En un principio, los investigadores pensaron que Malén se había marchado voluntariamente, pero con el tiempo la hipótesis de que había desaparecido de forma forzosa comenzó a cobrar fuerza. La joven acababa de salir del instituto de Santa Ponça, en el término municipal de Calvià (Mallorca). La cámara de seguridad de una gasolinera la grabó por la tarde junto a su monopatín de color verde flúor. Vestía una camisa de cuadros, una chaqueta vaquera, pantalones rasgados y unas zapatillas rosas. Había bajado del autobús en la conocida como 'rotonda de los piratas', en Magaluf, y tenía previsto ir a comer a casa de su novio, en Son Ferrer, pero nunca llegó a su destino. Era el 2 de diciembre de 2013 y Malén Zoe Ortiz contaba con 15 años de edad.
La semana pasada, efectivos de la Guardia Civil se desplegaron con perros especializados y una excavadora en el área de Sa Porrassa, junto a una yeguada, a apenas un kilómetro del punto en el que se le perdió el rastro, de acuerdo a la reconstrucción efectuada por el Instituto Armado.
La exploración, sin embargo, no ha arrojado ningún nuevo dato sobre Malén. Desde la desaparición de la joven mallorquina de origen argentino, los cuerpos de seguridad y emergencias no han cesado de intentar averiguar su paradero por tierra, mar y aire. Aunque muchas de esas gestiones no han trascendido a la opinión pública, fuentes del Instituto Armado aseveran a elDiario.es que no dan por cerrada una búsqueda hasta el hipotético caso de que la persona desaparecida cumpla 105 años.
Una investigación sin precedentes en Mallorca
A lo largo de estos años, los investigadores han peinado escrupulosamente la zona en busca del más mínimo vestigio que les pueda conducir hasta Malén e incluso escudriñado cuevas, acequias, torrentes, vertederos, descampados, fincas abandonadas, pozos, interior de vehículos y hasta el poblado chabolista de Son Banya, a las afueras de Palma, además de contrastar cientos de llamadas recibidas con supuestas pistas acerca del destino de la joven fruto de la gran repercusión que generó su desaparición. Una de ellas era la de un testigo que aseguraba haberla visto acompañada de otro joven, la tarde de los hechos, en un mercado navideño de Santa Ponça, pero la información no pudo ser verificada.
Con todo, las pesquisas apuntan a que, en un radio tan reducido –de unos 500 metros, distancia que separaba la cámara que la grabó y la siguiente que había instalada en el trayecto que pudo recorrer y que los investigadores estiman en unos 20 minutos–, su desaparición únicamente podría responder a la intervención de terceras personas.
Las pesquisas apuntan a que, en un radio tan reducido en el que su pista se volatiliza y conociendo el lugar preciso en el que la menor fue vista por última vez, su desaparición únicamente podría responder a la intervención de terceras personas.
Tras la desaparición de la menor, una de las primeras diligencias que se llevaron a cabo fue el interrogatorio de su novio, cuya implicación acabó siendo descartada y quien explicó que ese día la joven le había llamado para decirle que iría a comer a su casa porque se había dejado las llaves de su domicilio. Al ver que no llegaba, decidió ponerse en contacto con ella, pero el teléfono se encontraba apagado. Según las investigaciones, el móvil de la menor había sido desconectado a las 15:45 horas.
Una ruta de tres kilómetros y varias cámaras de seguridad
Mientras tanto, numerosos efectivos de la Guardia Civil, Policía Local de Calvià, Bombers de Mallorca y Protección Civil, además de los propios familiares de la joven, buscaron día y noche sin resultado alguno. Los investigadores se centraron en el trayecto que pudo haber recorrido, entre la rotonda en la que se hallaba la parada de autobús donde se había apeado y la zona en la que vivía su pareja. Tres kilómetros a lo largo de los cuales había al menos tres cámaras de seguridad que de inmediato fueron analizadas. Una de ellas fue la que mostró por última vez a la joven con su monopatín.
