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¿Cómo es el comité ultra del Congreso de EEUU que persigue las universidades por las protestas propalestinas?

Fotografía de archivo de manifestantes pro palestinos reunidos el pasado 30 de abril frente al Hamilton Hall de la Universidad de Columbia en Nueva York.

Antònia Crespí Ferrer

Washington —

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Las acampadas propalestinas no solo se persiguen en los campus a golpe de porra y detenciones. En una sala alejada de las pancartas y las cámaras de los móviles, en el edificio Rayburn de Washington DC, al lado del Capitolio, hace tiempo que un comité del Congreso de EEUU está tras los rectores de las universidades por las protestas estudiantiles contra la guerra de Gaza y el “antisemitismo”. Se trata del Comité de Educación y Trabajo, presidido por la republicana Virginia Foxx (Carolina del Norte). La dimisión en enero de la rectora de Harvard, Claudine Gay, por la gestión de las protestas propalestinas en el campus, lleva su firma.

Ahora Foxx tiene los ojos puestos sobre los rectores de Columbia, Yale, UCLA y Michigan por las acampadas de las últimas semanas. A estos tres últimos se les ha citado a declarar el próximo 23 de mayo. “Se trata de una persecución que no se limita a Columbia ni a la Ivy League [las universidades de élite]. Se trata de un ataque bastante amplio a la independencia y a la libertad de enseñar en las instituciones educativas estadounidenses”, apunta Robert Newton, miembro del comité ejecutivo de la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP), quien durante 30 años trabajó como investigador en Columbia y ahora da clases a tiempo parcial. 

Cuando en 2017 centenares de supremacistas blancos marcharon sobre la Universidad de Virginia y cantaron proclamas abiertamente antisemitas como “los judíos no nos reemplazarán” o “un pueblo, una nación, fin a la inmigración”, la reacción desde las instituciones “no fue igual” a la de ahora con las protestas propalestinas.

“No hubo preocupación por la seguridad de los estudiantes judíos o de los estudiantes en general. La indignación de los conservadores simplemente no estaba allí”, expone Stephanie Hall, directora sénior del área de política educativa del Center for American Progress. En ese momento, Donald Trump era presidente y justificó las manifestaciones de los supremacistas blancos en Charlottesville (Virginia) comparándolas con los movimientos antirracistas.

Foxx también estaba al frente del Comité de Educación en 2017, pero no se convocó ninguna audiencia sobre el episodio de antisemitismo que se vivió en el campus, tal como se puede ver en la página de órgano.

“Lo que vino después es el debate sobre la cultura de la cancelación en los campus. Creo que podemos trazar una línea desde ese momento, hasta los ataques a las políticas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), y ahora parece que los conservadores se están aferrando a las protestas propalestinas para atacar algo vital para la democracia: el sistema de educación superior”, afirma Hall. 

Una visión “negativa” de las universidades

Una encuesta publicada por el Pew Research en 2019 mostraba cómo solo la mitad de los adultos estadounidenses creían que las universidades tenían un efecto positivo en como estaba funcionando el país. Entre el grupo que creían que tenía un efecto negativo, los republicanos lideraban la tendencia: pasó de un 37% en 2015 al 59% en 2019 el número de republicanos que decían que las universidades tenían un efecto negativo en la sociedad estadounidense.

Otro estudio realizado por el Pew Reseach en 2022 también apuntaba que el 76% de los republicanos conservadores consideraban que las universidades afectan negativamente al país. Muchos de los republicanos ven las políticas DEI como políticas “woke” que interfieren en las universidades.

La misma Foxx lo decía así durante una audiencia del comité celebrada el pasado 5 de diciembre: “Durante años, las universidades han avivado las llamas de una ideología que tiene muchos nombres: antirracismo, anticolonialismo, teoría crítica de la raza, DEI, interseccionalidad, y la lista continúa. Este sistema de valores que se enseña en las universidades es absolutamente extraño para el 99% de los estadounidenses”.

El trabajo de los 50 miembros que conforman este comité permanente que depende de la Cámara de los Representantes consiste en supervisar los programas e iniciativas educativas a todos los niveles: desde la escuela primaria hasta la educación superior. Como su nombre indica, también se ocupan de todas las cuestiones que afectan a la normativa laboral. A pesar de que no se trata de un comité político, sí que “hay personas que encuentran victorias políticas a través de su trabajo allí”, expone Hall.

