Se especuló con su candidatura hasta el último minuto, pero ella se encargó, en silencio, de desmentir todos los rumores. Cristina Fernández no aparece en ninguna de las listas que su partido, el Frente para la Victoria, ha presentado oficialmente para las próximas elecciones presidenciales, legislativas y regionales. Sin embargo, esta decisión no significa necesariamente una señal de retirada. Los comicios de octubre tendrán, indefectiblemente, una gran presencia kirchnerista.
Aunque no funcionó la estrategia de colocar como candidato a presidente un delfín K –la corriente dentro del peronismo fundada por Néstor Kirchner–, la presidenta ha hecho valer su peso político para garantizar, aún sin ella, la continuidad de su proyecto.
Las pocas posibilidades de éxito de su apuesta inicial, el ministro Florencio Randazzo, llevaron a Fernández a apoyar al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, que pertenece a un ala del peronismo mucho más conservadora que los Kirchner y al que ella siempre ha tratado con distancia y hasta de forma despectiva. Pero lo ha hecho con una condición: que le acompañe como candidato a vicepresidente un hombre de su máxima confianza. Carlos Zannini es actualmente secretario legal y técnico de la presidencia, y lleva con los Kirchner desde siempre. Los acompañó cuando Néstor era intendente (alcalde) de la ciudad de Río Gallegos, en la época en la que gobernaban la provincia de Santa Cruz y también en la Casa Rosada.
De hecho, los analistas señalan a Zannini como el factótum de muchas de las políticas que han marcado la gestión presidencial de Kirchner y su esposa. Por ejemplo, la reforma del Poder Judicial y la polémica ley que regula los medios de comunicación. A él –que viene del maoísmo–, se le atribuye también la construcción del relato kirchnerista, que sus críticos reducen a la aplicación de la teoría del conflicto permanente del filósofo Ernesto Laclau, y que según ellos ha acabado con una enorme polarización política. Otros, en cambio, ven en su discurso de confrontación el germen de la política de inclusión que han llevado adelante los Kirchner.
Con todo, Zannini es una apuesta fuerte y segura para Cristina Fernández, que consigue situar a un miembro de su círculo íntimo en la candidatura con más posibilidades de triunfar en las próximas elecciones. Y para Scioli es una forma de conseguir el apoyo de una parte muy importante del electorado, situado más a la izquierda, que ve en su compañero de fórmula la continuidad de una política social muy valorada.
En el nombre de la madre
La presencia de los kirchneristas no acaba con Zannini. E incluye a los propios Kirchner. Máximo, el hijo de Cristina y Néstor, va en las boletas electorales como cabeza de lista de los diputados para la provincia de Santa Cruz. Y su tía, Alicia Kirchner, es candidata a gobernadora de la provincia.
La corriente que encabeza Máximo –La Cámpora– ha conseguido colocar en puestos de poder a sus miembros más destacados o gente de su entorno. Axel Kicillof, el joven ministro de Economía, figura como primer candidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires. Y Wado de Pedro, el camporista secretario general de la presidencia, irá a la cabeza en las legislativas de la provincia de Buenos Aires. Además, el Gobierno ya ha reforzado paulatinamente la presencia de este grupo en varios ministerios y organismos estatales.
Cristina Fernández, que no puede presentarse como candidata a presidenta porque se lo impide la Constitución, acaba su segundo mandato con un importante apoyo ciudadano. En momentos en los que la popularidad de la mayoría de líderes latinoamericanos está bajo mínimos, su figura mantiene entre el 40% y el 50% de aceptación, según las encuestas. De hecho, si pudiera someterse a las urnas obtendría casi seguro una rotunda victoria.
Por eso muchos analistas llevan meses arriesgando que se presentaría como candidata a diputada, senadora o incluso para el Parlasur, el parlamento del Mercosur. Los críticos con Fernández apuntaban a la necesidad de blindarse frente a posibles problemas judiciales. Pero la presidenta sorprendió a todos y desbarató las posibles quinielas.
“Scioli va a ser el jefe de la nación y Cristina la jefa del movimiento peronista”, ha resumido este lunes el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, que aspira a convertirse en gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde viven más de 16 millones de personas.
En dos años hay otras elecciones legislativas a las que podría apuntarse la ahora presidenta si no pudiera dejar la política. Otra posibilidad a la que comienza a hacer referencia la prensa esta semana es la de que Fernández intente buscar un hueco en Unasur, el organismo sudamericano que concibieron en 2004 Néstor Kirchner y Lula da Silva pero que aún no está funcionando. Allí mantendría relevancia política y trabajaría por un objetivo primordial del kirchnerismo: convertir a Argentina en el motor de un polo de poder regional frente a Estados Unidos y Europa. Un cometido que se antoja difícil –por las crisis internas y la reticencia de algunos países– pero no imposible para una mujer de firmes, y a veces insondables, propósitos.