El expresidente de Argentina Mauricio Macri (2015-2019) anunció este domingo a través de un vídeo compartido en Twitter que no se presentará a los comicios presidenciales del próximo octubre, una posibilidad que se barajó en los últimos meses. “Quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección y lo hago convencido de que hay que agrandar el espacio político del cambio que iniciamos y que tenemos que inspirar a los demás con nuestras acciones”, expresó el líder de la coalición conservadora Juntos por el Cambio (JxC).
De esta forma, la postulación presidencial del principal bloque opositor deberá dirimirse en elecciones primarias obligatorias el 13 de agosto entre el alcalde de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, la exministra de Seguridad Patricia Bullrich, y la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal. El que gane de ellos, será el candidato para la primera vuelta del 22 de octubre.
Ya fuera de la competencia, Macri prometió en su mensaje que un eventual próximo presidente de JxC no será una “marioneta”, en alusión a que evitará un conflicto similar al suscitado en el peronista Frente de Todos entre el actual mandatario, Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
Macri ha demostrado durante más de dos décadas una lúcida capacidad de lectura de los escenarios electorales. No por nada, fue el único político en la historia democrática argentina que construyó un partido realmente competitivo, el PRO, para pelear elecciones presidenciales por fuera del peronismo y la UCR, ambas formaciones que han tenido en su historia vertientes de centroizquierda y derecha. Las decisiones de Macri fueron casi siempre meditadas a la hora de construir alianzas, optar por candidaturas y presentarse a las urnas. Manejó los tiempos, cambió el eje, pasó a la ofensiva y se retiró cuando hizo falta.
A seis meses de las primarias, luego de un período de elucubraciones sobre su reelección que el expresidente pareció digitar a piacere desde sus residencias de descanso, dándose la vida de un monarca, Macri despejó algo el complejo panorama electoral argentino. Si Cristina cumple su palabra de diciembre pasado, cuando renunció a participar en los comicios tras recibir la condena a 6 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos (en suspenso hasta que la ratifiquen los tribunales superiores) en una causa por supuesta corrupción, los dos principales protagonistas de la última década de la democracia argentina no ocuparán espacio en las papeletas electorales de este año.
El exmandatario conservador eligió anticipar un mensaje que algunos preveían para las próximas semanas a través de un pulido video, tendiendo un puente —y no es el único— con su archirrival. Aquella sorpresa tuitera de Cristina de proponer la postulación de Alberto Fernández, en mayo de 2019, reconfiguró el mapa político argentino y viabilizó un categórico triunfo electoral del peronismo a los pocos meses. Esta decisión de Macri tiene menos potencia para irradiar sobre el resto del sistema, porque no deja de ser poco sorpresiva. Vacaciones tan largas, imagen negativa persistentemente alta, ausencia de equipos técnicos a su alrededor y desperdigamiento de sus allegados más cercanos hacia otras precandidaturas presidenciales del PRO permitían prever que el empresario y expresidente del club Boca Juniors no sería de la partida. De todas formas, su decisión difundida esta mañana contribuirá a ordenar la interna entre Bulllich, Larreta y Vidal, que no termina de definir los campos y cuyos protagonistas exhiben desconcierto ante la amenaza del ultraderechista Javier Milei.
Una primera lectura evidente del mensaje de Macri: trata de ubicarse por encima de las disputas, se muestra generoso y guía para los liderazgos por venir. Un estadista a destiempo. El gobernante al que la prensa afín creyó ver descender de otra galaxia y comparó con Mandela, terminó su mandato en la Casa Rosada con un mensaje iracundo, abrazándose a una retórica de derecha dura, apoyado por Donald Trump y Jair Bolsonaro, en medio de una debacle socioeconómica. Hoy, sin cargos públicos y con actividad internacional en la Fundación FIFA, Macri busca su revancha. Sosegado, deja claro que el próximo presidente, si es de JxC, no será “una marioneta”. “Nunca más”, repitió, demostrando que esas palabras, utilizadas por el movimiento de derechos humanos, existen en su vocabulario.
