“A menos que las víctimas de violaciones recibamos una paliza, no hay suficiente evidencia y es palabra contra palabra...Desearía que hubiera sido más duro para que hubiera tenido una prueba más tangible”. “El tribunal me preguntó todo el tiempo qué hice mal, cuánto había bebido o por qué no pedí ayuda. Nadie le preguntó a mi agresor por qué comenzó a seguirme”. Con este tipo de testimonios Amnistía Internacional denuncia este miércoles las “barreras” en el acceso a la justicia a las que se enfrentan las víctimas de violaciones en los países nórdicos, habitualmente aplaudidos como garantes de la igualdad de género, algo que la ONG ha denominado “la paradoja nórdica”.
En el informe Tiempo de cambio. Justicia para las supervivientes de violación de los países nórdicos, Amnistía Internacional señala “que los sistemas de justicia están fallando a las supervivientes de agresiones sexuales” en Noruega, Finlandia, Dinamarca y Suecia y apunta a “legislaciones deficientes, mitos nocivos y estereotipos de género generalizados que han desembocado en la impunidad de los violadores en toda la región”.
Así, los datos aportados por el estudio apuntan a que, aunque el nivel de denuncia en estos países suele ser superior a la media de la Unión Europea, según Eurostat, las víctimas de violencia sexual siguen denunciando poco y “experimentan importantes barreras para acceder a la justicia”. En Noruega solo una de cada diez mujeres denuncian violaciones ante la Policía y entre el 75% y el 80% de los casos nunca llegan a la fase de enjuiciamiento. De los que sí llegan, sin embargo, el 30% acaban en absolución, asegura Amnistía Internacional citando una investigación de 2014 del Servicio Nacional de Investigación Criminal.
En Finlandia, varias encuestas de prevalencia revelan que alrededor de 50.000 mujeres son víctimas de violencia sexual cada año, pero “la mayoría de los responsables de estos delitos nunca responden de ellos ante la justicia”, puesto que, por ejemplo en 2017 solo se dictaron 209 sentencias condenatorias. Varias víctimas entrevistadas calificaron el proceso de “estresante, aterrador y estigmatizante”, con independencia del resultado de la causa. “En el juicio pensé, y le dije a mi abogado, que si hubiera sabido cómo iba a ser esto, nunca habría denunciado la violación”, reconoció una de ellas a Amnistía Internacional.
Siguiendo con las cifras, la tendencia se repite en Dinamarca, donde cuando las mujeres acuden a la Policía “las probabilidades de que se procese o condene al violador son muy escasas”. Así, según el Ministerio de Justicia de Dinamarca cada año se producen unas 5.100 violaciones al año, pero un estudio de la Universidad del Sur de Dinamarca estima que en 2017 pudieron cometerse unas 24.000. Independientemente de la cifra, solo una minoría se denuncian, estima la Oficina de Estadística Nacional: solo 890 ese mismo año. De estas, 535 acabaron en procesos judiciales y 94 en condenas.
Suecia es el cuarto de los países analizados, que según los datos publicados en 2017 por Eurostat y referidos a 2015, se sitúa en el primer lugar del ránking de países europeos sobre denuncias por violencia sexual, con 56,8 violaciones por cada 100.000 habitantes. No obstante, “las cifras no dan una imagen realista de la escala del problema”, señala Amnistía Internacional en su informe, y de las víctimas que sí denuncian, “pocas escucharán sus casos en los tribunales”. En 2017 se iniciaron acciones judiciales en el 11% de los casos relacionados con menores de entre 15 y 17 años y en el 6% de los casos relacionados con adultos, concluye la ONG citando al Consejo Nacional Sueco de la Prevención del Delito.
Leyes basadas en el consentimiento
Este país, sin embargo, cuenta con una diferencia clave respecto al resto: la ley. Suecia es el único de los cuatro que ha modificado recientemente su legislación para definir las agresiones sexuales en base a la ausencia de consentimiento, no de si existió violencia, amenazas, coacción o si la víctima fue capaz de oponer resistencia. A pesar de que el Convenio de Estambul obliga a vincular las leyes con el consentimiento, solo ocho países de Europa lo han hecho por el momento. Dinamarca y Finlandia han anunciado que lo harán próximamente, así como España, donde la violación de 'la manada' motivó la revisión del Código Penal en este sentido. Sin embargo, la reforma aún no se ha hecho efectiva.
“Aunque modificar las leyes sobre violación en los países nórdicos es un paso vital para cambiar actitudes y lograr justicia, hace falta mucho más para que sea realidad el cambio institucional y social”, asegura Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía Internacional. Aunque la investigación apunta a que las experiencias de las víctimas no son uniformes, “el estigma social y la falta de confianza en el sistema de justicia” hace que las mujeres no denuncien y las que sí lo hacen “se encuentren con sistemas de justicia insensibles y sesgados o con leyes desfasadas”.
En términos generales, la ONG apunta a la “impunidad” de este tipo de delito en los cuatro países y señala, entre otras cosas, los prejuicios y los llamados mitos de la violación que siguen instalados en los sistemas policiales y de justicia, la culpabilización y revictimización de las mujeres mediante procedimientos muy largos o la ausencia de formación especializada, sistemática y obligatoria de los operadores implicados en la materia, entre ellos, los médicos forenses, los jueces y fiscales y los miembros de la Policía. Junto a ello, Amnistía denuncia la persistencia de “patrones sociales y culturales” que siguen perpetuando estereotipos de género “dañinos”.
En Suecia, por ejemplo, cita “la deficiencia en el manejo policial de los casos” y “las demoras en los resultados de análisis forenses”. En el caso de Noruega, el informe se fija en “las actitudes de muchas personas del sistema de justicia” que “están sustentadas en estereotipos de género y mitos sobre la violación” y en los procesos “largos y a menudo deficientes” que suelen vivir las víctimas que denuncian. “Los mitos nocivos de la violación y los estereotipos de género pueden ser un factor que contribuya a la 'paradoja nórdica”, apunta el estudio.