Adiós a la joven heroína de la 'Revolución de los jazmines' que derrocó a Ben Alí en Túnez
“Somos un pueblo –Túnez– que no aprende de su pasado y no memoriza las lecciones de la historia, como si fuéramos personas de corta duración, o me permito decir que no hay memoria”. En su último mensaje este domingo, Lina Ben Mhenni se dirigía a los políticos tunecinos, que aún no han logrado aprobar un gobierno cuatro meses después de la elección del presidente Kais Saad. La activista volvía a centrarse en la corrupción, la represión y la violencia, lo mismo que venía denunciando en los últimos meses.
Pocas horas después, fallecía tras una larga enfermedad que se había agudizado en las últimas semanas. Tenía 36 años.
El mensaje figura en la última entrada de su blog Una niña tunecina, desde donde, una vez más, lanzaba una llamada de atención a los dirigentes políticos del país. Fue en esa misma bitácora en árabe, francés e inglés, donde Lina Ben Mhenni comenzó su denuncia y su activismo contra el régimen del entonces presidente Zine El Abidine Ben Alí, que censuró su blog y cerró sus cuentas en redes sociales.
Sin embargo, poco después, en 2011, estalló la llamada 'Revolución de los jazmines' en Túnez –detonante de la conocida como 'Primavera Árabe'– y la bloguera se convirtió en una de sus heroínas. Informaba desde el centro del país de las multitudinarias manifestaciones contra el dirigente, compartía las imágenes de las operaciones de la Policía, de los heridos y los muertos. También difundió las listas de las víctimas de ese estallido social, visitó los hospitales y dio voz a los familiares a través de sus entrevistas.
Ben Alí huyó como consecuencia de las revueltas populares, pero ella no dejó de luchar por la libertad en su país, por los derechos civiles, por la igualdad. En lo privado, hacía frente a su enfermedad. A Ben Mhenni le diagnosticaron lupus a los 11 años y había sido trasplantada de un riñón. Su estado de salud se había deteriorado en las últimas semanas. Pero ella seguía respondiendo lo mismo hasta el último momento: “Estoy en plena forma”.
La activista no había votado jamás hasta las últimas elecciones presidenciales. Tampoco una vez derrocado Ben Alí, porque no le convencía ninguna de las opciones políticas. Pero, como muchos jóvenes, tenía puesta su esperanza en el nuevo presidente, Kais Saad, que prometió emprender una campaña de lucha contra la corrupción.
Sin embargo, también le preocupaba “su faceta conservadora con un posicionamiento retrogrado en cuanto a las libertades individuales”. En una entrevista reciente con la Cadena SER, describía al líder político como “un profesor universitario que nosotros hemos conocido en la Plaza Al-Kashah [uno de los epicentros de las protestas], que estaba cerca de los revolucionarios, que participó en algunas manifestaciones, en algunos movimientos revolucionarios notablemente contra el régimen de la troica [gobierno de coalición formado tras la caída de Ben Alí] en el pasado y que ha sabido escuchar a los jóvenes”.
“Sobre todo no ha hecho promesas”, remarcaba entonces Lina Ben Mhenni, siempre honesta y directa. La también profesora de la Universidad de Túnez acudió a aquella conversación acompañada de su padre porque ya no podía conducir. Había despistado a los escoltas que le puso el ministerio de Interior por los riesgos de sufrir un atentado, según explicó. “Normalmente los tengo que llamar media hora antes… pero hoy no los avisé”, aseguró con esa sonrisa que le caracterizaba.
Distribuyó 30.000 libros por las cárceles tunecinas
A pesar de su enfermedad, que llevaba en la más estricta intimidad, Lina Ben Mhenni siempre destilaba energía. La volcaba en varios proyectos. Una de sus últimas apariciones públicas fue el 18 de enero en el Festival de Literatura de las mujeres árabes en la antigua medina de Túnez. Allí dio las gracias al apoyo y las muestras de cariño recibidas durante un ingreso reciente en el hospital.