El consenso de los encuestadores repetía lo que se respira en la calle. Macri podría ser competitivo para ganar una elección primaria en el bloque conservador, por su capacidad para interpelar a quienes le dieron ni más ni menos que 40% de los votos en 2019, al cabo de un mandato con indicadores muy malos, así como a parte del “voto ira” que se deja seducir por Milei. La supuesta ventaja de Macri sobre sus rivales Larreta, Vidal y Bullrich se diluía de cara a elecciones generales. Si la pelea no se transformaba en una batalla polarizante contra Cristina, la eventual candidatura de un peronista con capacidad de atraer votos del centro podía complicar el retorno del accionista de Socma a la Casa Rosada.
Segundas lecturas invitan a pensar que una inmediata beneficiada del retiro del exmandatario será la exministra Bullrich, dado que una competencia con su exjefe 2015-2019 habría significado una dura disputa por el voto de derecha dura. Las semanas por venir despejarán la duda de si Macri no utilizará el capital político acumulado, que podría acrecentarse con este renunciamiento, para medir sus fuerzas a través de la postulación vicarial de la exgobernadora Vidal o para proyectar a Larreta, un funcionario de perfil burócrata al que el fundador del PRO de alguna manera inventó como político competitivo. Si es el caso, el expresidente cobrará el apoyo al alcalde en nombres, decisiones políticas y resguardos varios.
Tutor
Con su paso al costado, Macri oficializó un papel de tutor del destino de la derecha que venía ejerciendo en los hechos. Sobre su promesa de que el próximo presidente tendrá autonomía, el tiempo dirá.
En la cadena de las buenas decisiones electorales de Macri está el antecedente de dejar pasar la postulación presidencial a principios de siglo, con la crisis terminal de 2001-2002, en el fin de la convertibilidad entre el peso y el dólar, cuando abundaban las aventuras con ansias de ocupar la vacancia del sistema político. El empresario tenía fondos y conocimiento público por su rol como presidente de Boca, pero prefirió esperar hasta apuntar a la Jefatura de Gobierno (alcaldía) de la Ciudad, con un éxito en los votos fulgurante en pocos años. El país viró a la izquierda y la capital argentina, a la derecha.
Pasó una década y Macri volvió a decir que no. Era 2011, Cristina Fernández se reconstruía una vez más. Acaso el empresario habrá visto venir el 54% de los votos de la reelección de la peronista de centroizquierda que barrió con un cardumen de opositores de distinta laya. Así, al entonces alcalde porteño le quedó el campo despejado y el presupuesto de la Ciudad para encarar una carrera presidencial en serio. A los cuatro años, con la errática UCR (centro), los servicios de Cambridge Analytica y el apoyo apenas disimulado del poderoso Grupo Clarín, Macri ganaría las elecciones frente a un kirchnerismo desgastado con la promesa “no vas a perder nada de lo que ya tenés”.
Al expresidente, acaso, no le habrían alcanzado los votos para este turno, pero supo construir durante estos años un logro indudable: hoy el resto de los candidatos de JxC reivindica su figura y transita con mansedumbre el poemario desinhibido de derecha que el expresidente asumió en el tramo final de la campaña de 2019, en otro de sus giros que se demostró eficaz y se vio acompañado de un salto electoral entre las primarias de agosto y las generales de octubre de ese año. Perder aquella reelección por ocho puntos y no por veinte, como parecía que podía ocurrir tras el resultado de las primarias, fue la condición necesaria para evitar la jubilación fulminante a la que se resistió desde entonces.
Dos factores centrales son inescindibles de este Macri que se erige como garante del rumbo de JxC. Hace años que buena parte de los medios, en especial, los que orbitan en los dos principales grupos de comunicación, Clarín y La Nación, se asignaron la tarea de actuar como administradores de las tensiones y los perfiles de la derecha argentina. La desproblematización del macrismo que ofrece el periodismo mainstream constituye un privilegio excepcional para cualquier liderazgo o proyecto político, en especial, el de un expresidente que debe rendir cuentas de su experiencia en la Casa Rosada. La segunda pata del privilegio de la desproblematización está dada por jueces y fiscales del fuero federal que deben investigar a gobernantes nacionales. Los vínculos del macrismo con ese estamento están a la vista, al punto de que algunos de ellos que eligen ir a jugar al fútbol o al paddle a las quintas del expresidente.