“Pensábamos que tras luchar por la humanidad contra Daesh, el mundo no iba a dejarnos solos”
Sehid Kendal es como este joven se hace llamar en homenaje a un compañero con el que combatió en Raqqa contra el Estado Islámico. Ambos formaron parte del mismo grupo de las YPG, las Unidades para la Autodefensa del Pueblo. Estas milicias kurdas lideran la coalición multiétnica de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), en la que confluyen organizaciones políticas y militares kurdas, árabes y siríacas cristianas y que gobiernan la Federación del Norte de Siria.
Su compañero y amigo murió en febrero en Afrín, luchando contra la invasión del Ejército de Turquía, en la que también intervienen grupos armados islamistas.
Sin ser aventurero ni militar, ¿qué le condujo a Siria?
Tenía varias motivaciones. La más básica era luchar contra el Daesh y quienes toman el islam como excusa para el terrorismo. Por otra parte, quería expresar mi solidaridad con el pueblo kurdo al que se le ha negado la soberanía y la capacidad de organizarse. Como historiador, tengo claro que sobre este pueblo se viene cometiendo una de las más grandes injusticias en la historia.
Además, me considero un revolucionario y el proyecto político kurdo, y ya no solo kurdo, sino de las FDS, lo es; socialista, profundamente democrático, feminista y anti-imperialista. Anti-imperalismo no solo en relación a potencias extranjeras, sino también contra quienes quieren imponer su supremacía sobre otros pueblos dentro de la misma Siria u Oriente Medio. En ese sentido, su proyecto integra a todas las comunidades y pueblos (árabes, turcomanos, kurdos, yezidís, cristianos asirios, etc.) y las dota de autonomía y autogobierno.
Salvando las distancias, como en 1936, es el momento de que los revolucionarios muestren su solidaridad.
¿Por eso ingresó en las YPG?
Sí, en mayo llegué a la Federación del Norte de Siria (territorio bajo control de las Fuerzas Democráticas Sirias) y me integré en sus fuerzas. Me formaron política y militarmente. Lo primero que enseñan es la ideología. Para el movimiento es imprescindible que los voluntarios sepan por qué combaten.
¿Le enviaron inmediatamente al frente?
Te ubican en función de tus motivaciones y habilidades y de las necesidades que existan. En mi caso, cuando llegué, la campaña de Raqqa (la capital del Estado Islámico en Siria) había empezado. En semana y media comencé a participar en operaciones. Quien diga que se le hace normal, miente. Las bombas, explosiones y los muertos y heridos se convierten en el día a día. Con el tiempo y la experiencia, uno se hace a ello.
La hospitalidad de los compañeros ayudaba mucho. Te mostraban que estaban contentos de tenerte entre ellos. Solo por la subida de moral que veías que significaba para ellos el que voluntarios de todo el mundo vinieran a combatir a su lado y por su causa te hacían sentir que estar allí merecía la pena.
En cualquier caso, como decía un comandante, “la guerra es básicamente esperar y aburrimiento, con momentos de terror”.
¿En qué clase de operaciones se vio involucrado en Raqqa?
En mi caso, en Raqqa combatí primero en unidades de mayoría árabe, aunque con algunos compañeros kurdos también, y más tarde con una unidad de internacionales, todas ellas lo que entenderíamos por infantería ligera. En esta unidades se realizaban operaciones de asalto, en las que se avanzaban posiciones en territorio de Daesh, se hacía defensa de las líneas y defensa del terreno liberado. Era parte de la estrategia de Daesh infiltrarse en nuestras líneas y atacar desde la retaguardia. Por ello, a la vez que se avanzaba era necesario mantener posiciones fuertes en el territorio liberado.
El equipo con el que contábamos cada uno era el de un rifle kalashnikov, dependiendo del tipo de la operación, más o menos cargadores pero un mínimo de cinco por persona, y un par de granadas. En cada equipo iba al menos un RPG y una PKM, más si éramos un grupo mayor, que usaban compañeros especializados en esas armas.
