La batalla final de Siria se juega en Idlib, último bastión insurgente y refugio de 2,5 millones de personas

Idlib es todo lo que le falta a Bashar al Asad para recuperar el control del país y eliminar a las fuerzas de la oposición, a excepción de los kurdos. El último bastión insurgente, una bolsa al noroeste del país rodeada prácticamente por todos lados por fuerzas gubernamentales y fronteriza con Turquía, se prepara para la batalla final. Suenan tambores de guerra y empiezan los primeros movimientos de fichas.

El último refugio rebelde se ha mantenido en pie hasta ahora porque se ha convertido en el “vertedero” de evacuados, en expresión de Panos Moumtzis, coordinador de ayuda humanitaria de la ONU en la región. Muchas de las batallas ganadas por el Gobierno de Asad se han cerrado con acuerdos de rendición en la que combatientes y civiles han acabado metidos en autobuses en dirección a Idlib. El resultado: 2,5 millones de habitantes (en torno al 14% de la población total del país), el doble de su tamaño original.

“El Gobierno ha utilizado acuerdos de evacuación en los dos últimos años que han permitido a Damasco preservar sus fuerzas y acelerar la captura de áreas controladas por los rebeldes, al tiempo que les ha permitido a estos evitar la muerte o captura inevitables”, señala a eldiario.es Neil Hauer, analista especializado en la participación de Rusia en el conflicto sirio.

Qusay Noor, fotógrafo de Guta Oriental, es uno de esos centenares de miles de evacuados a Idlib. “Bashar al Asad y Rusia lanzaron hace cuatro meses una violenta campaña contra Guta en la que mataron a más de 2.000 personas. En torno al 70% de la población de Guta fue a Idlib por el acuerdo firmado entre Rusia y la oposición”, cuenta Noor a eldiario.es. “Solo se quedaron algunos jóvenes, ancianos y familias muy pobres que no querían volver a ser desplazados”.

Preparando el terreno de la batalla

Asad ha declarado que Idlib es su próximo objetivo y la región lleva días recibiendo bombardeos, aunque a una escala menor que en otras ofensivas. Hasta ahora ha existido una cierta contención del Gobierno, en parte motivada por la presencia de fuerzas turcas en la región desde que esta fue declarada “zona de desescalada”. Ahora ese equilibrio está empezando a romperse.

Turquía, que apoya a algunos grupos insurgentes, intenta evitar una ofensiva militar que acabe en un desplazamiento masivo por su frontera y una “catástrofe humanitaria”. La semana que viene se celebrará una cumbre entre Rusia, Irán y Turquía sobre este asunto.

Mientras tanto, Rusia empieza a preparar el terreno para la batalla. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ha afirmado este miércoles que espera que Occidente “no obstaculice una operación antiterrorista” en Idlib.

Tras una reunión con su homólogo turco, Mevlut Cavusoglu, celebrada la semana pasada, el ministro ruso cuestionó el estatus de Idlib como zona de desescalada: “Cuando se creó la zona de desescalada nadie sugirió utilizarla para asegurar que los terroristas, principalmente de Jabhat al Nusra (Al Qaeda), pudiesen usar a los civiles como escudo humano. Además aprovechan para llevar a cabo ataques contra posiciones del Ejército sirio”.

Lavrov aseguró que Rusia ha derribado cerca de 50 drones enviados desde Idlib para atacar una base rusa cercana.

“Nuestro objetivo es aliviar las preocupaciones de nuestros homólogos rusos y deshacernos de los terroristas en la zona. Podemos trabajar juntos, pero podríamos estar poniendo en peligro la vida de civiles al tiempo que erradicando esos grupos radicales”, señaló Cavusoglu.

En Idlib han ido acabando civiles y combatientes de múltiples grupos rebeldes, muchos de ellos enfrentados entre sí. Uno de los principales es Hayat Tahrir al Sham, antigua filial de Al Qaeda en Siria. Su líder, Abu Mohammed al Golani, aseguró el miércoles pasado que en Idlib no se producirán acuerdos de rendición como en otras ciudades porque ellos lucharán hasta el final y porque lo considerarían una “traición”.

Sin embargo, un reciente comunicado del grupo señala que están “trabajando duro para llegar a una solución útil en el norte liberado que evite un posible ataque de este régimen criminal”, sin precisar cómo lo están haciendo.

Un futuro ataque con armas químicas

Tan solo un día antes de la reunión entre los ministros de Exteriores de Rusia y Turquía, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, transmitió en una conversación telefónica a Sergei Lavrov la “seria preocupación por una posible actividad militar en Idlib”.

Horas antes de esa llamada, el consejero de Seguridad Nacional de EEUU, John Bolton, advirtió: “Estamos preocupados por la posibilidad de que Asad vuelva a utilizar armas químicas. Para que no haya confusión en este sentido, si el régimen sirio utiliza armas químicas, responderemos con fuerza”. “No hay ambigüedad en la posición estadounidense”, concluyó.

Rusia no tardó en reaccionar y aseguró que las fuerzas insurgentes preparan un ataque químico con ayuda internacional para legitimar posteriormente una respuesta militar de países como Francia, Reino Unido y Estados Unidos. El Ejército ruso va más allá y dice que EEUU ha desplegado ya el destructor USS Ross con 28 misiles crucero Tomahawk para responder al supuesto ataque químico. En consecuencia, 13 buques de guerra rusos han cruzado esta semana el Bósforo a modo de preparación ante un posible ataque en Idlib.

“Es probable que Rusia vea Idlib como la ofensiva final de la guerra y le gustaría terminarla lo antes posible. Moscú no ha apoyado siempre la ofensiva, pero ahora lo ve como inevitable y espera acelerar el proceso con fuerzas adicionales”, señala Hauer. “Es probable que Rusia se esté protegiendo ante la posibilidad de que el Gobierno sirio lance un ataque químico. El régimen de Asad ha lanzado centenares de ataques químicos en Siria, los cuales Rusia no ha sido capaz o no ha estado dispuesto a frenar”.

Sometida a asedio, la situación humanitaria en Idlib es crítica. La ayuda entra a través de la frontera con Turquía. Solo en julio, las organizaciones humanitarias entregaron alimentos a 680.000 personas. De acuerdo con un informe de agencias sanitarias lideradas por la ONU, una ofensiva en Idlib podría desplazar a más de 700.000 personas. “Las condiciones humanas son muy malas. La mayoría de la gente vive en tiendas sin comida ni agua y las enfermedades se extienden”, cuenta Qusay Noor.

Noor cree que no se producirá una ofensiva similar a la que sufrió en Guta porque Rusia y Turquía están negociando. “Turquía no permitirá que Rusia lance una campaña en Idlib, pero todavía no está todo definido”, señala. “Algunos civiles están asustados, pero la ventaja es que aquí se han juntado todos los opositores a Asad. El régimen cree que una campaña aquí sería muy difícil”, añade.

Hauer tiene una opinión diferente sobre el papel de Turquía: “Posiblemente retire algunos de sus puestos de observación y no interfiera con la operación principal. Creo que querrán mantener bajo su control un área de Idlib cercana a la frontera y actualmente esto es lo que están discutiendo con Rusia, pero en términos generales, creo que no interferirán en la ofensiva”.