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ENTREVISTA

Arnold Antonin, documentalista haitiano: “No entiendo la locura por elecciones este año si no existen las condiciones”

Ayelén Oliva

20 de julio de 2021 22:28 h

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“Es como si Haití hubiera recibido un golpe en la cabeza. Nadie se movió después del asesinato del presidente”, describe Arnold Antonin diez días después del magnicidio de Jovenel Moïse. “Esta es la crisis más dramática de la historia del país a pesar de que Haití ha tenido varios momentos trágicos”.

Hace algunos meses, antes del asesinato de Moïse, casi como adivinando lo que vendría después, Antonin llegó a comparar la magnitud de la crisis que atravesaba el país con la inestabilidad política de 1867 que terminó con el fusilamiento del presidente Sylvain Salnave.

Antonin nació en Puerto Príncipe, hace casi 80 años y con otro nombre. Fue durante la dictadura de la familia Duvalier (1971-1986) cuando dejó de llamarse Celesti Corbanese para filmar sus películas sin ser detenido. Es doctor en Economía por la Universidad de Roma, pero se dedicó al cine documental porque entendió que, en un país con la mitad de la población analfabeta, la mejor manera de comunicar sus ideas era con imágenes en lugar de palabras.

Para Antonin, la ambición de Jovenel Moïse por mantenerse en el poder puede ser una de las causas de su asesinato. “Él aspiraba a permanecer en el poder aunque su mandato terminó el 7 de febrero, pero no tenía fuerza para hacerlo. Entonces, encontró un modo de controlar a la población mediante las bandas armadas que tenían vía libre para circular en el país, hacer declaraciones y desfilar por las calles sin intervención de la policía. Desde el poder, existió una clara voluntad de destrucción de las instituciones y eso terminó por volverse en su contra”, explica Antonin en una entrevista con elDiario.es.

El asesinato de Moïse no se entiende sin la creciente influencia de las bandas criminales o, lo que en Haití llaman, la 'industria del secuestro'. Un síntoma de la extrema violencia que llegó incluso a los titulares de los principales medios europeos tras el rapto de siete religiosos, incluidos dos franceses, hace tres meses en Puerto Príncipe.

La primera parte del año, el número de secuestros aumentó un 36%, con 171 denuncias registradas, en comparación con 110 en los últimos cuatro meses de 2020, según datos del último informe de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití. Mientras, el número de homicidios intencionales aumentó en un 17%, con 525 casos denunciados de enero a abril, en comparación con 436 en los últimos cuatro meses de 2020. 

En medio de esa situación, Moïse propuso avanzar con una nueva constitución mediante un referéndum que, según explica Antolin, no pudo ser leído más que como un último intento para continuar en el gobierno. “Lo que buscaba era recuperar un modelo constitucional de los años 30 donde el presidente concentra todo el poder. Nuestra Constitución, con todas las críticas que se le pueden hacer, es la conquista democrática más grande del país desde la caída de los Duvalier. Eso generó problemas a Moïse con varios actores de la sociedad civil, las Iglesias, los sindicatos, también con los partidos de oposición e incluso dentro de su propio espacio político. Era un presidente con muchos enemigos”, dice.

Entre ellos, Claude Joseph, el primer ministro que tomó el control del gobierno después del asesinato del presidente y que estaba en el el punto de mira como uno de los posibles beneficiados de la muerte de Moïse. Sin embargo, Joseph anunció este lunes su dimisión como jefe del Ejecutivo y ha cedido el poder a Ariel Henry, que fue nombrado primer ministro dos días antes del asesinato.

Hace dos años, Moïse llegó a decir que tenía “siete cabezas para cortar''. Ya en ese momento dejaba ver las tensiones dentro de su partido, pero no había dejado en claro quiénes eran esas personas. Por eso, muchos de los dirigentes de su propio partido pensaron que, de prolongar su mandato, podían terminar siendo desplazados.

Los responsables del crimen, ¿cree que pueden estar dentro del propio espacio político del presidente?

Es probable, de lo contrario no se entiende la ausencia de reacción por parte de sus fuerzas de seguridad. Los demócratas haitianos condenaron el asesinato, lo único que querían es que quedara vivo para que pudiera ser juzgado como cómplice de los asesinatos en masa en los barrios populares.

¿En qué lugar queda el expresidente Michel Martelly (2011-2016), padrino político de Moïse, después de esto? 

Michel Martelly era uno de los más enfurecidos con Moïse porque él lo había puesto en el poder y quería volver a gobernar, pero Jovenel tenía otro candidato. Esa fue una de las principales razones que llevó abrir una pelea interna dentro del partido.

¿Qué es lo seguro sobre el caso hasta el momento?

Lo único que parece quedar claro es que Jovenel intentó dar un golpe de Estado el 7 de febrero para mantenerse en el poder y que su asesinato puede ser leído como un nuevo golpe dentro del golpe.

¿Qué se necesita para esclarecer el asesinato?

Tenemos que crear una comisión investigadora internacional e independiente con actores haitianos que permita saber quién mató a Jovenel y con qué razón. Eso todavía es un misterio. 

¿Existe algún liderazgo, como fue el expresidente Jean-Bertrand Aristide (1991, 1993-1996, 2001-2004), que pueda presentar alguna alternativa al oficialismo?

No, actualmente no existe ninguna figura fuerte ni carismática como fue Aristide, pero existen diferentes fuerzas políticas que solas no pueden hacer nada, aunque unidas pueden crear una alternativa.

¿Qué lugar ocupa actualmente Aristide, de 68 años, en la política haitiana?

Aristide tiene su partido, La Avalancha, que sigue incidiendo en el debate público para construir una alternativa política al oficialismo. Aristide siempre ha sido uno de los más radicales opositores a Moïse. 

La participación electoral ha caído mucho en los últimos años. Pasó del 75% en las elecciones de 1990 a menos del 20% en 2015, ¿por qué cree que la gente elige no votar?

La gente no vota porque perdió confianza en los órganos electorales que han sido manipulados y también porque están muy decepcionados con los resultados de los distintos gobiernos.

¿En qué momentos dejaron de creer en las elecciones?

Hubo dos momentos. En 1987 existió una intervención de las potencias extranjeras para impedir las primeras elecciones libres de Haití. Luego, en los 90, los militares dieron un golpe de Estado y los americanos volvieron con Aristide en 1994, la gente participó aunque más desconfiada. Pero además, cuando ven los resultados de los últimos gobiernos, han sido tan malos que la gente ya no cree en nada. Si existe cierto entusiasmo social no es por una causa positiva, sino para rechazar al Gobierno de Moïse.

Haití debería tener elecciones en septiembre, ¿se dan las condiciones para votar?

No entendemos porqué esta locura de hacer elecciones este año cuando todavía no existen las condiciones técnicas, políticas ni sociales para hacerlas. La alternativa es formar un gobierno de transición integrado también por la oposición, representantes de las distintas fuerzas políticas y de la sociedad civil, que generen las condiciones básicas para unas elecciones serias.

Si tuviera que recomendar una sola de sus más de 60 películas para entender Haití, ¿cuál sería?

El reino de la impunidad, porque ese es uno de los problemas más grandes que tiene este país desde siempre. Los culpables saben que nunca van a pagar por sus crímenes.