Este domingo se celebra la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile. Ha pasado casi un mes desde que el ultraderechista José Antonio Kast, que ganó la contienda, y el izquierdista Gabriel Boric pasaron al balotaje. La disputa se prevé ajustada y el recuento, emocionante. Informando de los resultados en directo estará el periodista de CNN Chile y Chilevisión Daniel Matamala.
Considerado una de las voces del periodismo chileno actual más reputadas, Matamala (Valdivia, Chile, 1978) también ha interpelado a los dos candidatos entrevistas y debates durante toda la campaña. En entrevista telefónica con elDiario.es, analiza el escenario electoral, el desempeño de los dos candidatos en la recta final de la campaña y los desafíos del futuro presidente de Chile.
Se hablado mucho de la relevancia de estas elecciones presidenciales. ¿Se pueden catalogar como las más importantes de los últimos 30 años?
Son las más polarizadas de los últimos 30 años y son en las que hay más en juego porque están en disputa visiones muy distintas de la sociedad. En general, en las últimas tres décadas la política chilena se ha caracterizado por una baja conflictividad y más bien eran los acuerdos y los consensos los que primaban. Las fuerzas tendían hacia el centro, pero estas elecciones –y lo ocurrido en los últimos años– rompen con ese molde.
¿Qué hay en juego con cada uno de los modelos en disputa?
Por parte de la candidatura de José Antonio Kast, hay una promesa de restablecimiento del orden después de años muy agitados en Chile, por el estallido social, la pandemia y un clima de violencia manifestado, fundamentalmente, en La Araucanía [región situada en la zona central de Chile]. Gabriel Boric propone una profundización de los cambios. La dicotomía orden versus cambios es la que está encima de la mesa.
Eso se ve en distintos ámbitos, por ejemplo, en el económico Kast es un ortodoxo neoliberal que cree en bajar impuestos y mayores libertades a las empresas para llegar a un mayor crecimiento. Boric, en cambio, es más parecido al modelo socialdemócrata europeo que cree en un Estado de bienestar, con un rol muy importante del Estado, tanto en la recuperación como en ir generando un modelo productivo distinto al extractivista, que es el que tiene Chile.
En el ámbito cultural también hay diferencias muy claras. Kast fue contrario a despenalizar el aborto en supuestos como el de violación, ha sido contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo, a distribuir la píldora del día después y tiene un discurso muy tradicional en el que, además, reivindica aspectos de la dictadura de Pinochet. Boric, por el contrario, está totalmente a favor de medidas como el aborto libre, el matrimonio igualitario y tiene una matriz cultural de la izquierda progresista nacida de las universidades.
¿Cómo se percibe este ambiente polarizado en las calles??
En las redes sociales hay una polarización tremenda, mucha agresividad, mentiras, amenazas. El ambiente es insufrible estos días. Pero en la vida cotidiana no es tan así. No es un país enfrentado de manera violenta. Ha habido algunas escaramuzas, pero menores. La gente sigue haciendo su vida normal. De hecho, probablemente, el domingo la mitad de la población no va a ir a votar porque no considera que sea tan importante ni tan decisivo lo que va a ocurrir. La polarización se da en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero tampoco hay que exagerarla porque en la calle no se percibe esa sensación de las redes de que todo el mundo está enfrentado.
¿Es una votación entre extremos?
No creo que sean dos ultras los que se están enfrentando y no creo que sean equivalentes. La polarización es asimétrica. Kast y su partido se ubican más a la derecha que Chile Vamos, la coalición de derecha. No hay nada más allá. En cambio, Boric, si bien en su época de juventud fue más radical, ahora es más moderado que el Partido Comunista, que está más a la izquierda. Se presenta como una alternativa socialdemócrata renovada.
Los ejes izquierda-derecha, en Chile, a diferencia de otros países latinoamericanos, siguen muy vigentes, parece.
Sí, Chile todavía tiene una identificación ideológica fuerte, distinto por ejemplo a lo que vemos en Perú, que es más difícil de entender. En Chile, la mayoría de la gente o se identifica de izquierda o de derecha y, si no se identifica expresamente como tal, al final termina votando por esa categoría. Quienes tradicionalmente han votado por la izquierda o el centro-izquierda, van a votar por Boric y quienes lo han hecho por la derecha o el centro-derecha lo harán por Kast. Ese sigue siendo el comportamiento de la mayoría del electorado.
