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La China de Xi pasa de la fascinación por el ocio extranjero al consumo de producción local

Los carteles con los últimos títulos en la entrada en un cine en Pekín, en diciembre de 2021.

Guillermo Bravo

Pekín —

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“Me acuerdo la primera vez que entré en un negocio y vi la foto de un chico rubio hermosísimo en una revista. La compré y me enteré de que era Kurt Cobain, y desde entonces me hice fan de Nirvana”, cuenta Lu Nan, una editora pequinesa que creció en los años en que su país se abría al mundo económica y culturalmente bajo el mando de Deng Xiaoping. Lu Nan también recuerda con emoción el día que fue a comer por primera vez a un restaurante extranjero. Era un McDonald's que acababa de abrir en una esquina del barrio de Dongsi, en la capital china. Tuvo que esperar en una cola durante dos horas porque la gente se agolpaba para probar por primera vez una hamburguesa.

He Miao, una escultora de 37 años, recuerda cómo una compañera de colegio le recomendó una serie estadounidense y cómo desde entonces gastó las noches de su adolescencia viendo Friends. Los recuerdos de He y Lu son el resultado de la apertura que China vivió en los años ochenta y noventa, y que fue no solo comercial sino también cultural. Un proceso que se fue intensificando hasta que se paró.

Con la llegada al poder del actual presidente Xi Jinping, el consumo de entretenimiento y ocio abandonó la fascinación por lo que venía del extranjero y se centró en la producción local. Los chinos que crecieron en los 80 en las grandes ciudades lo hicieron mirando Friends y escuchando Nirvana, entre otros productos culturales extranjeros (principalmente estadounidenses, pero también japoneses y coreanos); los jóvenes de hoy escuchan el grupo de música pop chino 气运联盟, La liga del aire, o ven en la tele el concurso de canto 0713 再就业男团, El empleo de los chicos.

Xiao Xiao es una estudiante shanghainesa de 22 años que cursa la carrera de abogacía. Si bien en su teléfono desfilan de vez en cuando algunas de las canciones que tienen más escuchas en el mundo occidental, la mayor parte del tiempo su pantalla muestra grupos de pop en su propio idioma.

Ni siquiera tiene VPN, una herramienta sin la cual internet en China se vuelve un sistema cerrado y paralelo a la red occidental. En China, sin un sistema proxy no se puede acceder a Youtube, Google, Instagram o Facebook. Descargarlo es relativamente sencillo y barato. Pero si Xiao Xiao no lo ha hecho es porque, sencillamente, no lo necesita. A diferencia de lo que le pasaba a Lu Nan o a He Miao, siente que el sistema cultural de su país le da todo lo que necesita.

Inversión masiva en producciones locales

Un primer motivo para este cambio es obvio: hubo un periodo en que China tenía relativamente pocas realizaciones propias en cuanto a productos televisivos o de música popular. Ahora, las producciones chinas generan millones de dólares.

Las inversiones son más masivas en la industria cinematográfica que, aunque no sin sus restricciones, ha experimentado un rápido crecimiento desde que el país relajó sus regulaciones a partir de 2001. En términos de demanda del mercado, el volumen de venta de entradas había estado creciendo constantemente antes de 2020, pero la tendencia se revirtió desde la pandemia. Las estrictas medidas aplicadas durante la política de “COVID cero” hicieron que creciera exponencialmente el uso de plataformas streaming. En 2022 aparecieron 127 nuevas pequeñas productoras de este tipo de contenido. Además de cine, se producen nuevos programas de televisión, realities, cortometrajes…

No solamente se consumen más producciones locales, también la temática ha ido virando hacia un color más interno. La primera y la segunda parte de La batalla en el lago Changjin —película encargada por el Departamento de Publicidad del Partido Comunista Chino que habla del enfrentamiento de los Voluntarios Populares chinos contra las fuerzas de las Naciones Unidas— fue la más vista en el 2021 y el 2022 en el país y recaudó casi 5.800 millones de yuanes en ingresos en 2021.

También la industria de la música ha crecido rápidamente hasta convertirse en una de las más grandes del mundo durante la última década. Desde que entró en el top 10 de la clasificación mundial de mercados musicales de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) en 2017, ha subido al séptimo lugar, justo detrás de Corea del Sur. En términos de ingresos por música digital, China ocupó el segundo lugar después de Estados Unidos con 2.000 millones de dólares en ventas el año pasado, y se espera que esa cifra supere los 3.000 millones de dólares para 2024.

Mensajes de rechazo hacia lo extranjero

El aumento de consumo de productos nacionales no se debe solo al crecimiento de la capacidad de producción interna. También hay cada vez un sentimiento de hostilidad más fuerte hacia lo de fuera, en el marco de la guerra comercial con Estados Unidos. Cada vez se ven más mensajes de rechazo hacia lo extranjero en los medios oficiales y al mismo tiempo más artículos exaltando el nacionalismo local.

Y el consumo de contenidos producidos en China ha ido paralelamente aumentando en el resto del mundo, si bien se trata de un crecimiento lento. Pero, aunque esté lejos de ser masivo en los países occidentales, se ven algunas señales. La editorial Peoples Literature —una de las más grandes del país— pasó de vender 12 derechos de autores chinos de su catálogo en 2001 a 187 en 2021. La cadena oficial CGTV ha comenzado a distribuirse en muchos más países con un marcado crecimiento especialmente en Latinoamérica y África.

La dura política de “cero COVID” adoptada por Pekín durante la pandemia ha alentado esta tendencia cultural. Pero la reapertura, decidida tras las masivas manifestaciones de protesta contra las fuertes medidas restrictivas, podría marcar un primer cambio de rumbo. 

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