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¡Hombres, a reprogramarse!

El machismo ha sido protagonista esta semana pasada por dos noticias distintas. Por un lado, teníamos a Jeremías Pérez Bartolome (alias Álvaro Reyes), un joven que daba cursos de supuesta seducción que esconden una profunda objetualización de la mujer y un machismo disfrazado de “emprendizaje del amor”. Por otro lado teníamos al candidato del Partido Popular, Arias Cañete, haciendo unas desafortunadas declaraciones en las que decía que “Debatir con una mujer es difícil porque mostrar superioridad intelectual parece machista”. Hay que asumirlo, el machismo es trending topic con mucha frecuencia (Aviso: si ya estás iniciado o iniciada en las prácticas feministas, lo que vas a leer a continuación te va a resultar obvio y repetitivo. Si no lo estás, y además eres hombre heterosexual, abre tu mente, porque me dirijo a ti).

Feminismo no es lo contrario que machismo

El machismo es un sistema de opresión transversal que está inserto en nuestra sociedad como un cáncer lo está en un cuerpo. Ese sistema opresor ha otorgado privilegios por defecto a los hombres heterosexuales y ha oprimido a las mujeres, gays, transexuales, etc. Si eres hombre heterosexual y leer esto te hace sentir incómodo, no te alarmes. Escribirlo también me genera inseguridad. No porque no haya muchísimos datos que corroboren esas afirmaciones (el machismo mata, no es un eslogan, es una realidad constatada -“El varón, arma de destrucción masiva”, artículo de José Ignacio Torreblanca-) sino porque eso me sitúa directamente dentro de ese grupo de personas. Formo parte del grupo de los opresores y del grupo que arrastra ciertos privilegios incluso si como individuo no lo deseas. ¿Ejemplos?

Estoy seguro de que en tu familia en algún momento se ha vivido ese momento de la sobremesa en que algunos hombres muestran cierta pereza para recoger la mesa y suelen ser las mujeres las que diligentemente lo hacen. Estoy seguro de que alguna vez has ido en un vagón de tren en el que hay en dos asientos contiguos un hombre y una mujer: el hombre abre sus piernas a sus anchas e invade el asiento de la mujer y la mujer permanece retraída físicamente. Estoy seguro de que alguna vez has visto como juegan niños y niñas en los parques: los niños tienden a ser expansivos y ocupan el espacio entero. Las niñas se agrupan y juegan en los márgenes de la plaza. Por supuesto que existen muchas excepciones (estoy seguro de que habrá hombres indignados señalando la generalización que suponen estos ejemplos; también apuesto a que alguno criticará la falta de base científica; y por supuesto habrá quien diga que eso son gilipolleces).

Para todas estas personas, solo os digo: todo esto que digo no lo digo solo yo. Está cada vez más documentado y comentado por muchas personas y colectivos en diferentes contextos. Y hacer una crítica a ese sistema, que en muchos casos ha permanecido invisibilizado porque se consideraba algo “natural”, es lo que hace el feminismo.

Por eso, feminismo no es lo contrario que el machismo. El feminismo no mata. El feminismo combate el machismo. ¿Resulta incómodo hacerse preguntas sobre privilegios sociales que tú no ayudaste a construir? ¿Te sientes atacado si se te atribuyen problemas que crees que no fomentas? Lo siento, esa incomodidad nunca será comparable con la diferencia en los porcentajes de agresión sexual que sufre una mujer en comparación con la que sufre un hombre.

Feminismo contra machismo no es mujeres contra hombres

En medio de la polémica, Jeremías Pérez editó un vídeo titulado “¿Quién es Álvaro Reyes?”, en el que alguno de sus amigos y “estudiantes”, aparecen hablando de él y defiendo su figura. El vídeo termina con Álvaro diciendo: “Jamás he sido un machista (...) No he tratado de hacer apología del acoso sexual”. Al margen de lo difícil que sea que intente defender eso una persona que agarra sin su consentimiento a otra persona para besarla y defiende eso como técnica de seducción, o que soslaya los pasos previos a una violación enmascarándolo en otra de sus “técnicas”, me gustaría detenerme en las frases de una de las chicas que aperece en su vídeo. Ella dice “Álvaro me hizo sentir protegida (...) Me pareció un chico super-caballeroso”.