Días después, el Instituto Armado tomó declaración como testigo al padre de Malén. Explicó que la secretaria de su despacho había hablado con ella poco antes de desaparecer: había llamado a su trabajo para avisar de que iría a comer a casa de su novio. Los investigadores determinaron, por tanto, que la joven había efectuado dos llamadas antes de que su pista se perdiese: a su pareja y a su progenitor, con quien no pudo hablar porque no se encontraba en su oficina. Después, el móvil ya no volvió a dar señal alguna.
Por su parte, la madre de Malén relató que se encontraba en Tailandia cuando le avisaron de que su hija había desaparecido. La compleja relación que, al parecer, atravesaban en ese momento su familia y la joven llevó inicialmente a los investigadores a barajar la posibilidad de que se tratara de una fuga. La imagen de la menor, mientras tanto, no dejaba de extenderse por cada rincón de Mallorca en varias de las jornadas más agitadas que se recuerdan en la isla.
Vínculos con desconocidos
A partir de ese momento, los investigadores se volcaron en rastrear si Malén tenía vínculos con otras personas más allá del entorno familiar y se sumergieron en sus redes sociales para averiguar si había establecido contacto con desconocidos. No hallaron ningún dato determinante sobre su desaparición, si bien descubrieron que había abierto un perfil en una página en la que adolescentes respondían a preguntas de personas ajenas a ellos. Entre las conversaciones encontraron multitud de mensajes personales de la menor, pero, de nuevo, nada que pudiera conducirlos hasta ella.
Mientras cada semana su familia convocaba concentraciones para implorar su regreso, la Policía Nacional comenzó a recibir llamadas que ubicaban a Malén en el poblado de Son Banya. Tras irrumpir en él, los agentes no encontraron ningún rastro de la desaparecida.
La Policía Nacional comenzó a recibir llamadas que ubicaban a Malén en el poblado de Son Banya. Tras irrumpir en él, los agentes no encontraron ningún rastro de la menor desaparecida
El transcurso de las semanas llevó a los investigadores a sustentar una nueva hipótesis: la del secuestro. La zona en la que se la había visto por última vez volvió a ser objeto de sus batidas. Las pesquisas llegaron hasta un chalet próximo a Sa Porrasa, donde vivía un indigente cuya intervención en el caso fue finalmente rechazada. Poco después, los investigadores detectaron movimientos en la cuenta de Facebook de la joven. La localización y análisis de esas señales los condujeron hasta una vivienda del barrio palmesano de Son Sardina, desde donde una joven había logrado acceder al perfil de la adolescente desaparecida. Tras interrogarla, se llegó a la conclusión de que únicamente quería ayudar en la búsqueda de la menor y, por tanto, tampoco estaba involucrada en su desaparición. Nada parecía aportar ninguna información concluyente acerca de dónde se encontraba Malén.
La familia no quiere olvidar
En enero de 2018, el padre de la joven, Alejandro Ortiz, quien había llegado a ofrecer cuantiosas recompensas a quien pudiera aportar algún dato sobre su hija, publicó un vídeo en Facebook en el que daba por fallecida a su hija y aseguraba que sus “asesinos” se encuentran en Palma y que “alguien sabe lo que pasó”. “Sé que el asesino o los asesinos de mi hija están en Palma y alguien sabe lo que pasó”, declaró en la filmación tras conocer la “terrible noticia” del asesinato de Diana Quer, quien había desaparecido sin dejar rastro el 22 de agosto de 2016.
Hasta el momento, los familiares de Malén han convocado varias concentraciones anuales coincidiendo con el día de su desaparición. En una de ellas, la madre y la abuela de la joven firmaron un texto en el que pedían ayuda “para no caer en el olvido” y que se continúe “buscando e investigando”. El regreso de los investigadores al lugar en el que se le perdió el rastro insufló oxígeno nuevo a las pesquisas, archivadas judicialmente en 2019, pero a las que la Guardia Civil continúa consagrada. La búsqueda concluyó, una vez más, sin resultados.