Análisis

Cuando apoyar las mentiras de Trump sale muy caro

Donald Trump se ha librado. Su segundo impeachment ha acabado en absolución y es libre de presentarse de nuevo a candidato a la presidencia dentro de tres años. Es irónico que le hayan salido gratis todas las mentiras con las que azuzó a los suyos hasta que asaltaron el Congreso, porque muchos de sus seguidores ya están pagando, o pronto van a pagar, un alto precio por haberlas repetido.

El abogado del presidente, Rudolph Giuliani, se enfrenta a una demanda por difamación que le puede costar más de mil millones de euros. Es la indemnización que le reclama una de las empresas de recuento electoral a las que acusó falsamente de haber manipulado los resultados a favor de Joe Biden. Una teoría de la conspiración que ha sido rechazada una y otra vez por los tribunales.

Giuliani, que llegó a la política después de una carrera estelar como fiscal, ha protagonizado un show postelectoral bochornoso cosechando derrota tras derrota. Algunos jueces designados por su propio partido le dedicaron frases como “simplemente, la Constitución no funciona así” y calificaron sus argumentos de “acusaciones especulativas y sin valor, que no están apoyadas en pruebas”. Ahora el Colegio de Abogados de Nueva York estudia si debe expulsarlo por su conducta.

Si resulta condenado o si pacta con la empresa una indemnización para no ir a juicio, Giuliani se enfrenta a un desembolso millonario en un momento complicado. Su cliente más conocido, Donald Trump, no está muy contento con su trabajo y aparentemente se niega a pagarle sus servicios postelectorales, lo cual implicaría unos 15.000 euros diarios. Pero Giuliani no es el único que está descubriendo el verdadero precio de haberle apoyado hasta el final.

Retractarse o pagar: el dilema de Fox News

Varios medios conservadores se enfrentan a la ruina por haber dado alas a una complicada teoría de la conspiración que acusaba a dos empresas de maquinaria electoral de haberse conchabado con la Venezuela chavista para favorecer a Joe Biden. Una de ellas reclama a Fox News y a tres de sus estrellas más de 2.000 millones de euros de indemnización por daños a su imagen.

La cadena ya ha solicitado que se desestime la demanda porque cree que se limitó a informar de las acusaciones que hacía la campaña de Trump y además ha emitido algunas “aclaraciones” desmintiendo algunas de esas falsedades. Sin embargo, el día después de que la demanda llegara a los tribunales, decidió cancelar el programa de uno de los presentadores mencionados en ella. Lou Dobbs, que llevaba diez años en antena y era el más visto del canal económico de Fox, había sido particularmente entusiasta en su defensa de la teoría de la conspiración trumpista del “fraude electoral masivo”.

Incluso si la Fox fuera condenada, el imperio televisivo de Rupert Murdoch podría sobrevivir. No se puede decir lo mismo de otros medios conservadores que también difundieron con alegría las acusaciones de Trump y que últimamente hacen cola para arrepentirse. Al ir recibiendo las amenazas de demanda de Dominion y Smartmatic, las dos empresas de maquinaria de recuento más mencionadas en la conspiración, han ido reculando.

Newsmax, una de las televisiones más promocionadas por Trump antes de perder sus cuentas en redes sociales, tuvo que aclarar en antena que ninguna de las empresas acusadas había manipulado votos y que tampoco una de ellas era propiedad de los Clinton, ni de Hugo Chávez, ni de la líder demócrata Nancy Pelosi. La web conservadora American Thinker reconoció en un increíble editorial que había difundido teorías “completamente falsas y sin base real” y pidió perdón a sus lectores. 

Todas esas empresas saben que el sistema judicial estadounidense no funciona de la misma manera que un juicio por impeachment porque los jueces, a diferencia de los senadores republicanos, no tienen que plantearse si los partidarios de Trump los apoyarán en la siguiente elección. Y si en su segundo proceso de destitución el ex presidente se jugaba la posibilidad de presentarse de nuevo en 2024, algunos de sus partidarios se juegan mucho más en los juzgados: la ruina.