La fugaz y no anunciada visita a Taiwán de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, ha provocado la ira y las amenazas directas de Pekín. Desde hace medio siglo, EEUU sigue una política cuidadosamente calculada de “ambigüedad estratégica” con Taiwán, es decir, no dejar claro cómo y cuándo respondería ante una posible ofensiva china contra la isla para disuadir a Pekín y, de paso, que las fuerzas independentistas de Taiwán no se vean especialmente animadas ante un respaldo incondicional de Washington.
“[El viaje] no contradice en absoluto la política mantenida desde hace mucho tiempo en Estados Unidos, [que] sigue oponiéndose a los esfuerzos unilaterales por cambiar el statu quo”, declaró Pelosi. Sin embargo, la parada en la isla es una muestra de apoyo evidente a Taiwán que, junto a varias declaraciones del presidente Joe Biden en los últimos meses, muchos interpretan como un ataque claro a la línea de flotación de esta estrategia.
Dos Chinas y el origen del equilibrio
Durante años en la Guerra Fría hubo dos Chinas al mismo tiempo: la China de Mao (República Popular de China) y la China de Chiang Kai-shek (República de China). Mao controlaba el territorio continental tras derrotar a los nacionalistas, pero Chiang Kai-shek, su Gobierno y sus seguidores se instalaron en la isla de Taiwán. La anomalía se acabó en octubre del 71, cuando la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución que reconocía la República Popular de China como “el único representante legítimo de China en las Naciones Unidas”.
Para Washington, sin embargo, solo existía la República de China –la de Taiwán–, y no reconocía la autoridad de la China comunista. Todo empezó a cambiar en 1972 con la histórica visita del presidente Richard Nixon a Mao. “Todos los chinos están de acuerdo en que Taiwán es parte de China”, decía el comunicado conjunto. El giro se concluyó en 1979 con el presidente Jimmy Carter y el cambio de reconocimiento de una China por otra –fundamento de lo que pasó a conocerse en Washington como 'one China policy'–. A partir de entonces, la República Popular de China se convirtió en el único Gobierno legal de China a ojos de EEUU, que retiró el reconocimiento diplomático oficial a Taiwán y se comprometió a la retirada de todas sus fuerzas e instalaciones militares en la isla.
Inmediatamente después el Congreso estadounidense aprobó la ley 'Taiwan Relations Act', que no comprometía explícitamente a EEUU a defender la isla en caso de agresión china, pero sí a suministrar el armamento necesario “para permitir a Taiwán mantener una capacidad suficiente de defensa propia”. La ley sustituyó al ‘Tratado de defensa mutua entre EEUU y la República de China’ de 1954, que sí establecía una cláusula de ayuda en caso de ataque a una de las partes. Así se consolidó la conocida como “ambigüedad estratégica” de EEUU frente a Taiwán.
Cambio de estrategia
En los últimos meses, las declaraciones del presidente Biden parecen haber cambiado de la “ambigüedad” a la “claridad estratégica”, tal y como afirman algunos expertos. En agosto del año pasado, justo después de la toma de Afganistán por parte de los talibanes, ABC News le preguntó si eso podría envalentonar a China frente a Taiwán: “Hemos mantenido cada compromiso. Fijamos un compromiso sagrado con el artículo 5 de que si alguien invadía o tomaba acciones contra nuestros aliados de la OTAN, responderíamos. Lo mismo con Japón, con Corea del Sur y con Taiwán”. Posteriormente su equipo desmintió cualquier cambio en la política exterior de EEUU respecto a Taiwán. Podría haber sido un desliz del directo.
Meses después, en octubre, Biden fue aún más claro. El periodista de la CNN Anderson Cooper le preguntó si EEUU defendería a Taiwán en caso de ataque chino. “Sí. Tenemos un compromiso para hacerlo”, respondió. Por tercera vez, Biden se volvió a referir al mismo tema en mayo de este año y fue más directo, si cabe. “No quiso involucrarse en la guerra de Ucrania por razones obvias. ¿Está dispuesto a involucrarse militarmente para defender a Taiwán si llega la situación?”, le preguntó la CBS en una rueda de prensa durante su viaje a Tokio. “Sí. Es el compromiso que adquirimos”.
Inmediatamente después de estas declaraciones, su equipo siempre ha afirmado que la política no ha cambiado, pero la ambigüedad ya no es tan ambigua. Tampoco son declaraciones de un presidente que desconoce el tema. Biden ha seguido de cerca el asunto desde hace décadas, ha viajado a Taiwán y hace 21 años escribió un duro artículo en The Washington Post criticando a George W. Bush por dar una respuesta similar a la suya en cuanto a la defensa de Taiwán. “EEUU no está obligado a defender Taiwán desde que se derogó el tratado del 54 [...]. Hay una gran diferencia entre reservarse el derecho a usar la fuerza y obligarnos a nosotros mismos a hacerlo. El presidente no debería ceder a Taiwán, y mucho menos a China, la capacidad de arrastrarnos automáticamente a una guerra en el Estrecho de Taiwán”, afirmaba el ahora presidente.
“Donde antes Estados Unidos tenía una política de 'ambigüedad estratégica' en virtud de la cual nos reservábamos el derecho a usar la fuerza para defender a Taiwán, pero guardábamos silencio sobre las circunstancias en las que podríamos, o no, intervenir en una guerra al otro lado del Estrecho; ahora parece que tenemos una política ambigua de ambigüedad estratégica. No es una mejora”, añadía el entonces senador.
Consecuencias de la ambigüedad calculada
Varios expertos estadounidenses creen que el cambio en las circunstancias ha obligado a EEUU a abandonar la histórica estrategia de la ambigüedad. “Es poco probable que esto disuada a una China cada vez más resuelta, tolerante al riesgo y capaz. El manual que funcionaba cuando Taiwán y EEUU tenían una ventaja militar sobre China es poco probable que mantenga a raya a un Ejército Popular de Liberación (China) que ha pasado las últimas dos décadas y media preparándose para un conflicto con Taiwán”, escribía Richard Haass, presidente del think tank Council on Foreign Relations, en un artículo para la revista Foreign Affairs el pasado mes de diciembre.
“Lo que Washington necesita ahora es una política de claridad estratégica”, opina Haass. “La mejor forma de reducir el riesgo de la guerra sería decir explícitamente a China que EEUU respondería a un ataque contra Taiwán con todas las herramientas a su disposición, incluidas graves sanciones económicas y fuerza militar”.
Otros analistas siguen apostando por la “ambigüedad estratégica”. “Un compromiso de defensa definitivo con Taiwán no significa solo lo que uno está preparado para arriesgar, sino que también manda una clara señal de lo que ignoraría, abriendo la posibilidad a que Pekín utilice estrategias a medio camino contra Taiwán”, señalan en un artículo publicado en el think tank RUSI (Royal United Services Institute) los analistas Michael Clarke y Matthew Sussex, del Centre for Defence Research de Australia. “La claridad estratégica podría debilitar la disuasión al reducir el número de situaciones en las que Pekín tendría que correr el riesgo” de una firme respuesta estadounidense.
Un argumento similar utilizan otros expertos, poniendo como ejemplo los tratados de defensa mutua firmados con Filipinas y Japón, los cuales no han impedido desafíos continuos de China a sus intereses. Estos tratados permiten a China conocer lo que puede y lo que no puede hacer y le permite localizar y definir las líneas rojas de EEUU a través de ponerlas a prueba constantemente, sostienen los defensores de la “ambigüedad estratégica”.