Bulos, escudos con cobayas y bolardos en llamas: la batalla por limitar los coches en Oxford
En algún momento de 2024 seis calles de entrada al centro de Oxford limitarán el tráfico de coches privados en las horas centrales del día durante unos meses de prueba para incentivar el uso del transporte público, la bicicleta y los paseos. Esto ha dado lugar a amenazas de muerte a concejales, incendios de bolardos y reuniones en el Ayuntamiento a gritos mientras circulan bulos sobre “el confinamiento climático” difundidos por grupos antivacunas, un psicólogo canadiense antifeminista, ídolos del pop británico de los 90 y un ex asesor de Trump y cabecilla del movimiento para negar el cambio climático.
El debate sobre los llamados “filtros de tráfico” empezó como una disputa pública ordinaria entre comerciantes, concejales y expertos en transporte sobre cómo aliviar la congestión y limitar las emisiones de una ciudad universitaria de 150.000 personas, casi ningún paso peatonal y calles estrechas construidas cuando no existían los automóviles. Pero en los últimos meses el tono y el alcance de la polémica han convertido a Oxford en un inesperado y oscuro frente de batalla que muestra cómo viaja la desinformación sobre el cambio climático.
“Hola conejillo de indias”, dice un folleto repartido hace unos días por los buzones de Oxford con un escudo como el de la ciudad pero con una cobaya en el centro en lugar de un buey. Un texto de tres páginas asegura que por un plan “de Naciones Unidas” en Oxford será muy difícil “visitar a tu madre en la residencia” o “llevar a tus hijos a un bonito parque en el otro lado de la ciudad en un día de sol”. “Dile adiós a las comidas sobre la marcha en el pub al lado del río o a las visitas sorpresa espontáneas a un amigo enfermo para pasearle el perro”, dice el escrito que también niega la existencia del cambio climático y que está firmado por un grupo llamado Not Our Future. Los panfletos los han repartido los músicos noventeros y protagonistas de reality shows Fred y Richard Fairbrass, entre otros. El grupo está compuesto por activistas que empezaron a protestar contra las medidas sanitarias por la pandemia, se pasaron a los mensajes antivacunas y ahora están centrados en lo que llaman “confinamiento climático”. Algunos también suelen repetir los argumentos del Kremlin “contra el dominio occidental” para justificar la invasión rusa de Ucrania. La distribución de los panfletos del escudo con la cobaya la filmó Rebel News, un canal de streaming canadiense que nació en 2015 para hacer campaña contra el Islam y la inmigración.
El plan
Los “filtros de tráfico” de Oxford supondrán que en las horas centrales del día en calles concretas -claves para la entrada y la salida al centro- sólo unos pocos coches privados puedan circular. El plan consiste en instalar unas cámaras capaces de leer las matrículas y detectar si coches sin excepciones se están saltando las reglas para mandarles a casa una multa de 70 libras (unos 80 euros).
El objetivo es aliviar la congestión y facilitar el paso a autobuses y otras formas de transporte. En Londres, estas limitaciones se han probado en 46 zonas y más de 400 calles, han reducido el tráfico y no han aumentado la congestión de las calles adyacentes, según un estudio, pero algunas restricciones se han eliminado por quejas de vecinos y tiendas. En Oxford, algunos comerciantes se quejan de que llegarán menos clientes de las afueras u otras localidades y de que no ha habido suficiente consulta pública o refuerzo de servicios.
En realidad, todavía no está claro cuándo se pondrá en marcha el plan: estaba previsto para enero de 2024, pero unas obras en un puente cerca de la estación de tren hacen probable que se retrase. En cualquier caso, es una prueba durante unos seis meses antes de tomar una decisión más definitiva.
Al otro lado del Atlántico
Este es el plan que Jordan Peterson, psicólogo canadiense, profesor y héroe de la extrema derecha por sus cruzadas contra el feminismo y las vacunas, ha llamado “locura fascista” que hará que Reino Unido deje de ser “un país libre”. Hace unas semanas, Peterson tuiteó en su cuenta de más de 3,7 millones de seguidores que el proyecto de Oxford era “un plan bien documentado” por el que “burócratas tiranos idiotas pueden decidir por decreto dónde se te permite conducir”. Lo definía como un complot de Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial.
