Cinco razones que explican por qué no suben las muertes asociadas a la COVID-19 en el mundo si los casos se han disparado

La pandemia de coronavirus continúa avanzando con más fuerza que nunca: estamos en los peores registros de casos desde que el virus escapó de China. El pasado 29 de julio se alcanzó el récord histórico de casos de COVID-19 confirmado en un solo día, según los datos de la Universidad Johns Hopkins analizados por elDiario.es. 293.000 casos reportados por todos los países del mundo. El triple que los peores días de la primera ola de coronavirus en los meses de marzo y abril, cuando no se registraron más de 100.000 casos en un solo día.

Pero las muertes con COVID-19 apenas han subido en el último mes. Los fallecidos diarios siguen en niveles por debajo del pico de mortalidad de mediados de abril, cuando el virus asoló la mayoría de países europeos. Desde entonces, los casos se han triplicado por la expansión de la COVID-19 en Estados Unidos, América Latina y Asia.

El siguiente mapa muestra, para cada país del mundo, la letalidad del virus (número de fallecidos por cada caso confirmado), el número total de muertes con COVID-19 y la tasa de fallecidos por cada millón de habitantes. Hasta la fecha, ninguna región ha igualado las cifras de mortalidad del coronavirus en Europa:

Te explicamos, con datos, cuatro posibles razones que explican esta brecha entre el crecimiento descontrolado de los contagios y el aplanamiento de la curva de muertes en todo el mundo. Las cuatro explicaciones son complementarias entre sí: para algunas regiones y países, la razón de que las muertes no hayan subido al mismo nivel que los casos puede deberse a más de una causa.

1) La demografía: el virus ataca con más violencia a las poblaciones envejecidas

Europa es el continente más envejecido del mundo con una mediana de 43 años, según los datos del población de las Naciones Unidas. En Estados Unidos baja hasta los 38 años y se reduce hasta los 31 y 32 en Latinoamérica y Asia, respectivamente. ¿Por qué la edad puede afectar a la mortalidad asociada al coronavirus? Lo explicamos analizando los últimos datos disponibles de casos confirmados y muertes con COVID-19 en 12 países de Europa, Asia y América, recopilados de las páginas oficiales de cada país por elDiario.es.

Los datos analizados muestran como la edad de las personas contagiadas es clave para precisar la letalidad del virus, como demuestran algunos estudios. Por ejemplo, una investigación del Leverhulme Centre for Demographic Science en Inglaterra analiza el efecto de la estructura por edad de la población en la transmisión y letalidad del virus en varios países.

“La concentración del riesgo de mortalidad en las personas de más edad se mantiene como una de las mejores herramientas para predecir la carga de casos críticos”, concluye el estudio, que también pone el foco en el modelo social en Italia. “Muchos italianos prefieren vivir cerca de su familia y desplazarse diariamente al trabajo”.

No son los únicos: un estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicine atribuye el 66% de las diferencias de letalidad entre países a la distribución de los casos confirmados por edad. Precisamente, tal y como indican los datos de más de una decena de países, las personas de más de 60 años son las más vulnerables al virus.

Pero no es el único factor: la presencia de enfermedades previas o malas condiciones de salud también afectan a la letalidad del virus. Los últimos datos del Instituto Carlos III reflejan que la presencia de enfermedades cardiovasculares y respiratorias son un factor de riesgo para los pacientes de COVID-19.

2) El retraso entre el momento del contagio y la muerte

Los efectos del COVID-19 en la salud no son inmediatos. Primero, existe un retraso entre que un paciente se contagia de coronavirus y desarrolla síntomas. También, pasan algunos días entre los primeros síntomas, que la situación se agrave y que haya que hospitalizar al paciente. Además, el fallecimiento puede llegar más tarde, después de varios días hospitalizados o incluso que haya que ingresar antes en la UCI. Por último, existe también un retraso entre que una persona muere y esa muerte es notificada por la autoridad sanitaria de cada país.

Según los datos de más de 150.000 casos confirmados en España hasta el 10 de mayo, las muertes se sucedieron durante la primera ola del virus entre el día 12 y 23 desde el momento del contagio y en los días 7 y 18 desde el inicio de síntomas. El siguiente esquema muestra las distintas fases entre que un paciente se contagia y termina falleciendo:

Este retraso no es un fenómeno único en España. En prácticamente todos los países del mundo las muertes tardan cada vez más en llegar desde que empiezan a subir los casos. En Rusia, uno de países con más casos que vio como el virus se expandió más tarde que el resto de países europeos, el pico de la curva de casos llegó dos semanas antes que el pico de la de fallecidos. Está pasando ahora en Sudáfrica, que ha alcanzado su pico de muertes varios días después del aumento de los contagios.

Además, ahora mismo la diferencia entre la fecha de contagio y la detección del caso es menor que la que existía en Europa a finales de marzo y principios de abril. Por ejemplo, en Reino Unido e Italia apenas existe diferencia entre las curvas de casos y muertes por la falta de pruebas en el inicio de la epidemia y la poca preparación de las administraciones para detectar a las personas infectadas. Por el contrario, Alemania, que detectó de manera precoz la mayoría de sus casos gracias a sus políticas de pruebas y rastreo, el pico de mortalidad llegó dos semanas después que el de casos.

La brecha entre el momento del contagio y la fecha de defunción explica una parte de por qué las muertes todavía no han subido. Pero no toda: incluso en los países que están subiendo las muertes, lo están haciendo con menor velocidad que los casos. En Estados Unidos, por ejemplo, los nuevos fallecidos están empezando a subir en los estados más afectados por esta segunda ola aunque todavía siguen en niveles inferiores a los que se registraron a finales de abril.

