plantearse la necesidad urgente de intervenir sobre el monumento para asegurar su conservación, nombrándose a Peyronnet como el responsable de ejecutar la primera gran reforma del templo, teniendo en cuenta, además, el estado en el que se encontraba tras el terremoto de 1851.

El investigador subraya que aquella primera intervención “inauguró por primera vez en Mallorca la práctica del método proyectual en el ámbito de la restauración monumental de repercusión directa sobre la práctica litúrgica de un templo religioso”, que culminó a principios del siglo XX con la intervención de Gaudí. A partir de ese momento, la Iglesia impulsó numerosas iniciativas dirigidas a estimular esta conciencia. De hecho, el primer Congreso Católico Nacional, celebrado en Madrid en 1889, supuso un gran paso a la hora de sensibilizar sobre la importancia de preservar el patrimonio eclesiástico para la posteridad y de crear museos que albergasen los numerosos objetos en desuso dispersos por parroquias y seminarios, específicamente mediante la creación de una cátedra de Arqueología Sagrada en los Seminarios Conciliares y la creación de los Museos Diocesanos con el objetivo de ilustrar al clero y avivar el interés hacia el arte de todas las clases sociales.