Unas semanas antes, Steve Milloy, un abogado y activista estadounidense, difundió el bulo de que en Oxford “los vecinos quedarán encerrados en sus barrios sin que pueda entrar o salir el tráfico” con un enlace a un artículo del diario local Oxford Mail. Utilizó la expresión “confinamiento climático”, que ha ayudado a difundir él mismo con connotaciones negativas desde 2021. Milloy fue parte del equipo de transición de Donald Trump en 2016, ha colaborado como comentarista contra “la ciencia basura” en Fox News y es miembro del consejo directivo del Heartland Institute, un think-tank libertario con sede en Chicago que trabajó para la tabaquera Philip Morris para desacreditar los estudios científicos sobre el daño del tabaco y ahora cuestiona el cambio climático.
Milloy es influyente de manera discreta, según explica a elDiario.es Jennie King, académica especializada en desinformación sobre el clima y las vacunas del Institute for Strategic Dialogue, una organización de estudios y activismo contra la polarización con sede en Londres y Berlín. “Su propia huella digital tiene un impacto bastante bajo… Unos ‘me gusta’ y poco más. Pero Milloy desempeña un papel muy importante como foco de contenido, que luego es recogido por actores que tienen una audiencia mucho mayor y la capacidad de atraer a un público más amplio. Milloy y el Heartland Institute originan parte del lenguaje que luego es utilizado por medios de comunicación y por otros actores con cuentas verificadas que pueden convertir algo en una tendencia viral”. King está sorprendida de que hayan llegado hasta el caso de Oxford. Aun así, dice que estos grupos son disciplinados en la búsqueda de temas de actualidad: “Aprovechan la oportunidad… Siempre están buscando puntos de entrada en el ciclo de noticias para transmitir esta visión del mundo y su posición a la audiencia más amplia posible”.
En Reino Unido, lo más parecido al Heartland Institute se llama Global Warming Policy Foundation, un grupo fundado por Nigel Lawson, un lord tory y ministro de Economía de Thatcher, y que hace presión contra la política climática del Gobierno de su propio partido. “Ambas organizaciones juegan un papel central en la creación de una apariencia de credibilidad para el negacionismo climático”, explica King. “Tienen una red de medios muy bien desarrollada dentro del Reino Unido en particular para presentar estas opiniones a una audiencia mayoritaria”, con medios como el Telegraph, el Daily Mail y el canal de streaming GB News. “No es necesario tener una masa crítica de parlamentarios dentro de la Cámara de los Comunes que se oponen a la agenda de cero emisiones. Todo lo que necesitas es una pequeña cohorte de actores que sean muy locuaces y habilidosos para conseguir cobertura de prensa. Así dominarán el ciclo de noticias y crearán la impresión entre el público general de que existe un mayor apoyo a su posición”.
El alcance sorprendente
Tim Schwanen, profesor y director de Estudios del Transporte en la facultad de Geografía y Medioambiente de la Universidad de Oxford, lleva una década estudiando las políticas en el transporte urbano así que el hecho de que haya polémica en la ciudad no le sorprende porque “el aparcamiento” es “una de las patatas calientes que se vuelven rápidamente explosivas a nivel local”.
“Lo que me ha sorprendido es la tracción más amplia que ha tenido el caso de Oxford más allá del contexto local con grupos de extrema derecha”, dice Schwanen a elDiario.es. “Se han involucrado una gran cantidad de movimientos de derecha en Estados Unidos, donde la gente habla y comparte información errónea sobre lo que está sucediendo en Oxford”.
El profesor ha asistido como experto independiente a un par de sesiones informativas organizadas por el condado y también ha sido testigo de gritos entre el público, aunque dice que él no ha recibido amenazas como los funcionarios y concejales, que han reportado a la policía de los ataques “más extremos”.
En realidad, todo empezó con una idea del Gobierno de Boris Johnson, que aprobó ayudas para la transición verde al principio de la pandemia. Oxford se decidió a probar limitaciones al tráfico en algunas calles animada por la disponibilidad de dinero público. El profesor Schwanen cuenta que ayuntamientos por todo el país se apresuraron para aprovechar los fondos disponibles en 2020 y 2021 después de una década de recortes del Gobierno tory, y también que esa financiación fue una excepción que no ha resuelto la escasez. “Apenas hay dinero para hacer algo más que lo mínimo en términos de mantenimiento de carreteras y algunas intervenciones básicas en el transporte”, dice.
