El mundo de la cultura y el arte en Reino Unido mira con inquietud su porvenir inmediato a falta de unas semanas para confirmar que se consume o no el Brexit. El último en alzar la voz ha sido el festival WOMAD, World of Music, Arts and Dance, que ha alertado recientemente de las dificultades que están afrontando para contratar artistas para su edición británica.
Chris Smith, el director del evento -que se ha celebrado ya en 30 ciudades diferentes, entre ellas Cáceres y Las Palmas de Gran Canaria- es muy claro al respecto: “Contratar artistas está complicándose debido al Brexit. Espero que no volvamos a los viejos tiempos”, dijo en declaraciones a medios de comunicación.
La organización dedicada a la edición de Wiltshire, prevista para el mes de julio, avisa de que el temor a encontrar trabas a la hora de entrar al país está sembrando dudas entre músicos y compositores. La inseguridad entre los artistas no es injustificada. El espectáculo, fundado en 1982 por el músico Peter Gabriel, ya experimentó problemas en la edición pasada, en la que varios intérpretes internacionales no pudieron participar debido a problemas con sus visados.
“Estamos en posición de choque. La nación entera se encuentra en posición de choque y lo mismo está ocurriendo con el mundo del arte,” alerta Sacha Craddock, critica de arte, que ha participado como jurado en prestigiosas entregas de premios como el Turner Prize o el John Moores Painting Prize.
Ante esta incertidumbre, un grupo de 161 figuras de la cultura de Reino Unido ha firmado un manifiesto en el que reclaman a los dos principales partidos, tories y laboristas, la celebración de un segundo referéndum, en caso de que la Cámara de los Comunes no alcance un acuerdo para salir de la UE.
Tras muchos titubeos, el líder laborista, Jeremy Corbyn, decidió apoyar el mes pasado de manera más explícita un segundo voto que pueda poner freno a un potencial portazo sin pacto. Su decisión, aunque vista por muchos como valiente frente al Brexit means Brexit de la primera ministra Theresa May, ha golpeado su ya discutido liderazgo, provocando varias dimisiones en su bancada.
Craddok se muestra segura de que, en caso de un Brexit duro, “las cosas van a cambiar mucho”, como, sin duda, el fuerte rol de Londres como puerta de entrada a Europa, ya que la imagen de la capital como centro bohemio y multicultural “está resquebrajándose”.
“El mundo del arte, en lo que se refiere al mercado común, va a verse muy afectado, ya que muchas galerías se mudaron a Londres desde Estados Unidos para conocer de cerca el gusto del paladar europeo,” dice la crítica, dejando entrever la posibilidad de que dichos museos cambien de aires de nuevo rumbo al continente.
La industria está siendo consciente ahora de los grandes problemas que se pueden dar en el transporte de piezas, además de los que surjan a la hora de colaborar con artistas extranjeros, en caso de que la libertad de movimiento se limite.
Aunque el Brexit sea aún técnicamente reversible, el resultado de la votación en junio de 2016 ha asestado ya un duro golpe al mundo del arte y la cultura: las exposiciones en galerías públicas se han acortado en el tiempo debido a las limitaciones de fondos públicos anteriormente más boyantes, y varias instituciones han denunciado trabas a la hora de transportar obras desde el continente.
Dentro del marco de la edición del British Pavilion de este año, el British Council se ha apresurado a enviar antes de tiempo todas las obras prestadas para la muestra bienal Cathy Wilke’s, en Escocia, “para evitar potenciales problemas”. La misma medida ha tomado la organización del Irish Pavilion para importar desde Londres los trabajos de la irlandesa Eva Rothschild.
Menos obras, pero con gran repercusión
Llama la atención la escasez de obras visuales que han surgido desde que se publicara el resultado del referéndum, según Craddock. “En términos de creatividad, parece que hemos estado conteniendo la respiración mientras todo está por decidir. Hemos estado tan divididos en cuanto a qué hacer y pensar, que quizá el Brexit se convertido en algo demasiado amplio como concepto sobre el que trabajar”.
Sin embargo, varios artistas han puesto en marcha performances relacionadas con el Brexit. El sueco Jonas Lund y su performance Operation Earnest Voice: Brexit Division ha llegado incluso a causar recelos entre los más duros partidarios de la separación. La organización Leave means Leave, cuyo propósito queda bien claro en su nombre, reclamó que la Photographers' Gallery dejara de recibir fondos públicos después de dar espacio a Lund por considerarla una “descarada forma de campaña electoral”.
