Opinión

Alexandr Lukashenko y la “teoría del loco” de Nixon: jugando a ser imprevisible

5 de agosto de 2021 21:31 h

0

Han sido días intensos para el Estado rebelde de Bielorrusia. En los últimos días, un activista de la oposición, Vitaly Shyshov, ha aparecido muerto colgado de un árbol en un parque de la capital ucraniana, Kiev. Su muerte se considera oficialmente un asesinato. Shyshov dirigía una ONG que ayudaba a los bielorrusos a escapar de la creciente represión en su país, del que él mismo huyó en 2020.

Por su parte, la velocista olímpica de 200 metros, Krystsina Tsimanouskaya, se salvó por los pelos de que la metieran en un avión de vuelta a casa desde Tokio –Polonia le ha concedido un visado por motivos humanitarios–. También la Comisaria de Interior de la UE, la sueca Ylva Johansson, ha volado a Lituania para intentar abordar el tema del tráfico de inmigrantes organizado por el Estado bielorruso en la frontera con su país vecino (el Gobierno de Minsk ha sido acusado de organizar vuelos desde Bagdad a Bielorrusia: los inmigrantes son llevados hasta la frontera con guías y todo el operativo se ha divulgado a través de las redes sociales).

¿Existe un patrón? El secuestro de un vuelo de Ryanair en mayo y la detención del activista Roman Pratasevich sirvieron para advertir a todos los opositores en el extranjero que nunca estarían a salvo. Documentos y grabaciones filtradas han mostrado que en 2012 los dirigentes bielorrusos supuestamente tramaron asesinatos en Alemania.

Ese mismo año, el exdirector del todavía llamado KGB bielorruso fue supuestamente grabado refiriéndose a otro exiliado, el periodista Pavel Sheremet, como “un enorme grano en el culo”, y habría afirmado que “el presidente estaba esperando que se llevasen a cabo las operaciones”. Un atentado con coche bomba en Kiev terminó con la vida de Sheremet en 2016. Cinco años más tarde, su muerte sigue siendo un misterio.

Según otra filtración, el presidente Alexandr Lukashenko habría amenazado con construir campos de concentración con alambre de espino en Bielorrusia.

Desde su detención, el periodista y bloguero Protasevich ha aparecido varias veces en lo que en la práctica son vídeos de rehenes emitidos en la televisión bielorrusa. Ello se suma a una propaganda cada vez más histriónica sobre golpes de Estado armados y supuestos complots para asesinar al presidente.

Puede que Lukashenko no haya leído muchas biografías de Richard Nixon, pero parece que está probando la teoría del “loco” de política exterior elaborada por el presidente estadounidense. Según esta teoría, la imprevisibilidad y el comportamiento temerario son en realidad una ventaja, pues inquietan a los adversarios e incluso a los aliados.

En este caso, los Estados de la UE, generalmente más blandos, cuestionarán la conveniencia de las sanciones que actualmente se imponen sobre Bielorrusia por los problemas que generan. El presidente Vladimir Putin también parece ser un objetivo de esta estrategia. Él y Lukashenko se han reunido varias veces desde las elecciones fraudulentas y las protestas masivas de agosto de 2020, pero Putin se ha negado repetidamente a extenderle un cheque en blanco. Otra razón para provocar un conflicto con Occidente es acercar a Putin.

El Estado pirata bielorruso ha intensificado ahora su comportamiento rebelde. La coacción está tan lejos de la escala que Occidente no sabe cómo responder. En junio de 2021, la cifra de presos políticos en la cárcel era de 526, con casi 4.700 juicios amañados desde las falsas elecciones del año pasado.

La relatora especial de la ONU sobre derechos humanos para Bielorrusia, Anaïs Marin, informó al Consejo de Seguridad de la ONU que 35.000 personas han sido detenidas desde agosto de 2020.

Hay una creciente crisis de refugiados: personas como Protasevich, que estaba Varsovia, Shyshov y ahora Tsimanouskaya son solo tres de los muchos ciudadanos que han abandonado Bielorrusia desde agosto de 2020.

La imprevisibilidad en política exterior está por todos lados. En junio, Bielorrusia abandonó la Asociación Oriental de la UE, de la que era miembro fundador desde 2009. En julio, Lukashenko cerró la frontera con Ucrania, alegando casos inexistentes de contrabando de armas y amenazando con abrir un segundo frente en la guerra de Ucrania con las fuerzas aliadas de Rusia en el este. Lukashenko ha amenazado con inundar la UE de drogas y de inmigrantes.

La piratería económica puede ser la siguiente. La economía nacional apenas sobrevive, pero hay informaciones preocupantes de que la élite superviviente se apropia de todo lo que genera beneficios. La palabra rusa que define esta situación es “reiderstvo”, no sólo un asalto corporativo, sino una toma de posesión física. Una economía moribunda agravaría el problema de los refugiados y la mentalidad de estado de sitio del régimen.

¿Cómo se puede abordar esta situación? El 3 de agosto, Boris Johnson se reunió con la líder de la oposición Sviatlana Tikhanouskaya en el número 10 de Downing Street, pero sus reconfortantes afirmaciones de que el Reino Unido estaba “de su lado” no se han traducido en avances concretos.

El portal de periodismo de investigación Bellingcat ha avanzado que investigará el caso de Shyshov. Los disidentes bielorrusos necesitan una protección adecuada cuando están en el extranjero. Lituania necesita apoyo para patrullar el bosque que cubre la frontera entre ambos países. Las muertes de Shyshov y Sheremet en Kiev ponen de relieve la importancia de ayudar a Ucrania a reformar y modernizar sus fuerzas de seguridad.

Reino Unido ha prestado apoyo en la formación del ejército ucraniano y el Parlamento ucraniano ha presentado un proyecto de ley para reformar el Servicio de Seguridad de Ucrania, que es demasiado poderoso, pero a menudo incompetente y corrupto. El Reino Unido también debería analizar los activos con sede en Londres de los oligarcas rusos y bielorrusos que sostienen el régimen.

Tanto si su locura es calculada como si no lo es, no se puede permitir que el dictador siga actuando con impunidad. Y aunque protejamos a nuestros países y a otros, no debemos olvidar que los bielorrusos se llevan la peor parte.

Andrew Wilson es profesor de estudios ucranianos en la UCL y autor del ensayo Belarus: The Last European Dictatorship (Bielorrusia: la última dictadura europea)

Traducido por Emma Reverter