La congestión es el foco más inmediato de Oxford. “El aforo de las calles simplemente no puede con el tráfico actual”, explica el profesor, que subraya el problema físico más allá de las emisiones contaminantes mientras el coche familiar típico es 40 centímetros más ancho que en 1980 para calles que son las mismas. “Incluso si todos los autos se convirtieran en eléctricos de la noche a la mañana y los problemas de C02 causados por el tráfico desaparecieran en gran medida, todos los demás problemas permanecerían. La ciudad estaría tan congestionada como ahora. La seguridad vial, especialmente para peatones y ciclistas, no mejoraría”, dice el profesor.
Pero Schwanen también comenta que los comerciantes tienen razón en que el ayuntamiento y el condado no han hecho suficiente esfuerzo por escuchar sus quejas o explicar los incentivos. “Si solo se reduce el uso del automóvil sin brindar a las personas alternativas adecuadas para viajar, se les hace la vida más difícil a los empresarios”, dice. También señala que por la experiencia de otras ciudades los comercios suelen sobreestimar los impactos negativos de estas medidas y después “nueve de cada diez” están contentos con cambios que traen más clientes cuando las calles son más agradables.
Las quejas más razonadas de los comerciantes se han mezclado con los bulos sobre el “confinamiento climático”, que no vienen sólo de lejanos activistas, sino también de negacionistas locales como Piers Corbyn, meteorólogo de 75 años, hermano del ex líder laborista Jeremy Corbyn y organizador de protestas contra las restricciones por la pandemia y contra las vacunas.
El caso de Corbyn no es una excepción, ya que muchos antivacunas se han pasado ahora a la lucha contra las políticas climáticas. King, la experta en bulos, achaca el crecimiento de estos grupos a la pandemia: “Tuvo el efecto de impulsar un ecosistema de desinformación ya bien desarrollado. La desinformación prospera en momentos de crisis pública. Y la pandemia ha tenido profundos efectos colaterales, no solo la recesión económica, sino también cambios en la fuerza laboral, la salud, las relaciones de las personas... Actuó como un crisol que provocó una serie de daños online, como la desinformación y la radicalización de personas que creen en teorías de conspiración”.
La reunión más loca
Piers Corbyn fue uno de los oradores en el pleno del Ayuntamiento que aprobó el pasado noviembre el plan tras agitadas sesiones a menudo interrumpidas por gritos de los asistentes y peleas por la palabra.
Zuhura Plummer, una diseñadora gráfica que vive en Oxford y es ahora directora de campañas de Oxfordshire Liveable Streets, una organización que defiende espacios públicos con menos coches, recuerda una de esas reuniones que la dejó sorprendida en una ciudad donde verdes y laboristas ganan elecciones de manera holgada y no hay ni un solo concejal conservador. “Pensé que llegaría y me encontraría con personas pidiendo que hubiera más límites de tráfico y más espacios para ciclistas. Y en cambio estaba lleno de personas en contra”, cuenta a elDiario.es. “Fue la reunión pública más loca en la que he estado. La gente gritaba y gritaba, se quitaba el micrófono y chillaba a los concejales, que tuvieron que salir escoltados por la parte de atrás”. Algunos de los asistentes repetían mensajes sobre la distopía, el totalitarismo y el globalismo que se encuentran en redes.
“Toda esta teoría de la conspiración para mí demuestra claramente que los ayuntamientos tienen que cambiar la forma en que se comunican. Cuando hay un vacío de información o las personas escuchan fragmentos de cosas y no escuchan todo o no lo entienden, eso da mucho espacio para que crezcan las mentiras y la conspiración. Y una vez que se circulan esas mentiras y conspiraciones, es muy difícil revertirlas”, dice Plummer.
Después de las amenazas de muerte contra los concejales, la campaña de bulos que ha llegado hasta Australia y el incendio de bolardos como protesta, el condado de Oxfordshire ha publicado una guía a modo de pregunta y respuesta y un vídeo explicativo centrados en desmentir las falsedades sobre el “confinamiento” de Oxford en “seis distritos”, que fue una descripción que salió publicada en el Sunday Times y se hizo popular porque recordaba a Los juegos del hambre. Pero muchos consideran que ha sido demasiado poco y demasiado tarde.
Quejas de comerciantes
Entre los pequeños comerciantes que han expresado su oposición, está Fraser Lloyd Jones, propietario de Barefoot, una pastelería de asientos de madera, jarrones con tulipanes y mensajes animando a beber agua escritos a mano en las paredes.