Solíamos llevar también unas bombas fabricadas por las FSD que eran muy útiles a la hora de abrirse paso entre las minas y para cruzar calles, pues creaban un efecto parecido a las granadas de humo.
¿Cómo fue combatir en la capital del califato?
Si pienso en los primeros momentos diría que caótico, llegué a un frente muy activo, era un continuo de bombardeos, artillería y disparos, de movimiento, y supongo que para cualquiera sin experiencia militar hay un período de adaptación a esto, al que se suma la barrera lingüística.
Más tarde, empiezas a ver el orden dentro de ese caos, o te acostumbras. Era una ciudad enorme, con muchos edificios altos, en la que cruzar una calle resultaba un peligro por la cantidad de francotiradores de Daesh. Por ello la mayoría del movimiento que hacíamos era nocturno o en vehículos blindados, aunque esto último resultaba peligroso porque su blindaje no resistía los lanzacohetes y eran fácilmente oídos por el enemigo.
El avance nocturno hacía aún más peligrosas las minas, una de las armas que más bajas causaba entre nosotros. Además, las utilizaban para desencadenar emboscadas. La lucha en Raqqa estaba marcada por la alerta continua y la extrema precaución ante francotiradores, minas y los drones que usaban para lanzar explosivos sobre las terrazas, donde pasábamos muchísimo tiempo, tanto por el calor asfixiante como por las posibilidades de una respuesta más rápida y segura a cualquier ataque.
A nivel personal, pasé por todo tipo de momentos; de motivación, de buenas operaciones, y de malas, uno conoce también esa parte no romántica de la guerra. Igualmente, aunque se intente ir concienciado, la pérdida de compañeros es algo que sólo entiendes cuando lo vives.
De mi experiencia me llevo claro lo importante que es la moral y la convicción de que uno lucha por una causa justa, el entrenamiento y el tener unos buenos compañeros y mandos, de los que aprender y en los que uno confíe. En ese sentido considero que tuve suerte.
¿Cómo es para un revolucionario pelear con la protección de Estados Unidos?
Al acudir allí ya sabía que tendrían que hacer frente a esa contradicción. En cualquier caso, cuando estás en el campo de batalla lo entiendes, porque ese apoyo salva tu vida y la de tus compañeros. Solo por eso, es comprensible.
Aun así, las FDS han mantenido la autonomía política y militar, y cuando ha podido ha llegado a acuerdos lo ha hecho, también con Rusia. No es la primera vez en la historia que un movimiento revolucionario coincide en intereses con una gran potencia y en Siria todos los contendientes tienen apoyo.
Yo no acepto que se hable de imperialismo solo para las FDS por su relación con EEUU y que se niegue para Rusia, para Turquía u otros países de la región que están actuando en Siria en beneficio de sus intereses.
Todos los grupos en Siria están lidiando con la relación entre sus intereses y los de las potencias que les apoyan. Para mí, lo importante es, a pesar de esto, cómo plantean la lucha y qué modelo de vida construyen.
Hace poco volvió, pero la situación ha empeorado en Kurdistán.
Sí, mientras gestionaba mi regreso se hablaba de que ahora venía el momento de la política y la diplomacia. Uno se va con cierta paz pensando en eso, pues allí quedan los amigos y una lucha de la que es difícil desligarse. Por desgracia, poco a poco, empiezan las noticias preocupantes y finalmente, a las pocas semanas de mi regreso una coalición de grupos yihadistas liderados por Turquía atacan Afrín, asesinando, entre otros, a compañeros voluntarios internacionales.
Siempre había existido este peligro, pero era difícil esperar una invasión de tal nivel militar e inhumanidad. Y sobre todo, ingenuamente, pensábamos que tras haber librado una batalla por la humanidad contra el terrorismo, el mundo no iba a dejarnos solos. Cuando vencíamos a ISIS, éramos héroes, y ahora nos han abandonado ante Turquía y sus milicias islamistas.