Si Londres buscaba novedades, lo que ha recibido es más de lo mismo. El acuerdo no se toca. Si Londres necesitaba garantías, lo que ha recibido son promesas: la salvaguarda –o backstop– no la quiere nadie. Las mismas que en diciembre: la salvaguarda para la frontera irlandesa es eso, un seguro de último recurso, no algo que nadie quiera poner en marcha. Porque su entrada en vigor supondría que no se ha llegado a un acuerdo para la relación futura. Y todo el mundo quiere un acuerdo para una relación futura ordenada.
Ahora bien, el tono, el interés por intentar decir lo que se quiere oír, el equilibrio en el discurso, puede ajustarse a lo que podía esperar Theresa May. Otra cosa es que sea suficiente para ganar la votación este martes.
Pero el Parlamento británico vota este martes el acuerdo del Brexit, y todo apunta a que Theresa May sufrirá una estrepitosa derrota. Para intentar evitarla, la primera ministra ha pedido a sus aún socios comunitarios ayuda, una ayuda cifrada en “aclaraciones y seguridades” de que Reino Unido no se quedará partido entre la isla de Gran Bretaña y la de Irlanda, atrapada en el mercado interno europeo a través de la frontera invisible irlandesa en caso de que no haya acuerdo para la relación futura.
Este lunes ha mostrado sus cartas Bruselas. Que, en el fondo son más de lo mismo, son lo que recoge el acuerdo, y las conclusiones de la cumbre de diciembre: que la Unión Europea “no desea” que “entre en vigor”.
La carta lleva las firmas de los presidentes de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, y ha sido divulgada por el Gobierno del Reino Unido y por los propios Juncker y Tusk, un día antes de la decisiva votación en la Cámara de los Comunes.