Parte sátira, parte realidad, el artista ocupó el tercer piso del museo con material de oficina y doce empleados, que utilizaron las redes sociales para influir en la opinión pública para “revertir el Brexit”. Lund se inspiró en la Operation Earnest Voice real, un proyecto propagandístico del gobierno de Estados Unidos que busca difundir las bondades del país fuera de sus fronteras.
La intención del sueco era utilizar las mismas estrategias de manipulación y afirmaciones dudosas utilizadas por la campaña por el Leave y por fervientes defensores del Brexit como los tories Boris Johnson, David Davis o Jacob Rees-Mogg, y el ahora líder del Brexit Party, Nigel Farage, que fueron después puestos seriamente en duda por órganos oficiales.
La ya conocida promesa de Johnson de recuperar 350 millones de libras a la semana para el NHS, el sistema de salud británico, fue calificada de “engañosa” y “un claro uso incorrecto de estadísticas oficiales” por el Centro de Estadística de Reino Unido. Además, los partidarios de la salida rebasaron el límite de gasto durante la campaña, según la comisión electoral.
Precisamente 350 millones de libras es el precio simbólico que la Royal Academy of Arts le colgó el año pasado a Vote to Love, una obra de uno de los artistas más populares del mundo, Bansky. Aunque su identidad (y sexo) aún son un misterio - se ha especulado con que se trata de uno de los miembros de la banda Massive Attack - el artista ha expresado su rechazo al Brexit por medio de varios murales.
El más significativo quizá sea el enorme fresco que apareció de la noche a la mañana en Dover. La pieza, que cubre la fachada lateral de un bloque de pisos, muestra la bandera de la UE y a un profesional de la construcción que rompe con cincel y martillo una de las doce estrellas que la forman.
En esta ciudad, que une Reino Unido con Francia, Bélgica y Países Bajos por medio del tren Eurostar, se vaticina ya un caos de colas kilométricas de camiones a la espera de entrar en las islas británicas.
Dover fue una de las regiones que más claramente expresó su deseo de salir del bloque comunitario, con un 60%. Sin embargo, y a pesar de que las redes sociales se han convertido en un hervidero de opiniones, no todo el mundo se muestra abierto a hablar del Brexit en público, y mucho menos si uno es partidario del Leave en una gran ciudad de la que la mayor parte de la sociedad prefiere quedarse.
Con el propósito de abrir un canal de comunicación más humano, Joe Sweeney puso en marcha su proyecto +44... Leave a Message for Europe. En la costa de Kent, un condado donde la opción por salir ganó con un 59%, el autor levantó la escultura de una cabina telefónica, como invocando al método de comunicación previo a los SMS y Twitter, y en el que era imprescindible hablar.
El artista londinense quiere demostrar así que estamos más dispuestos a hablar con franqueza si creemos que no hay nadie al otro lado. Para participar en la performance no es necesario desplazarse hasta la cabina, basta con entrar en una página web habilitada para ello y dejar un mensaje de voz, ya sea de manera anónima o no.
El contestador automático, cuyo contenido no se hace público si contiene palabras ofensivas, funcionará del 1 al 29 de marzo, fecha en la que la primera ministra británica, Theresa May, prometió hacer efectivo el divorcio.
Dos días después de la salida del Reino Unido de la UE echará el cierre el Sweet Feast de la artista alemana Ulla von Branderburg, una exhibición que conmemora el día en que, en 1973, el país anglosajón entró en la Comunidad Económica Europea.
Ese año se celebró la primera y hasta ahora única edición del festín en la Whitechapel Gallery de Londres, donde los visitantes pudieron disfrutar de delicias y dulces traídos desde sus recién estrenados aliados comerciales del otro lado del Canal de La Mancha. Según los archivos del museo, más de 500 niños lograron pasar por encima de la escasa seguridad que vigilaba la sala de exposiciones para devorar chocolate belga, piruletas francesas, golosinas germanas o mazapanes italianos.
Para la reedición, von Branderburg contó con alumnos de un colegio del sur de la capital como afortunados comensales, inmortalizándola en una película grabada en cinta de 16 milímetros para proyectarla después en el museo.
Si nadie pone remedio, la mitad de los artistas mencionados en este artículo tendrán problemas para exponer en Londres en menos de un mes. Para Craddock, es posible que incluso se lo piensen dos veces si tienen la posibilidad, ya que Reino Unido, hoy día, “proyecta la imagen de un lugar en problemas”.