¿Qué ha provocado que las coaliciones más de centro (derecha y centro-izquierda) quedaran al margen del balotaje por primera vez desde el retorno de la democracia en 1991?
Hubo un degaste muy fuerte, especialmente, de la Concertación, que fue la coalición de demócrata-cristianos y socialistas que derrotó a Pinochet y que dominó la política chilena en la mayor parte de los últimos 30 años. Esa coalición se fue desgastando por escándalos de corrupción, por un desgaste propio de estar tanto tiempo en el poder y porque desde la izquierda, los grupos más jóvenes comenzaron a impugnar su legado: que no había hecho lo suficiente, que se había acomodado al modelo que había dejado la dictadura y los escándalos de corrupción fueron tapados con un manto de impunidad. La centro-izquierda perdió incluso la confianza en sí mismo, dejó de defender su propio legado y terminó siendo sobrepasada por la izquierda, una fuerza que aparece como renovadora, más acorde a los tiempos y a los cambios, especialmente después del estallido social de 2019.
En la centro-derecha pasó un fenómeno similar: aparece una fuerza más a la derecha, que es el Partido Republicano (de Kast), que acusa a la centro-derecha tradicional de no defender sus valores. Y, como el actual Gobierno de Sebastián Piñera ha sido muy impopular, buena parte del electorado de derecha termina yéndose hacia el extremo, hacia una oposición de derecha al Gobierno de Piñera. En la primera vuelta vimos cómo los dos candidatos de las coaliciones tradicionales terminaron en cuarto lugar –Sebastián Sichel por la centro-derecha– y quinto lugar –Yasna Provoste, por el centro-izquierda. Ambos se vieron superados desde las orillas por movimientos que los impugnan desde la derecha y la izquierda.
En su última columna titulada "El llamado de la tribu" habla de un cuadro político que considera que ha dividido a los chilenos desde el plebiscito de 1988, cuando se votó la continuidad o no del régimen de Pinochet (1973-1990). ¿Se están repitiendo las lógicas de los primeros años post-dictadura?
Se repite en el sentido electoral, en cuanto a que los chilenos se dividen, a la hora de la verdad, cuando quedan solo dos opciones, en dos tribus: la del “Sí [a la continuidad de Pinochet]” y la del “No”. Y, básicamente, todos aquellos que se consideraban de centro o moderados regresan a su tribu original, vuelven a alinearse con quienes aparecen como representantes de su sector: Boric en el caso del “No” y Kast en el caso del “Sí”. Sin embargo, hay diferencias importantes en cuanto a lo que pasaba en esa época. Cuando se produce el plebiscito de 1988 hubo un gran pedido por la moderación. Luego vino un Gobierno centrista con Patricio Aylwin que llevó a cabo una transición muy pactada y muy negociada entre todos los sectores. Hoy esa moderación no parece tan clara y las alternativas más radicales aparecen más atractivas. Pero Chile sigue dividido, culturalmente, en estos dos grandes grupos.
En la prensa internacional han aparecido comparaciones con el escenario de aquellos tiempos que asocian a Kast con Pinochet y a Boric con Salvador Allende por la admiración que le ha expresado en varias ocasiones. ¿Es una simplificación?
Es una simplificación, aunque es cierto que Kast reivindica a Pinochet: ha dicho que si estuviera vivo votaría por él, defiende con orgullo el legado del régimen militar –no habla de dictadura– y representa un pinochetismo que uno pensaría que a estas alturas ya había desaparecido, porque la derecha se había renovado y era mucho más democrática. Esto es un retroceso a la derecha de 1990, muy cercana al pinochetismo. Por el lado de Boric, hay una vinculación afectiva con el proyecto fracasado de la izquierda de 1970 con Allende. Ambos han tratado de moderar su discurso de cara a la segunda vuelta.
¿En qué sentido?
En el último debate televisivo, Kast destacó como gobierno de los últimos 50 años el de Patricio Aylwin, cuando él fue un férreo opositor. Y Boric, ante la misma pregunta, no nombró a Allende. Nombró primero a Michelle Bachelet (2014-2018), después a Frei Montalva, que fue un presidente demócrata-cristiano y después a Allende. Ambos quieren moverse hacia el centro, pese que la historia de ambos dice otra cosa.
¿Qué puntos fuertes y débiles han tenido ambos en la segunda parte de la campaña?
