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Hay una parte de 'Stranger Things' que no es ciencia ficción: el programa secreto de la CIA para controlar mentes

Documento de la CIA en el que se demuestra la existencia del programa MKULTRA.

Javier Biosca Azcoiti

Esta semana han vuelto 'Eleven' y compañía con la tercera temporada de Stranger Things. Entre dimensiones de un mundo paralelo y un temible monstruo viscoso y depredador (demogorgon), la ficción estadounidense esconde una siniestra historia real de la CIA. El proyecto MKULTRA, que en la serie se lleva a cabo en el misterioso laboratorio Hawkings, fue un programa real, ultrasecreto e ilegal de control mental llevado a cabo por el servicio de inteligencia de EEUU.

[Ojo: Puedes seguir leyendo si no has visto la nueva temporada de Stranger Things. Si no has visto tampoco la segunda, sáltate el siguiente párrafo]

En la ficción, Terry Ives, madre biológica de Eleven, fue víctima de este programa. El Dr Martin Brenner, encargado de MKULTRA, experimentó con Ives suministrándole drogas, sometiéndola a privación sensorial y electrochoque. Entonces Ives estaba embarazada de Eleven, que desarrolló superpoderes. Brenner se quedó con Eleven para seguir experimentando y la utilizó para espiar a un agente soviético a través de una dimensión paralela. Lo logró, pero en el camino se encontró con el demogorgon, que desataría el caos en el pequeño pueblo de Hawkins, Indiana.

[Fin del Spoiler]

De vuelta a la realidad, el MKULTRA verdadero se inició en abril de 1953 por orden del entonces director de la CIA, Allen Welsh Dulles, a petición de Richard Helms, director adjunto para planes y futuro director de la CIA. El objetivo era controlar la mente y el comportamiento humano de los enemigos y para ello se llevaron a cabo decenas de experimentos como pruebas con drogas, privación sensorial, hipnosis, etc.

“Todo esto empieza a principios de los 50, cuando estábamos saliendo de la Guerra de Corea y existía una gran preocupación por el tema del lavado de cerebro. Nos preguntábamos en qué consistía ¿Usaban pentotal sódico o drogas de algún tipo?”, contó años después el propio Helms.

“Nos enteramos de que existía una sustancia que se llamaba LSD y que había sido descubierta en Suiza por un científico llamado Hoffman. Era insípido, inodoro e incoloro. Ingerido incluso en pequeñas cantidades creaba una especie de esquizofrenia”, añadió el exdirector de la CIA. “Casualmente, creo que en 1952, el embajador Kerman salió de Moscú y dio un discurso en Berlín que los soviéticos consideraron tan ofensivo que le declararon persona non grata. Nos preguntamos si le habían suministrado algún tipo de droga para actuar de forma tan extraña”.

Justificando su decisión, Helms explicó: “Pensamos que era nuestra responsabilidad no quedarnos detrás de los rusos o los chinos en este ámbito y la única forma de saber cuáles eran los riesgos era probar cosas como el LSD y otras drogas que podrían utilizarse para controlar el comportamiento humano”.

Y no, las pruebas no se hacían con ratas o cobayas. Los experimentos se hacían con 'pacientes' voluntarios e involuntarios dentro y fuera de EEUU. Entre los “voluntarios”, por ejemplo, los reclusos en el Centro de Rehabilitación de Lexington, Kentucky, una prisión para drogadictos que cumplían condena por delitos de drogas. Los “voluntarios” aceptaban convertirse en cobayas humanas y, a cambio, se les permitía consumir la droga a la que eran adictos. Entre los involuntarios había, por ejemplo, prostitutas y sus clientes. La CIA montó burdeles en pisos francos y allí probaba con las drogas.

La muerte del primer 'paciente' involuntaio

El mismo año del inicio de la operación MKULTRA falleció el primer 'paciente' involuntario. Frank Olson era un científico de la CIA a quien sin saberlo se le suministró LSD. Tras el experimento, Olson mostraba síntomas de paranoia y esquizofrenia y la agencia lo envió a Nueva York a ver a un doctor que, casualmente, estaba colaborando en el proyecto MKULTRA. Olson murió días después tras caer de un edificio de 10 pisos en Nueva York.

12 años después de su muerte, el presidente Ford invitó a su familia a la Casa Blanca, pidió disculpas y acordó una indemnización de 750.000 dólares. En 1994 se exhumó el cadáver y el profesor James Starrs realizó una nueva autopsia, señalando que las heridas en el cráneo no eran consistentes con su caída desde el edificio y contradiciendo la versión oficial del Gobierno. Durante años, la familia de Olson alegó que este había sido asesinado. El caso se volvió a cerrar en 1996.

El director de la operación en la ficción es el malvado doctor Martin Brenner, un perfecto manipulador. En la realidad, el máximo responsable del proyecto MKULTRA era Sidney Gottlieb, un científico que entró en la CIA en 1951 con 33 años encargado de desarrollar drogas y venenos para controlar la mente y para matar a líderes incómodos. Una de esas misiones se inició en 1960, cuando Gottlieb voló al Congo con una maleta con veneno para matar a Patrice Lumumba. La operación no se llevó a cabo, pero Lumumba murió asesinado en 1961.

“Han dicho de mí que jugaba a ser Dios, y eso es una barbaridad. Me limitaba a utilizar los dones que el Altísimo me había concedido para intentar defender unas convicciones que sigo manteniendo: creo que EEUU tiene derecho a defenderse por todos los medios posibles”, señalaba Gottlieb durante una conversación con el escritor Gordon Thomas.

Poco antes de dejar el cargo como director de la CIA, Helms ordenó la destrucción de los documentos, alegando la protección de la confidencialidad a la que se habían comprometido con los colaboradores en el programa. “Dado que era un momento en el que tanto yo como los socios que habían estado al cargo del programa nos íbamos a retirar, no había razones para seguir manteniendo ese material”, señaló Helms años después. Cuando el escándalo salió a la luz, el Congreso abrió una investigación, pero no pudo basarse en los documentos de la agencia para esclarecer lo ocurrido.

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