Este 31 de enero el Reino Unido ha salido de la UE. Pero, de entrada, todo sigue igual. Nada cambia, aunque las banderas se descuelguen en Bruselas. Porque se va con acuerdo, y el acuerdo prevé un periodo de transición en el que básicamente no se ven afectadas ni las personas ni las mercancías. Salvo el hecho de que Reino Unido pierde sus eurodiputados, su silla en los consejos de la UE y la posibilidad de tener comisario.
A partir del 1 de febrero empieza un periodo de transición que tenía que haber arrancado el 30 de marzo de 2019 –pero que se fue posponiendo por las prórrogas del Brexit– y que termina el 31 de diciembre. Y ya ha dicho el primer ministro británico, Boris Johnson, que no quiere prorrogarlo.
Un periodo de transición –y de reflexión acelerada– en el que Reino Unido tiene que decidir qué tipo de relación quiere tener de mayor con la UE. Si Reino Unido quiere tener un acuerdo con la UE como Canadá, o como Noruega, o como Japón. Hay un buen número de acuerdos comerciales, puede elegir uno y adaptarlo. El que quieran, pero tienen que elegir un modelo de cohabitación que pueda garantizar unas reglas para el comercio, las comunicaciones y los derechos de los ciudadanos británicos en el resto de países y viceversa en un régimen de reciprocidad –permisos de residencia, visados o no, acceso a servicios públicos o no, permisos laborales...–.
“Es bueno empezar una nueva etapa con la mejor relación posible con Reino Unido, un país amigo pero que ha decidido salirse”, afirmaba una fuente diplomática. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, afirmó a su llegada al último Consejo Europeo en Bruselas: “La UE está lista para la siguiente fase, un acuerdo comercial futuro equilibrado”. Mensaje semejante al del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: “Apostamos por una relación futura lo más estrecha posible entre la UE y el Reino Unido”.
Pero esa relación futura va a estar atravesada por dos variables: que Reino Unido y la UE vienen de un divorcio; y la conexión atlántica histórica entre Londres y Washington, reforzada por el idilio entre Boris Johnson y Donald Trump en un momento de guerra comercial y de concepción de la OTAN entre la UE y EEUU.
La relación futura
El periodo de transición es el que comprende desde el Brexit con acuerdo hasta el 31 de diciembre de 2020. Como el Brexit estaba previsto para el 29 de marzo de 2019, el periodo de transición era de casi dos años. Pero, ahora se ha reducido prácticamente a la mitad, por lo que no es descartable que se prorrogue unos meses.
En todo caso, es el tiempo previsto para negociar un acuerdo, en principio, tanto o más complicado que el propio acuerdo de retirada.
El acuerdo de relación futura en una suerte de acuerdo comercial a la medida con Reino Unido, que permita mantener la unidad de mercado comunitaria con la UE, incluyendo a la república de Irlanda, sin que eso suponga dos regímenes económicos en Reino Unido –por el Ulster– ni una frontera dura en la isla de Irlanda.
El documento de retirada recoge una solución descartada en febrero de 2018 por Reino Unido porque viene a establecer un régimen especial para Irlanda del Norte y, por tanto, traslada la frontera imaginaria al mar de Irlanda, entre Gran Bretaña e Irlanda.
Por delante quedan por negociar todo tipo de detalles sobre la relación futura entre las dos partes, y eso que la Unión Europea tiene una buena panoplia de acuerdos comerciales como base: TTIP, CETA, JEFTA...
Así, la última cumbre de líderes de la UE aprobó unas conclusiones en las que pedía a Londres negociar “una relación futura lo más estrecha posible”:
Y, para ello, la Unión Europea ha vuelto a designar a Michel Barnier como negociador para el acuerdo de relación futura.