Kast fue la gran sorpresa, no se esperaba que pudiera tener una votación tan grande. Logró armar un discurso muy claro y hablarle a un electorado de derecha dura que en Chile es un porcentaje importante. Desde ahí creció hacia el centro y se convirtió en el candidato de la derecha con un discurso muy duro y utilizando muchas de las estrategias de Donad Trump y Jair Bolsonaro, como las fake news y la agitación de las redes sociales por parte de sus partidarios. También se muestra como alguien muy sereno, muy seguro de sí mismo.
En los primeros debates tuvo muy buen rendimiento, en los últimos no tanto. Su gran punto débil es que su programa y su discurso son muy radicales y no representan a la mayoría de los chilenos, por eso ha tenido que salir de su programa original, que era de una ideología de ultraderecha. Contenía propuestas como derogar el aborto en caso de violación, eliminar el Ministerio de la Mujer o negar el cambio climático. Todo esto lo mostró como alguien muy ultra, muy extremo, y ha buscado la manera de moderarse. Pero esta imagen de moderación va a contrapelo de lo que él mismo decía hace poco y de lo que su propia gente dice y hace. Ha tenido gente de su partido que han hecho declaraciones aberrantes, como Johannes Kaiser, que dijo que habría que condecorar a violadores de mujeres feas o que las mujeres no deberían tener derecho a voto.
¿Y en el caso de Boric?
También era un candidato totalmente inesperado. Era más bien un candidato simbólico que levantó el Frente Amplio y que, sorpresivamente, ganó una primaria contra el candidato del Partido Comunista. Hace unos meses nadie esperaba que Boric estuviera en posición de ganar la presidencia. Tiene la desventaja de la poca experiencia, tiene problemas en el manejo de cifras y de la economía, y carga con el estigma del anticomunismo, que en Chile es bastante fuerte. El hecho de tener al Partido Comunista como un partido fuerte de la coalición lo complica para tener el voto de partidos moderados. Con el tiempo ha ido creciendo –en el último debate tuvo un desempeño bastante mejor– y a su favor juega que representa la renovación de la política, que no carga con casos de corrupción y que representa el espíritu de cambio que fue tan fuerte en Chile con las protestas.
¿Se puede esperar un aumento de la participación respecto a la primera vuelta, que fue del 47%?
Es difícil decirlo. Creo que será similar a la que hemos visto en las últimas elecciones. Desde que se instaló el voto voluntario, en Chile la participación ha sido bastante estable y no se ha movido más allá de 50%, un poco menos. Uno podría pensar que al tratarse de una elección tan polarizada y con mucho en juego podría ir mucha gente a votar, pero también es cierto que hay mucha gente que se quedó sin candidato tras la primera vuelta. La clave que definirá lo que va a pasar es quienes son los que participan, qué sector es más capaz de movilizar a su gente.
Boric tiene un voto fundamentalmente urbano, sobre todo, en el Gran Santiago, más joven y el voto de las mujeres. Kast, en cambio, tiene un voto más rural, de ciudades pequeñas, de regiones, de personas mayores y de hombres. Los grupos demográficos que se movilicen el domingo es lo que yo creo que va a definir la elección. El escenario está muy dividido y se trata más bien de motivación, de energía y de entusiasmo en la recta final de cada uno de los grupos.
¿Qué desafíos tendrá por delante el futuro presidente y su Gobierno, considerando, por ejemplo, que de las elecciones parlamentarias salió un Congreso muy fragmentado?
Sin duda, será el Gobierno con menos poder porque ninguno de los dos candidatos va a tener mayoría en el Congreso y no podrá cumplir su programa de Gobierno. Pero, además, Chile está en un proceso de transición muy extraño: hay un viejo régimen que está muriendo, pero que todavía existe y un nuevo régimen que está naciendo a través de una nueva Constitución que a mediados del próximo año se va a plebiscitar. El presidente tendrá que enfrentarse a instituciones desgastadas a la vez que debería ser quien presida la creación de las nuevas. Sin embargo, ni siquiera es seguro que el mandato del presidente vaya a ser respetado porque la Convención Constitucional podría decidir, eventualmente, que el mandato fuera más corto. No es probable, pero es posible. Además de eso, sea quien sea quien pierda, probablemente va a hacer una oposición muy dura a quien gane, porque son alternativas muy enfrentadas. Entonces, en cualquiera de los casos, el futuro presidente tendrá una labor muy difícil y tendrá que ir por una agenda bastante mínima, lograr algunos consensos y acuerdos para reformas específicas y, básicamente, darle gobernabilidad del país.