Al final a Bill Cosby le ha cogido la justicia. Ha tardado varias décadas y por el camino se han quedado decenas de víctimas, pero esta semana le han declarado culpable de agresión sexual y se enfrenta a una posible condena de 30 años. La sentencia retira de la circulación a un depredador pero, más importante, derriba a un mito.
Bill Cosby ha sido mucho más que un actor, que una estrella, que un humorista millonario. Ha sido el símbolo de muchas cosas, sobre todo para la América negra. Y todo porque tuvo una idea sencilla pero revolucionaria: hacer una serie sobre una familia negra que llevaba una vida propia de una familia blanca.
Viajemos a EEUU en los años 80 y encendamos la tele: 83 millones de personas han visto el capítulo de Dallas en que se desvela quién mató a J.R. y, como el público no se cansa de los dramas con familias blancas millonarias, se estrena Dinastía. También hay negros en la tele, claro. En los informativos son protagonistas habituales de las noticias sobre crímenes, pero en la ficción les va algo mejor. Medio país ha llorado con Kunta Kinte en Raíces, aunque los ejecutivos de los canales prefieren mostrar el racismo del siglo XVIII que el del país actual. Hay unas pocas series sobre familias negras contemporáneas, pero siempre con unos estereotipos claros: pobres, malhablados, graciosos y sin educación. Obsesionados con el dinero pero atrapados en la miseria. Entonces llega El Show de Bill Cosby.
Ya desde el estreno en 1984, la serie es rompedora. EEUU jamás ha visto por la tele a una familia negra así: los Huxtable son un matrimonio feliz y estable con cinco hijos. ¡Cliff es médico y Claire es abogada! No más chistes sobre dinero, porque ellos son ricos. Y no por un golpe de suerte como la familia negra de The Jeffersons, sino porque han estudiado y estudiar es lo más importante.
Se nota hasta en su lenguaje: nada de jerga callejera, ellos hablan... como blancos. Y se comportan como una familia blanca de las que salen por la tele: amor por su hijos, pero con mucha autoridad. Moralina, pero también humor. Una familia modélica, el ‘sueño americano’ pero de piel oscura.
Puede sonar ridículo, pero su poder simbólico resultó enorme. Todos los jueves por la noche 30 millones de familias estadounidenses ponen la NBC y disfrutan de una familia que estadísticamente no tiene nada de normal pero que gusta a todos. Para los blancos, es una serie cómoda sobre un grupo de afroamericanos que no tiene ninguna queja, que jamás sufre racismo, que es exactamente como ellos. Y para la comunidad negra, es un modelo positivo en televisión, un programa que no tira de los tópicos de siempre y que abre una ventana hacia la cultura afroamericana que rara vez se ve en la pantalla: el jazz, la lucha por los derechos civiles, el apartheid en Sudáfrica... todo lo que no sea discutir el racismo contemporáneo en EEUU, lo que habría alienado a sus seguidores blancos. Un oasis ficticio de armonía racial conviviendo en el tiempo con los disturbios de Los Ángeles.
La serie trata sobre los Huxtable, pero sin embargo lleva el nombre de su creador: el show de Bill Cosby. Era la gran estrella y el mayor beneficiado de su éxito, que le llevó a ser el único negro en la lista Forbes de los 400 estadounidenses más ricos. Tanto interiorizó su imagen de padre ejemplar que, incluso después de acabada la serie, se mantuvo en el papel. El llamado “papá de América” se convirtió en un moralista profesional que daba charlas sobre cómo criar una familia como si él fuera en realidad su personaje. Y la principal destinataria de sus lecciones era la comunidad negra.
Las primeras críticas se escucharon después de varios discursos en los que atacaba a las madres solteras negras o a los jóvenes negros que llevaban ropa ancha. Pero fue mucho más allá cuando en 2004 reflexionó así sobre el asesinato de un menor: “Atacamos al policía que le disparó, pero ¿qué hacía robando ese bizcocho?, ¿dónde estaban sus padres?”.
Ahora que conocemos al menos cincuenta denuncias contra él por abusos sexuales, parece increíble que fuera por ahí repartiendo lecciones y hasta criticando la promiscuidad de algunas afroamericanas, pero así era.
La devastadora portada del New York Magazine con las fotos de 35 mujeres que lo acusaban fue el principio de su fin. Pudo sortear a la mayoría de ellas gracias a que muchos de los crímenes estaban prescritos, pero no a Andrea Constand, la mujer a la que drogó y violó en 2004 tras llevarla a su casa con promesas de ayuda profesional.
Ahora, con 80 años, es muy probable que Cosby acabe sus días en la cárcel. Él no ha muerto todavía, pero el mito que fue para toda una generación está enterrado definitivamente. “El papá de América” resultó ser un violador en serie.