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Diez meses de rebelión interna que obligaron a May a dimitir
El exprimer ministro conservador David Cameron convocó el referéndum del Brexit de 2016 e hizo campaña por la permanencia en la Unión Europea. ¿Por qué? ¿Cuál era el objetivo? Fue su órdago para intentar salvar a un partido arrastrado al borde del abismo por el crecimiento descontrolado del euroescepticismo. Paradójicamente, aquella decisión ha acabado siendo el empujón final que ha reventado las costuras del Partido Conservador.
En 2010, los tories, liderados por David Cameron, ganan las elecciones, pero sin los apoyos suficientes para gobernar en solitario. Cameron opta entonces por formar un gobierno de coalición con los Liberal Demócratas, proeuropeos convencidos, una decisión que indignó a los colegas de partido más incrédulos y alejados de la UE.
La venganza vino en forma de moción en la Cámara de los Comunes en noviembre de 2011. El diputado conservador David Nutall propuso una votación a favor de un referéndum de permanencia en la UE y 81 compañeros de filas de Cameron se colocaron en contra de su primer ministro, rompieron la disciplina de voto y optaron por apoyar la convocatoria de un referéndum. Otros 15 parlamentarios se abstuvieron y aquello acabó siendo la mayor rebelión interna desde la Segunda Guerra Mundial, pero no la última ni la más grave de las que estaban por llegar.
Tras ese punto de inflexión, Cameron empezó a flirtear con la idea del referéndum para evitar la ruptura de su partido. Finalmente lo soltó en junio de 2012, en pleno debate de la UE para ampliar competencias y salir de la crisis económica. “Para mí, Europa y referéndum son dos palabras que pueden ir juntas”, escribió en un artículo para el Sunday Telegraph una semana después de recibir una carta de cien diputados tories solicitando la convocatoria del voto popular.
En 2013, Cameron acabó con toda ambigüedad: “La Unión Europea se dirige a un nivel de integración política que está muy lejos de la zona de confort de Reino Unido […] Por eso estoy a favor de un referéndum”. El primer ministro hizo suya la promesa de convocar un referéndum en un contexto en el que prácticamente todas las encuestas auguraban una victoria laborista reforzada, además, por las diferencias y disputas internas en el Partido Conservador y por el auge del UKIP de Nigel Farage, firme defensor del Brexit.
El UKIP obtuvo en las elecciones generales de 2010 el 3,2% de los votos y ningún escaño. Cuatro años después, en las elecciones europeas de 2014, se convirtió en primera fuerza con un 27,5% de los votos. El Brexit era un tema que había llegado para quedarse y UKIP lo demostró consolidándose como la tercera formación más votada en las elecciones de 2015 (12,6%), aunque solo obtuvo un escaño debido a la ley electoral británica.
Lo siguiente es una conversación entre Cameron y Nick Clegg, socios de coalición, reproducida por David Laws, compañero de partido de Clegg que entonces era un miembro de alto rango del Gobierno:
—David, si tu estrategia en Europa es quedarte en la UE, pero renegociar unilateralmente la posición británica y entonces cambiar todas las normas y posteriormente llevar todo eso a un referéndum, creo que es demasiado arriesgado y podría tener efectos contraproducentes.
—Puede que tengas razón, ¿pero qué más puedo hacer? Mis diputados son increíblemente euroescépticos y tengo al UKIP respirándome en el cuello.
“Está tan ocupado preguntándose cómo superar las próximas semanas, que podría poner en peligro la posición internacional de Reino Unido durante décadas”, le dijo Clegg a Laws.
Según contó Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, en un documental de la BBC, Cameron hizo esa promesa pensando que nunca podría llevarla a cabo. “¿Por qué decidiste convocar este referéndum? Es muy peligroso e incluso estúpido, ya sabes”, le preguntó Tusk a Cameron. “Me dijo que la única razón era su propio partido. Me quedé sorprendido. Me dijo que se sentía muy seguro porque pensaba que no había riesgo de un referéndum porque su socio de coalición, los liberales, lo bloquearían. Pero entonces, sorprendentemente, ganó las elecciones y no había socio de coalición. Paradójicamente, Cameron fue la víctima de su propia victoria”, afirmó Tusk.
La división en el Partido Conservador por el tema europeo no es nueva. Con la firma del tratado de Maastricht en 1992 –uno de los textos fundacionales de la UE– los conservadores euroescépticos ya se levantaron en armas contra su gobierno y votaron una y otra vez en contra del tratado que necesitaba la aprobación de la Cámara. Los 'rebeldes de Maastricht' acabaron perdiendo la batalla contra el primer ministro conservador John Major en 1993. 26 años después, los 'rebeldes del Acuerdo de Retirada' han derrotado a la primera ministra Theresa May, forzando incluso su dimisión y provocando una parálisis en la Cámara de los Comunes.
Aquella historia no solo guarda similitudes factuales con el drama que ha acabado con Theresa May, sino que también comparte protagonistas. Uno de esos 'rebeldes de Maastricht' era un tal Nigel Farage, de 28 años, que en 1992 dejó el Partido Conservador en protesta. Otro era el diputado Lord William Rees-Mogg, padre de Jacob Rees-Mogg, destacado parlamentario euroescéptico y presidente del European Research Group, que une a los conservadores más euroescépticos y uno de los mayores quebraderos de cabeza de la primera ministra.
El órdago de Cameron ha acabado en lágrimas de May. La fecha de salida se ha retrasado varias veces, el Parlamento está bloqueado, May dimitirá la semana que viene y su Gobierno ha acabado con una derrota histórica en las elecciones europeas en las que prometió que Reino Unido no tendría que participar. El Partido Conservador ha pasado de 19 a cuatro representantes y se queda como quinta fuerza. Paradójicamente, los Liberal Demócratas han sacado más del doble de votos que los conservadores.
“Lo siento mucho por Theresa. Sé lo que se siente cuando te das cuenta de que tu tiempo de liderazgo ha terminado y de que el país necesita un nuevo líder”, afirmó Cameron tras el anuncio de dimisión de Theresa May.
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