Algunas de las claves del concepto de caballerosidad (no todas, podría decirse, no sin debate, que hay algunas que responden a la simple cortesía o buena educación) responden a una idea normativa de lo que un hombre heterosexual debe ser: un macho protector. Además, la caballerosidad se fundamenta en un paternalismo según el cuál dicha protección es necesaria porque la mujer es débil.

Esa asunción de debilidad (fragilidad, delicadeza, etc.) ha sido permanentemente usada para minusvalorar a las mujeres en contextos que nada tienen que ver con la violencia pero que al final, son violentos por los estereotipos que representan. La frase de Cañete es prueba de ello. El lado oscuro de la caballerosidad. “Soy más fuerte que tú, tú eres la débil”. Pero como demuestra el vídeo de Álvaro Reyes, esta asunción de macho/fuerte y mujer/débil no es única y exclusivamente algo de hombres. Las mujeres que avalan declaraciones como las que ha hecho Cañete, una de dos, o son unas hipócritas o son unas machistas. Y por más que nos duela reconocerlo, la madre que protege a su hijo varón y lo exime de hacer las tareas del hogar y que deja que sean sus hermanas las que lo hagan “porque así como se ha hecho siempre”, también está incurriendo en un comportamiento machista. Así que, existen mujeres machistas y, ¡oh!, también existen hombres feministas.

Hombres feministas

Esta no es una lucha solo de mujeres. Si realmente queremos ver cambios sociales significativos (y siguiendo aquella máxima de Ellen Burstyn, pero dedicada a las mujeres) los hombres heterosexuales tenemos que reprogramarnos (“Hombres, en serio”, de Silvia Nanclares). Afortunadamente, esto ya no es una novedad. Es cada vez más común encontrar a hombres heterosexuales que están esforzándose por deconstruir y reconstruir su masculinidad y hay grupos que lo están trabajando (podría crear una lista de iniciativas si me las sugerís en los comentarios, gracias de antemano). Pero como aviso a navegantes: la realidad resultante será más compleja y no exenta de contradicciones. He conocido a hombres que militaban en movimientos sociales y usaban el femenino genérico (como gesto de apoyo a las luchas feministas) y después eran personas tremendamente celosas. He conocido a alguna mujer feminista que incurre en cierta clase de matonismo digital cuando se trata de desprestigiar a alguien que no entiende el feminismo. Por supuesto, este matonismo digital nunca será nada comparable con lo que el machismo analógico es capaz de hacer.

También he conocido a muchos hombres heterosexuales que para justificar nuestra dificultad para tocarnos mutuamente en contextos sociales, usaban la homosexualidad como broma para poder realizar esos tocamientos sin sentirse incómodos. Yo mismo incurro a veces en comportamientos machistas sin darme cuenta porque forman parte de una heterosexualidad que nos es prácticamente impuesta como modelo desde que somos pequeños. Es decir, no va a ser fácil.

Pero lo que es evidente que somos los hombres heterosexuales los que más tenemos que trabajar en nuestra reprogramación. Y necesitamos ayuda. Necesitamos espacios para repensarnos conjuntamente para no construir la nueva masculinidad desde la culpabilidad, sino desde la responsabilidad. Hombres, vamos. La reprogramación será feminista, o no será.

El machismo ha sido protagonista esta semana pasada por dos noticias distintas. Por un lado, teníamos a Jeremías Pérez Bartolome (alias Álvaro Reyes), un joven que daba cursos de supuesta seducción que esconden una profunda objetualización de la mujer y un machismo disfrazado de “emprendizaje del amor”. Por otro lado teníamos al candidato del Partido Popular, Arias Cañete, haciendo unas desafortunadas declaraciones en las que decía que “Debatir con una mujer es difícil porque mostrar superioridad intelectual parece machista”. Hay que asumirlo, el machismo es trending topic con mucha frecuencia (Aviso: si ya estás iniciado o iniciada en las prácticas feministas, lo que vas a leer a continuación te va a resultar obvio y repetitivo. Si no lo estás, y además eres hombre heterosexual, abre tu mente, porque me dirijo a ti).

Feminismo no es lo contrario que machismo