La Casa Blanca luce estos días iluminada con el blanco y el azul de la bandera de Israel, su aliado imprescindible en Oriente Medio, que ha convertido a la Franja de Gaza en un polvorín tras el brutal ataque sorpresa reivindicado por Hamás este sábado. Joe Biden ha aparcado sus críticas al régimen ultraconservador de Benjamin Netanyahu, al que acusó este verano de liderar “uno de los gabinetes más extremistas de la historia”, y le ha prometido su “apoyo inquebrantable” ante los “terribles actos de terrorismo” de Hamás en el estado judío. Lo hizo ayer en un comunicado conjunto con los líderes del Reino Unido, Francia, Alemania e Italia –que se autoproclaman “los amigos comunes de Israel– y lo ha reiterado hoy en un emotivo discurso desde la Sala del Comedor del Estado, en el primer piso de la Casa Blanca.
“Estamos al lado de Israel ante unos ataques que recuerdan a los peores momentos del Estado Islámico”, ha dicho el mandatario, que ha advertido a los países de la región que no traten de implicarse en el conflicto: “a todos los países u organizaciones que estén pensando en aprovecharse de la situación: no lo hagáis. Nuestros corazones pueden estar rotos, pero nuestra determinación es clara”. De este modo, ha dicho que Washington se asegurará “de que Israel tiene todo lo necesario para defenderse” y se ha comprometido a mantener su apoyo “el tiempo que haga falta”.
Con su amplio despliegue de ayuda militar –que incluye el envío de una veintena de aviones de combate, cuatro buques destructores y el portaaviones más grande del mundo, el USS Gerald Ford–, Washington está tratando de hacer una demostración de fuerza para disuadir a los países de la región de que se impliquen en el conflicto. Especialmente el régimen chiita de Irán, que tiene vínculos con el grupo libanés Hezbollah, y a quien el Wall Street Journal acusó directamente de haber ayudado a Hamás (sunita) a planificar el ataque a Israel, dando luz verde a la operación llamada “Tormenta de Al Aqsa”.
El Pentágono asegura que no hay pruebas suficientes como para secundar dicha acusación, pero un alto oficial dijo ayer, en una llamada con periodistas, que el país “sale en la foto” por sus relaciones con ambas organizaciones islamistas. Y avisó: “todos los adversarios que estén pensando en entrar en este conflicto para agravarlo, que se lo piensen dos veces y no se aprovechen de la situación de inestabilidad”. Por su parte, la misión de Iran en la ONU ha negado rotundamente su implicación, aunque ha asegurado que las acciones de Hamás se enmarcan en la “legítima defensa” del pueblo palestino.
Acompañado de la vicepresidenta Kamala Harris y el secretario de estado Antony Blinken, Biden ha condenado este martes la “masacre” de 1.000 personas por parte de “las manos ensangrentadas de Hamás, una organización terrorista que solo tiene la finalidad de matar judíos”. Entre las víctimas, “hay niños y mujeres que están siendo violadas, agredidas y exhibidas como trofeos”, ha lamentado Biden, que ha confirmado que el grupo islamista mantiene retenidos rehenes estadounidenses, a pesar de no ha confirmado el número.
“Como cualquier nación del mundo, Israel tiene el derecho y el deber de responder”, ha concluido el mandatario, que minutos antes se ha llamado con Netanyahu, con quien mantiene un contacto permanente desde el sábado. Reunido con la vicepresidenta Kamala Harris y el equipo de seguridad nacional, ha comentado con el primer ministro “la coordinación para apoyar a Israel, disuadir a actores hostiles y proteger a personas inocentes”, según ha resumido en una publicación en X (antiguo Twitter).
Biden ha defendido la necesidad de seguir apoyando militarmente a Israel, el principal receptor de ayuda exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial (más de 150.000 millones de dólares), para dotar a Oriente Medio de “paz y estabilidad”. El ataque de Hamás, el más mortífero de su historia, y la brutal respuesta de Israel, han hecho saltar por los aires la geoestrategia de Washington en la región. Tras los Acuerdos de Abraham en 2020, tanto Donald Trump como Joe Biden habían logrado que varios países árabes normalizaran sus relaciones con Tel Aviv. El último episodio de este plan era el acercamiento entre Israel y Arabia Saudí, destinado a aislar aún más a Irán, su enemigo común en la región. Pero el intercambio de bombardeos, masacres y rehenes imposibilita cualquier esfuerzo diplomático.
Mientras occidente sella su apoyo a Israel, en EEUU se multiplican las protestas en contra de la ocupación de Gaza y Cisjordania, así como en apoyo al estado judío. De costa a costa del país, en Washington, Nueva York, San Francisco y Los Ángeles, miles de personas han salido a las calles con banderas de Israel y Palestina. La manifestación propalestina más multitudinaria, en Nueva York, fue promovida por los Socialistas Demócratas de América (DSA, en inglés), agrupación a la que pertenece Alexandria Ocasio-Cortez y otros cinco congresistas.
