Una línea en el inventario de los documentos requisados por el FBI en la mansión de Donald Trump ha llamado especialmente la atención en Francia. Etiquetado por los investigadores como “1A - Info re: President of France”, uno de los lotes recuperados en Mar-a-Lago contiene información sobre Emmanuel Macron. De momento, nadie en el Palacio del Elíseo ha querido pronunciarse sobre la naturaleza de esa posible información que Trump conservaba en el sótano de su mansión y club de golf y que supone un episodio más en la complicada relación entre el presidente francés y el que fue su homólogo en la Casa Blanca durante cuatro años.
Un periodo marcado por provocaciones, desaires y múltiples intentos de reconciliar dos visiones opuestas de la política internacional: el liberalismo y multilateralismo del presidente francés, contra el nacionalismo económico del norteamericano (resumido en la fórmula 'America first').
Las tensiones aparecieron desde su primer encuentro en mayo de 2017, durante una cumbre de la OTAN en Bruselas, con ambos jefes de Estado en sus primeros meses de mandato. Un primer saludo marcado por un apretón de manos crispado y por las primeras disensiones, después de que Trump acusase a los países europeos de no contribuir económicamente a la alianza.
En la orientación que Macron ha dado a las relaciones franco-americanas, hay una síntesis de la acción de sus predecesores en el cargo. “Siguiendo la tradición gaullista y después mitterrandiana, ampliada entre otros por Jacques Chirac, Emmanuel Macron parece haber apostado desde el principio por una liberalización ilustrada”, dice Frédéric Charillon, profesor de política y relaciones internacionales de la Universidad de Clermont-Auvergne. “Una forma de seguir el camino del universalismo de De Gaulle, que rechazaba la lógica de bloques, del credo proeuropeo de Mitterrand (del que se ha retenido el famoso 'el nacionalismo es la guerra') y del compromiso de Chirac con el clima”, describe.
Un mes después del primer encuentro en Bruselas, emergió un desacuerdo importante cuando el presidente estadounidense anunció su intención de retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de 2015, justificando que fue elegido para “representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no a los París”. Macron respondió en un vídeo en francés e inglés, transformando el célebre eslogan de campaña de Trump en “Make our planet great again”, e invitando a los climatólogos estadounidenses a que fueran a continuar sus investigaciones en Francia. “Los imperativos de comunicación actuales transforman el compromiso en diplomacia pública; dirigiéndose directamente a las poblaciones y audiencias, por encima de sus dirigentes”, apunta Charillon.
El desfile del 14 de julio de ese año en la capital francesa dio la oportunidad al presidente galo de calmar las relaciones. Emmanuel y Brigitte Macron cenaron con Donald y Melania Trump en el restaurante Jules Verne, en la Torre Eiffel. Con la excepción de unos comentarios inapropiados sobre la “buena forma” de la primera dama francesa, el balance del viaje fue positivo: Trump calificó entonces a Francia como “el primer y más antiguo aliado de Estados Unidos” y los dos presidentes encontraron terreno común especialmente en lo relativo a los ataques aéreos contra los laboratorios químicos de Siria.
La ruptura con Irán
Sin embargo, los desacuerdos de fondo acabaron por poner fin a este periodo de complicidad. Un año más tarde, Macron criticaba en un discurso ante el Congreso estadounidense la política del “aislacionismo, el repliegue y el nacionalismo”. Y en mayo de ese mismo 2018, se hace patente otro de los grandes puntos de divergencia cuando Trump confirmó su salida del acuerdo nuclear que la Administración Obama había firmado con Irán. Las semanas previas, Macron había intentado defender en público y en privado la “importancia de preservar el acuerdo nuclear y la necesidad de que todas las partes respeten sus compromisos”, sin que sus argumentos convenciesen a Trump.
La cuestión de Irán volvería al primer plano en agosto de 2019, cuando el presidente francés ejerció de anfitrión durante la reunión del G7 en Biarritz. En un contexto de guerra comercial con China y tensiones económicas y políticas con la UE, Macron quiso además utilizar la cumbre para relanzar las relaciones EEUU-Irán, invitando por sorpresa al ministro de exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif. Expresó entonces su ambición de crear “las condiciones para una reunión” posterior entre Donald Trump y su homólogo iraní, Hassan Rohani.
Y según relata John Bolton, ex consejero de Seguridad Nacional, en su libro The Room Where It Happened estuvo cerca de conseguirlo. El 24 de agosto Macron convenció a Trump durante un desayuno en el Hôtel du Palais de Biarritz para reunirse con Zarif, e incluso permitir a los fotógrafos captar un apretón de manos entre ambos. Bolton, junto con el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el jefe de gabinete, Mick Mulvaney, hicieron todo lo posible por disuadir a Trump, que hasta el último momento expresó su voluntad de seguir adelante con la reunión. Sin embargo, el encuentro finalmente no sucedió sin que Bolton sepa exactamente a qué se debió ese último y repentino cambio de opinión del presidente.
La “estupidez” de Macron
Un nuevo desencuentro entre los dos presidentes llegaría en 2020, cuando Trump denunció “la estupidez de Macron” en relación al impuesto a los gigantes digitales. “El problema es que Macron tiene un índice de popularidad muy bajo en Francia, del 26%, y una tasa de paro de casi el 10%”, opinó Trump en Twitter.
No obstante, la última mención pública que el expresidente estadounidense ha hecho sobre el francés ha sido (relativamente) positiva. Ocurrió en un mitin en Michigan en octubre de 2020, cuando Trump esgrimió la retirada del Acuerdo de París como argumento de campaña: “¿Sabéis qué otra cosa he conseguido parar? El acuerdo medioambiental de París. Me cae muy bien el primer ministro Macron [sic] y le he preguntado qué tal va el acuerdo: no están avanzando”.