Miguel Ángel Blanco se presentó en una lista electoral en una época en la que se jugaba la vida por el mero hecho de hacerlo. Y le asesinaron por ello de la manera más vil y cobarde.
Se presentó por el Partido Popular porque supongo que creía en sus ideas y quería defenderlas y construir una mejor sociedad para todos, no sólo para sus votantes. Era un demócrata. Y unos asesinos acabaron con todo ello en un segundo.
Se cumplen 20 años del crimen y no puedo ni imaginarme qué es lo que diría Miguel Ángel si pudiera ver lo que ha estado haciendo su partido a lo largo de estos años con el terrorismo y con sus víctimas. El cómo han instrumentalizado una y otra vez a las víctimas, las han utilizado para sus fines políticos y partidistas sin el más mínimo cuestionamiento moral.
Me imagino a Miguel Ángel llevándose las manos a la cabeza al ver en la tele a Acebes y Aznar mintiendo sobre la autoría del peor atentado que hemos tenido en nuestro país para intentar ganar unas elecciones con 191 cuerpos sin vida pero todavía calientes en IFEMA. Habría sufrido mucho de saber que el PP de Madrid realizó al menos 12 operaciones de blanqueo durante esa misma mañana del 11-M. ¿Y qué le parecería el hecho de que su partido haya ninguneado tantos años a la 'molesta' asociación de víctimas del 11-M? Seguro que Miguel Ángel creía que todas las víctimas del terrorismo son iguales y merecen el mismo respeto. Todas.
Lo habría pasado fatal al escuchar cómo un dirigente del PP de Canarias (y ex diputado) llamaba a Eduardo Madina “el cojito de la ETA”. O cuando se enterara de que donativos entregados por ciudadanos para pagar seguridad privada a los cargos ‘de su partido en Euskadi fueron en realidad utilizados por el PP para pagar su sede de Bilbao.
Miguel Ángel seguro que, a diferencia de su partido, habría sabido separar lo que es el disenso político del terrorismo y no habría aceptado en ningún caso que desde su partido llamaran ‘etarras’ a otras fuerzas políticas o a activistas como hizo Cifuentes con Ada Colau. Tampoco le harían gracias los comentarios jocosos sobre fosas y desaparecidos que hacen de forma repetida sus compañeros de partido como Rafa Hernando o Pablo Casado. ¡Hacer burla de desaparecidos y asesinados! Como él mismo.
Sin duda, Miguel Ángel habría protestado en estos días al ver cómo sus compañeros de partido insultaban y ponían en duda la integridad en los actos del aniversario de su asesinato de una persona como Manuela Carmena. Una persona que –al igual que él– fue amenazada por ETA. Y que además sobrevivió por casualidad a otro atentado, porque Miguel Ángel Blanco era un demócrata, y seguro que consideraba que no sólo los asesinos de ETA son terroristas sino que hay otros. Que la lucha contra el terrorismo no entiende de colores ni partidos.
Miguel Ángel habría flipado de enterarse que incluso el acto de su propio homenaje, el 16 de noviembre de 2006, fue utilizado por el Gobierno de Esperanza Aguirre para fraccionar contratos y dar dinero a empresas de la trama Gürtel. O de que en 2015 la ahora presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, rechazara asistir al homenaje a las víctimas del 11M de una determinada asociación, pero acudiera a la de otra. “La suya”. Miguel Ángel no creería en eso de que los partidos tengan “asociaciones de víctimas del terrorismo de cabecera”.
Por último, Miguel Ángel Blanco lloraría desconsolado al ver cómo su partido (que a estas alturas no podría reconocer ya como suyo) prolonga y prolonga el fin del terrorismo en nuestro país por meros intereses partidistas.
Quiero creer que Miguel Ángel Blanco descansa en paz. Lo deseo. Pero como esté en un sitio desde el que haya ‘podido ver’ todo lo que ha hecho el Partido Popular en lo relativo al terrorismo y sus víctimas en estos 20 años tras su vil asesinato no creo que haya descansado mucho.
Miguel Ángel Blanco se presentó en una lista electoral en una época en la que se jugaba la vida por el mero hecho de hacerlo. Y le asesinaron por ello de la manera más vil y cobarde.
Se presentó por el Partido Popular porque supongo que creía en sus ideas y quería defenderlas y construir una mejor sociedad para todos, no sólo para sus votantes. Era un demócrata. Y unos asesinos acabaron con todo ello en un segundo.