El conflicto, en el centro de la elección del presidente de la Cámara Baja
La intensificación del conflicto árabe-israelí no solo ha trastocado los planes de la Casa Blanca, también los de la Cámara de Representantes, donde mañana se vota a un nuevo presidente tras la destitución del republicano Kevin McCarthy a manos de su partido. Sin speaker, la Cámara Baja está paralizada y no puede aprobar ningún tipo de ayuda exterior, lo que en estos momentos cobra especial relevancia y aumenta la presión sobre los congresistas.
En su discurso, Biden ha pedido a los miembros del legislativo que abandonen sus diferencias y se pongan manos a la obra para poner fin al bloqueo. “Cuando vuelva el Congreso, vamos a pedirle que tome medidas urgentes para financiar las necesidades de seguridad nacional de nuestros socios críticos”, ha dicho. “No se trata de partidismo ni de política. Se trata de la seguridad de nuestro mundo, de la seguridad de los Estados Unidos de América”. “Vamos a asegurarnos de que Israel no se quede sin estos activos críticos para defender sus ciudades y sus ciudadanos”, ha reiterado.
Una hora antes, el speaker en funciones de la cámara, Patrick McHenry, abría la puerta a una aprobación de ayuda militar a Israel antes de la elección de un nuevo presidente. “Si tenemos que actuar como un gobierno, así lo haremos”, ha dicho en una entrevista de Politico, aunque no ha dejado claro cómo hacerlo, ya que en principio no tiene la autoridad para aprobar leyes hasta que se elija a un sucesor.
El apoyo militar a Ucrania, al que se opone el ala dura de los republicanos, fue uno de los principales escollos que hicieron fracasar las negociaciones para los presupuestos, que finalmente se saldaron con una prórroga de 45 días para evitar el cierre de gobierno. Esta prórroga, que se aprobó con más votos demócratas que republicanos, fue el argumento que motivó la moción de censura impulsada por la ultraderecha contra McCarthy. Pero el hipotético envío de armas y dinero a Israel genera más consenso en ambas bancadas de la Cámara de Representantes.
La situación ha llevado a McCarthy, que en un primer momento dijo que no se volvería a presentar, a anunciar de nuevo su candidatura. “Miro al mundo y a todas las amenazas que hay ahí fuera y pienso ¿qué tipo de mensaje estamos enviando a nuestros adversarios? Si ni siquiera nos podemos gobernar a nosotros mismos, somos disfuncionales”, argumentó ayer. Mañana se enfrentará en una votación secreta a Steve Scalise, número dos del grupo republicano en el Congreso, y a Jim Jordan, apoyado por Trump, que ostenta la presidencia del Comité Judicial de la Cámara Baja.
En el fondo de los movimientos que se puedan dar en las próximas semanas en la Casa Blanca y la Cámara Baja, se encuentran las elecciones presidenciales, que se celebrarán el 5 de noviembre del 2024. Mientras las encuestas muestran un apoyo mayoritario a Israel en el conflicto arabe-israelí, en la última década se ha dado un cambio de tendencia entre el electorado demócrata. Por primera vez en la historia, en 2023 los demócratas mostraron más simpatía por los palestinos (49%) que por los israelitas (38%), según una reciente encuesta de Gallup.
Israel, principal receptor de ayuda estadounidense
Aunque Israel no es miembro de la OTAN ni tiene un tratado de defensa formal con Washington que le obligue a salir en su defensa en caso de ataque, sí está designado por EEUU desde hace décadas como un “importante aliado fuera del OTAN”. Desde la misma creación del Estado de Israel, los dos países han firmado numerosos acuerdos de cooperación en materia de defensa, por los cuales EEUU ha proporcionado armas sofisticadas y financiación militar, que han convertido a Israel en el receptor más grande de ayuda exterior norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial: más de 150.000 millones de dólares (unos 134.000 millones de euros).
Gracias a todo este apoyo económico, Israel ya es la 18ª potencia militar del mundo, a pesar de situarse en el puesto 149 en superficie y en el 93 en población. Además, las agencias de espionaje de ambos países, la CIA y el Mossad, han creado una relación próxima y comparten inteligencia. El país judío se beneficia de unos acuerdos bilaterales más beneficiosos que otros aliados. A pesar de que Washington normalmente obliga a destinar el dinero en la compra de armas fabricadas en EEUU, Israel tiene el privilegio de invertirlos en su propia industria militar.
El último gran paquete de ayuda militar a Israel fue aprobado en 2016, cuando el Congreso comprometió 38.000 millones de dólares (unos 34.000 millones de euros) hasta el año 2028. El Pentágono afirma que, gracias a estas provisiones, tiene suficiente dinero para seguir financiando a Israel durante un tiempo, y solo se deberá recurrir al Congreso en caso de necesidad. Sin embargo, si el bloqueo sigue instalado en la Cámara de Representantes, ello conducirá a un cierre en noviembre, que limitaría la posibilidad de seguir apoyando a Israel.