3) A más test, detectas más casos leves, presintomáticos y asintomáticos

A finales de junio, en un mitin en la ciudad de Tulsa en Oklahoma, el presidente de los Estados Unidos se expresó así ante sus votantes: “cuando haces más test, vas a encontrar más casos; así que le dije a mis gente que frenaran los test y así tener menos casos”. Aunque es incorrecto decir que el aumento de casos en Estados Unidos se explica solamente por el aumento del número de pruebas realizadas, es verdad que el país norteamericano realiza más pruebas que nunca. Ha pasado de realizar entre 100.000 y 200.000 pruebas diarias en abril a más de 800.000 en la última semana de julio, según los datos de The Covid Tracking Project.

Un aumento del número de pruebas que ha permitido detectar casos con síntomas leves, antes de que desarrollen síntomas o incluso asintomáticos gracias al rastreo de contactos. Esta tendencia no es única de Estados Unidos. También en España lo estamos viendo, uno de cada cuatro es menor de 30 años y más de la mitad son asintomáticos. Un perfil muy distinto al caso que se detectaba en Europa a finales de marzo y principios de abril, cuando la falta de pruebas PCR y los protocolos para reservar pruebas a los casos más graves o con síntomas respiratorios nos daba una foto muy limitada de la epidemia en ese momento. Seguramente, la transmisión del virus en ese periodo es mucho mayor que el que nos dicen los casos detectados por las autoridades sanitarias.

La situación ahora es distinta. Prácticamente todos los países testan mucho y han aumentado su capacidad para hacer pruebas a la población, según los datos recopilados por Our World in Data. El siguiente gráfico muestra el aumento del número de test realizados por habitante en los principales países afectados que publican este dato. Aunque la comparación entre países es problemática ya que algunos países se pueden referir a pruebas realizadas y otros a personas analizadas, la tendencia es clara: cada vez se hacen más test y a una mayor parte de la población.

Del mismo modo que no toda el aumento de casos puede explicarse por el aumento de los test, tampoco los países que más pruebas realizan son los que menor letalidad presentan. Por ejemplo, en México se están haciendo muy pocos test y las muertes asociadas al virus representan casi el 10% de los casos en el país. Es lo que pasa si solo haces pruebas a los casos más graves.

Sin embargo, el número de test realizados no explica por qué Brasil y Estados Unidos (los dos mayores focos en la actualidad) registran la misma tasa de muertes por cada 100 casos confirmados a pesar de que el país brasileño realiza muchas menos pruebas por habitante que la administración norteamericana.

4) Personas que fallecen sin entrar en la estadística oficial de muertes por COVID-19

Paralelamente al aumento de test, también existe otro fenómeno que ha podido reducir la mortalidad de la epidemia en los países que menos pruebas están haciendo: las personas que fallecen sin tener un positivo por COVID-19. Es decir, que en algunos países que hayan empezado tarde a testar, puede existir una infraestimación de las mortalidad asociada al coronavirus porque murieron antes de que les realizaran un test.

Al igual que en España, donde existe una brecha entre las cifras de exceso de mortalidad con la cifra oficial de muertes con COVID-19, en otros países también han visto como sus cifras de muertes respecto a años anteriores ascendían en un número mayor que la cuenta oficial publicada por el Gobierno. La base de datos del New York Times calcula a la fecha una diferencia de 160.000 muertes de más sin cuantificar entre las oficiales con COVID-19.

Sin embargo, entre estas muertes no contabilizadas pueden estar algunas que no sean directamente atribuibles al COVID-19. Por ejemplo, la muertes indirectas pueden haber aumentado durante la saturación del sistema sanitario o el colapso de los hospitales.

Además, no todos los países mantienen registros homogéneos de la mortalidad y pueden existir diferencia notables entre cada Gobierno a la hora de calcular sus excesos de mortalidad. Si una autoridad sanitaria registra sus fallecidos con más retraso que otra, su cifras de muertes no esperadas tardan más ser definitivas.

5) Conocemos más la enfermedad... y la tratamos mejor

A principios de marzo apenas conocíamos nada del coronavirus y la enfermedad que provocaba. Cuatro meses después, sabemos mucho más del virus y de cómo tratar a los enfermos. La supervivencia de los pacientes afectados por la COVID-19 ha ido mejorando progresivamente gracias a mejoras en los protocolos de tratamiento de los pacientes y el uso de algunos fármacos como el remdesivir u otras moléculas virales parar tratar enfermedades infecciosas.

Un análisis de más de 24 estudios de pacientes ingresados por COVID-19 en las unidades de cuidados intensivos de países de Europa, Asia y América señaló que la mortalidad de las personas ingresadas se había reducido entre marzo y mayo. Una caída que los autores relacionan con “el aprendizaje rápido que se ha llevado a cabo a escala mundial debido a la publicación inmediata de los informes clínicos al comienzo de la pandemia” o los cambios en los protocolo para el ingreso en UCI.

Hemos mejorado nuestros tratamientos a base de ensayo y error. Por ejemplo, se han extendido otros tratamientos no farmacológicos para aumentar la supervivencia de los pacientes COVID-19. Tal y como explica Esther Samper para eldiario.es, una medida que se ha popularizado en esta pandemia es la colocación de las personas con dificultad respiratoria intensa y déficit de oxígeno en sangre en la posición de decúbito prono (tumbado boca abajo).

No son los únicos, los profesionales sanitarios y científicos han aprendido a golpe de martillo a cómo tratar a los enfermos de COVID-19 en esta pandemia y, de no ser por ellos, la cifra actual de muertes en todo el mundo sería bastante mayor en la actualidad.