“Los filtros crearán caos en la circunvalación y áreas periféricas por lo que el centro de la ciudad se convertirá en una zona ‘prohibida’. Muchos de nuestros clientes viven en Oxford, pero utilizan el coche para recoger tartas”, explica Jones a elDiario.es. Una de sus dos pastelerías está en una calle peatonalizada desde 2021, pero dice que en este caso no ha tenido ningún efecto disuasorio en los visitantes porque no es una arteria esencial y hay sitios cerca para aparcar y recoger las tartas. Jones subraya que está a favor de medidas que promuevan el uso de la bicicleta y el transporte público y sugiere abaratar aparcamientos para que los conductores dejen el coche antes de entrar al centro.
“Las rutas de bici, autobús y peatones tienen que estar funcionando antes de poner en marcha cualquier restricción. Simplemente cerrar calles no funciona”, dice Jones. También asegura que recela de “vías militantes” como los panfletos de la cobaya y prefiere “argumentos inteligentes”.
Bolardos en llamas
En el plan de Oxford, no hay barreras físicas, pero, ya que uno de los bulos dice que los habrá, una de las maneras de protesta se ha centrado en quemar bolardos o en robarlos de las calles donde sí los hay.
El incendio de bolardos ha ocurrido en Cowley Road, un barrio muy poblado de pisos de estudiantes, destino de inmigrantes en el siglo pasado y donde está la mezquita más grande de Oxford, que se ha quejado de no haber sido consultada lo suficiente sobre los planes que pueden afectar a sus visitantes.
Los incidentes en callecitas con restricciones de tráfico se repiten. Hace unos días un grupo de madres denunció el robo de un bolardo de plástico por parte de un hombre en una furgoneta mientras los escolares salían del colegio.
Justo al comienzo de Cowley, se encuentra una pancarta gigante en el edificio del restaurante CoCo que tiene una terraza en una calle peatonal y cuyo dueño protesta contra las futuras restricciones, que define como “el último clavo en el ataúd” del barrio. Clinton Pugh, que tiene tres restaurantes en la calle, dice que su negocio está en crisis y que ha tenido que pedirle dinero a su hija, la actriz Florence Pugh (estrella de Mujercitas). Según él, si hay límites a los coches llegarán menos clientes.
Dos de los principales empleadores de la ciudad, la Universidad de Oxford y la empresa de autobuses Oxford Bus Company, han apoyado el plan. Pero algunos empresarios prominentes están haciendo campaña en contra.
Jeremy Mogford, dueño de dos hoteles de cinco estrellas y tres restaurantes, está recaudando dinero para ir a los tribunales. La cuenta en uno de sus restaurantes llega con una cartulina que invita a donar para la causa contra las limitaciones de tráfico, que Mogford ha comparado con el muro de Berlín.
En un comunicado de noviembre aseguró que apoya medidas de reducción de emisiones y el transporte público, pero pide más tiempo y ayudas. Se queja por ejemplo de que los turistas que se alojen en su hotel en el centro de Oxford y lleguen en coche desde el aeropuerto de Heathrow (que está a hora y media por carretera y conectado a la ciudad por tren y bus) tendrán que tomar una ruta alternativa que, según él, añadirá tráfico a otra calle ya congestionada. Mogford no contestó a las preguntas de elDiario.es.
Zuhura Plummer, la activista de Oxfordshire Livable Streets, dice que Mogford está más callado desde el reparto de panfletos y la campaña transnacional de grupos de extrema derecha y antivacunas. “Creo que no quiere estar asociado con este tipo de personas. También puede haber un elemento de clase… Es un problema para un negocio bien establecido”, dice.
Uno de los efectos de la campaña más agresiva es que vecinos que no tenían una opinión sobre el asunto o políticos laboristas que defendían el uso del coche se han decidido a apoyar las restricciones porque no quieren estar asociados con los más extremistas. “Se ha convertido en una cosa de identidad. En plan, ‘si todas estas personas horribles están en contra de los filtros de tráfico, entonces yo estoy a favor’”, dice Plummer.
Entretanto, cuenta que su organización ha recibido más dinero también de grandes donantes: “Se han dado cuenta de lo que hay en todo esto de negación del cambio climático, y han visto a Oxford como un lugar en la primera línea de batalla”.
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