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Los desaparecidos de Maidán

De entre todos los acontecimientos ocurridos en Ucrania desde noviembre, hay uno que no despertado el mismo interés que el cambio de un Gobierno, la pérdida de Crimea o el enfrentamiento de Kiev con Moscú: la desaparición inicial de centenares de personas de las que 71 siguen en paradero desconocido.

El primer recuento de desaparecidos, alimentado por el conflicto en Crimea, fue de 661 personas. En poco tiempo pasó a 250. Y seis meses después se ha quedado en 71, según la contabilidad de SOS Euromaidán. Esta cantidad difiere mucho de la última hecha publica por el Ministerio de Interior, que la cifró en dos personas. SOS Euromaidán, la asociación surgida a raíz de las concentraciones en la plaza de la Independencia de Kiev, no obstante, investiga todavía peticiones de ayuda de ciudadanos que han perdido a alguno de sus familiares o conocidos. La pista de algunas de ellas se perdió en diciembre, pero principalmente a partir de las protestas del 18 de febrero.

¿Por qué aún se desconoce el paradero de todas estas personas? Las teorías sobre estas desapariciones son diversas y la técnica para resolverlas es endeble. Para que alguien desaparezca no tiene más que dejar de emitir señales de vida, algo sencillo en un país de 45,5 millones de personas con gran presencia rural, sin un acceso tan directo como el mundo urbano a las nuevas tecnologías. Por eso, la cifra varía a diario y mantiene un amplio porcentaje de inexactitud. Una de los razonamientos más extendidos dice que muchos de los registrados eran de fuera de Kiev y, sencillamente, se volvieron a sus lugares de residencia sin avisar a nadie. Otra habla de un silencio voluntario, provocado por el trauma que supone asistir a tantos heridos o cadáveres.

Pero también hay decenas de testimonios documentados de torturas, palizas o arrestos de gente que después de un tiempo sin rastro apareció por sorpresa. Y descubrimientos de cadáveres. El primer caso fue el de Yuri Verbitski, sismólogo y activista que fue raptado del hospital donde se estaba recuperando de heridas tras las manifestaciones de febrero y cuyo cadáver fue encontrado cerca del aeropuerto de Kiev unas semanas después.

Dmitro Bulátov, conocido nacionalista, apareció con la cara llena de navajazos y con una oreja cortada. El activista denunció haber sido torturado por un grupo de gente “que hablaba con acento ruso” y de ser acusado de “espía de Estados Unidos”. Apareció despistado en una calle de las afueras de Kiev. El Gobierno de Yanukóvich sugirió que era una invención para ganar popularidad y como “forma de provocación”.

Mijailo Haurylik, de unos 30 años de edad, tras ser encontrado desnudo por la calle, relató cómo había sufrido todo tipo de humillaciones que incluso fueron fotografiadas para “diversión” de sus captores.

Golpeados y humillados

“Toda la gente que fue a la policía fue golpeada y humillada”, cuenta Alexandra Novitchkova, portavoz de SOS Euromaidán, de 35 años. Su listado de declaraciones incluye secuestros y ajustes de cuentas a activistas y manifestantes. Según las versiones que esgrimen tanto esta asociación como Amnistía Internacional, los causantes de estas agresiones pueden ser milicias prorrusas, miembros de Berkut (las fuerzas especiales ucraniananas) o titushkas, milicias alineadas del lado de la policía y conocidas por su comportamiento intimidatorio durante las manifestaciones y sus secuestros, palizas a opositores o incluso por sus “vueltas de reconocimiento” en coche para “ajusticiar” opositores.

“Nos llegan a diario centenares de quejas, pero no tenemos en marcha ninguna línea de investigación porque aún hay muchos frentes abiertos de violaciones de derechos humanos durante las protestas”, indica Tanya Mazur, directora de la oficina de Amnistía Internacional en Ucrania. “Tenemos que centrarnos en ciertas campañas y cerciorarnos bien antes de emprender otras”, reconoce Mazur.

Las desapariciones también son un campo abonado para la rumorología. Una de las historias más macabras habla de un grupo de cerca de 50 activistas que fueron quemados en un edificio ocupado de la plaza de la Independencia que estaba sirviendo de enfermería. Los investigadores lo han desmentido. Otros hablan de cremaciones masivas en hospitales y comisarías, de fosas comunes en cunetas de las ciudades o incluso de lanzamiento de cadáveres al río Dnipro, que divide la capital y atraviesa de norte a sur gran parte del país.

En la mayoría de las acusaciones se habla de palizas en el parque Marinsky de Kiev. En este espacio verde se encuentra el antiguo estadio del principal equipo de la ciudad, el Dinamo de Kiev, y está a unos metros de la plaza de la Independencia, centro neurálgico del Maidán. Desde allí salieron algunos de los disparos de francotiradores que acabaron con la vida de más de 100 personas el 18 de febrero. Se ha llegado a denunciar que en ese parque hay muchos enterrados. “Es poco fiable porque es muy difícil hacer algo así tan cerca de la muchedumbre y con la tierra helada por unas temperaturas de hasta 30 grados bajo cero”, relata Alexandra, portavoz de SOS Euromaidán.

“Aquello era prácticamente una guerra”, apuntó Andriy Babyn, un detenido, al periódico New York Times. “La gente acababa en comisarías u hospitales donde los trabajadores podían ser simpatizantes del Gobierno y cargarlas con los detenidos”. Según la plataforma opositora, se han encontrado manchas de sangre en celdas y en tramos de asfalto: “Aunque sea fácil encontrar muestras en muchos lugares, necesitamos hacer pruebas de ADN para saber dónde estuvo la gente”, anota Alexandra, “y eso es una enorme cantidad de trabajo que dudemos que vaya a llevar a cabo la policía”.

“La gente tiene miedo a presentar denuncias o aún conservan la esperanza de que sus familiares o conocidos aparezcan antes de dirigirse a la policía”, explican desde SOS Euromaidán. “Las probabilidades son muchas: que sigan con vida, que sus cuerpos no se hayan encontrado, secuestros, que haya errores en los nombres y apellidos del registro... ninguna de estas posibilidades se puede desestimar”, afirma Alexandra Novitchkova. “Soy optimista por el número de voluntarios (450) implicados en la búsqueda y porque me imagino que el nuevo Gobierno dará un empujón importante para la resolución de estos casos”. ¿Y los rumores? “No los podemos desmentir, pero tampoco aceptar”.