Normalmente, el partido que tiene mayoría en la cámara baja también tiene el control del comité. Actualmente, la mayoría está manos del partido Republicano, por lo que tienen la hegemonía sobre el comité. 

En 2023, Virginia Foxx volvió a asumir la presidencia del comité, el cual ya lideró entre el 2017 y 2019. Foxx, criada en un entorno rural, siempre ha tenido en el punto de mira a las Universidades de la Ivy League, entre las que se encuentran Columbia, Harvard, Yale y la Universidad de Pennsylvania. La congresista ha afirmado públicamente que no le gusta la etiqueta de “élite” y cuestiona que incluso esas universidades se lo merezcan. Foxx también libra su propia batalla contra las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), ya que según ella son “antimeritocráticas”.

Un interrogatorio y dos posibles respuestas: sí o no

Desde que empezó la guerra de Gaza el 7 octubre, bajo la mirada inquisidora de Foxx ya han desfilado los presidentes de distintas universidades. El pasado diciembre, la rectora de Harvard, Claudine Gay; la de Pennsylvania, Elizabeth Magill; y la del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Sally Kornbluth, se presentaron en Washington para dar explicaciones sobre las protestas propalestinas y las acusaciones de “antisemitismo”.

Tras un duro interrogatorio sobre el discurso que había en las universidades, hubo una pregunta, formulada por la republicana Elise Stefanik (Nueva York), que las sentenció: “¿Llamar al genocidio de judíos viola las normas de conducta de la universidad?¿Sí o no?”. A lo que Gay respondió que si el discurso “se convierte en conducta, puede ser acoso”.

Una visión que también compartía Magill. Gay intentó desarrollar su argumento sobre la cuestión, hasta que Stefanik estalló: “No depende del contexto. La respuesta es sí. Y por eso deberías dimitir. Estas respuestas son inaceptables”.

Cuatro días después, Magill dimitió como rectora de la Universidad de Pennsylvania por la presión política, y la campaña de hostigamiento realizada por algunos donantes y exalumnos que también la acusaba de permitir el “antisemitismo” en el campus. Un mes después, en enero, Gay también dimitió: la polémica alrededor de las acusaciones de antisemitismo desenterraron un supuesto caso de plagio, que convirtió la situación en insostenible. La única que sigue en pie a pesar de la tormenta es Kornbluth.

Mano dura para calmar Foxx

La dimisión de ambas rectoras se ha convertido en un aviso para navegantes difícil de ignorar y que amenaza tanto la libertad de cátedra como la libertad de expresión en los campus. La presidenta de Columbia, Nemat Minouche Shafik, tomó nota de ello y cuando declaró ante Foxx el pasado 17 de abril intentó no cometer los mismos “errores” que sus predecesoras. A los dos días de la comparecencia, el 19 de abril, invitó a la policía de Nueva York a desalojar la acampada contra la guerra de Gaza que habían montado los estudiantes en el campus de la universidad.

“Fue una reacción casi de inmediato. Parecía que Shafik tenía la presión de demostrar que estaba reaccionado con mano dura ante las cosas sobre las cuales el Congreso le había mostrado su preocupación. Pero lo corrigió tan exageradamente que, de hecho, potencialmente estaba infringiendo el derecho a la libertad académica y de expresión”, expone Hall, del Center for American Progress.

El mismo patrón también se ha podido ver en la Universidad de California. El 30 de abril, el Comité de Educación anunciaba la citación para el 23 de mayo de su presidente, Michael V. Drake, y tres días después, los antidisturbios aparecían en el campus para arrancar las tiendas de campaña y arrestar a decenas de estudiantes.

A pesar de que el comité no tiene poder para destituir ningún rector, ni de las universidades privadas ni estatales, sí que puede influir en los fondos para la investigación que reciben los centros. Muchas universidades, como Columbia, reciben miles de dólares al año de estos fondos federales. Uno de los motivos por los cuales se puede retirar este financiamiento es si se demuestra que se permiten conductas discriminatorias o racistas en el campus. “La amenaza es esta: los republicanos tienen a toda esta gente en Washington trabajando para poder probar que hay antisemitismo en el campus para así cortar los fondos. Lo que en una universidad como Columbia, donde miles de personas se dedican a la investigación, sería un golpe devastador”, explica Newton.

Para este docente de Columbia, la inclinación de Foxx por señalar las universidades de la Ivy League “tiene un punto político. Los conservadores del Partido Republicano están intentando aumentar su apoyo entre la clase trabajadora al retratar las personas de centro-izquierda y progresistas como un movimiento elitista”.

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