La lucha le venía de familia. Su padre, Sadok Ben Mhenni, miembro del movimiento ‘Perspectivas tunecinas’ y cofundador de la oficina de Amnistía Internacional de Túnez, es un exdetenido político que ha trabajado codo con codo con su hija para montar bibliotecas en las prisiones en los últimos años. Ella misma recordaba con orgullo recientemente que ya habían llevado “30.000 libros por todas las cárceles tunecinas”. Su madre, Emna Ben Ghorbal, la acompañó en cada manifestación.
Ambos han informado en un breve comunicado que este martes se va a celebrar “un funeral nacional popular para que se reúnan todas las fuerzas democráticas y progresistas tunecinas e internacionales y todos los que han acompañado a Lina en su defensa de los derechos”.
“Símbolo de la revolución y cara luminosa de Túnez”
Omar Jlassi fue su alumno en 2013. Le impartió la asignatura ‘Civilización y literatura inglesa’ en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de Túnez (FSHST). “Siempre se dedicó a mejorar las condiciones de vida de cada ciudadano y de garantizar la protección de sus derechos independientemente de sus condiciones”, explica a eldiario.es. Por esta razón, considera que “tal vez no tuvo los reconocimientos que se merecía en vida, pero su vela nunca se apagará”. Este joven la define como una “profesora y persona generosa” y recuerda que “su puerta siempre estaba abierta para ayudarnos”.
A pocos metros del café Teatro en el centro de Túnez, un local alternativo donde los jóvenes alargan el té entre ordenadores y cascos, una mujer de la edad de Lina Ben Mhenni, también profesora en la universidad, no encuentra palabras para explicar “la gran pérdida y tristeza” que siente.
“No la conocía en persona, pero representa a la mujer tunecina y también a la joven generación que sueña por una buena y mejor Túnez. Es parte de nosotros porque ella se expresaba como lo que una quisiera decir”, confiesa a este medio antes de hacer una pausa. “Además, durante los últimos meses y los últimos días sufrió mucho… pero siempre estuvo dando buenas cosas, defendiendo a la gente y los derechos humanos”, asegura sin poder contener las lágrimas. “Ahora va a descansar en paz”, agrega por su parte Jlassi.
Debajo de ese cuerpo pequeño y delgado se escondía una mujer con una fortaleza ilimitada que sacaba las garras para defender todos los rincones de la libertad. Pero su labor en defensa de los derechos humanos no conocía fronteras, por lo que solía relacionarse con defensores de otros países. “Te has peleado hasta el final, por la libertad –las libertades– y contra la enfermedad. ¡Y eso, con coraje y fuerza sin fisuras! Adiós amiga”, escribía en las redes pocas horas después de su muerte la activista marroquí Ibttisame Lachgar.
“Era una figura emblemática de la lucha por la democracia, la libertad, la justicia social, la igualdad. Además como persona, era muy amable, muy dulce… fue candidata al premio Nobel de la Paz -por su contribución a la revolución-”, recuerda Ibttisame Lachgar, que la conocía desde 2011.
El escritor y guionista tunecino Walid Soliman no pudo evitar las lágrimas al conocer la noticia de su muerte. “Es un símbolo de la revolución tunecina, es la cara luminosa de esta Túnez nueva que aglutina a los jóvenes ambiciosos y talentosos que no aceptan la injusticia y que luchan por un país mejor donde todos los ciudadanos son iguales delante de la ley y de las instituciones”, lamenta a eldiario.es.
Se encontraron por última vez el 6 de enero en un debate sobre donación de órganos. “Su testimonio fue muy emotivo. Trataba sobre su lucha contra la enfermedad y la dificultad de tener una enfermedad incurable en Túnez, porque se convierte en una discapacidad para la vida activa de la persona”.
“A pesar de su enfermedad siempre se ha dedicado a ayudar a los otros con mucha generosidad y abnegación”, apuntala Soliman.
10