De la desesperación de Prigozhin al golpe para Putin: así ven cinco voces expertas la rebelión armada de Wagner en Rusia

La enconada disputa entre el líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, y los altos mandos militares de Rusia estalló este sábado en una rebelión armada en la que los mercenarios tomaron un cuartel militar en una ciudad del sur de Rusia y marcharon a través de cientos de kilómetros hacia Moscú, antes de dar media vuelta después de menos de 24 horas, cuando el Kremlin dijo que había llegado al acuerdo de que Prigozhin se irá a Bielorrusia y se retirarían los cargos en su contra.

Tras una jornada marcada por la incertidumbre y la falta de información, varias voces expertas en Rusia han compartido sus primeros análisis en profundidad en redes sociales y otras plataformas, como el pódcast, para arrojar algo de luz sobre los acontecimientos del sábado, el impacto para el presidente Vladímir Putin y las posibles repercusiones, aunque coinciden en que es pronto para predecirlas. En elDiario.es hemos recopilado y reproducido extractos de algunos de ellos:

Tatiana Stanovaya, investigadora del think tank Carnegie Russia Eurasia Center

La rebelión de Prigozhin no fue un intento de hacerse con el poder ni de tomar el Kremlin. Surgió de un sentimiento de desesperación. Prigozhin se vio obligado a abandonar Ucrania y se vio incapaz de mantener a Wagner como antes, mientras la maquinaria estatal se volvía contra él. Para colmo, Putin le ignoraba y apoyaba públicamente a sus adversarios más peligrosos.

El objetivo de Prigozhin era llamar la atención de Putin e imponer un debate sobre las condiciones para preservar sus actividades: un papel definido, seguridad y financiación. No se trataba de exigencias para derrocar al Gobierno, sino de un intento desesperado por salvar la empresa, con la esperanza de que los méritos de Prigozhin para hacerse con Bajmut (¡por eso lo necesitaba!) fueran tenidos en cuenta y las preocupaciones captaran seriamente la atención de Putin. Ahora parece que estos méritos ayudaron a Prigozhin a salir vivo de esta crisis, pero sin futuro político en Rusia –al menos mientras Putin esté en el poder–. 

Prigozhin se vio sorprendido por la reacción de Putin y no estaba preparado para asumir el papel de revolucionario. Tampoco estaba preparado para el hecho de que Wagner estaba a punto de llegar a Moscú, donde le quedaba como única opción “tomar el Kremlin”, una acción que inevitablemente acabaría con él y sus combatientes.

Los miembros de las élites que pudieron se pusieron en contacto con Prigozhin con ofertas de rendición. Esto probablemente contribuyó a su sensación de fatalidad inminente. Sin embargo, no creo que se celebraran negociaciones a alto nivel. Lukashenko presentó a Prigozhin una oferta de retirada respaldada por Putin con la condición de que Prigozhin abandonara Rusia y Wagner se disolviera.

No creo que Prigozhin estuviera en condiciones de plantear exigencias (como la dimisión de Shoigú o Guerásimov, algo que muchos analistas esperan. Si eso ocurre, será por otro motivo). Tras el discurso de Putin en la mañana del 24 de junio, la principal preocupación de Prigozhin era encontrar una salida. La situación le habría llevado a una muerte inevitable en apenas unas horas. Es posible que Putin le haya prometido seguridad a condición de que Prigozhin permanezca tranquilamente en Bielorrusia.

Mantengo mi opinión anterior de que Putin y el Estado han recibido un duro golpe (que tendrá importantes repercusiones para el régimen). Sin embargo, quiero subrayar que la imagen siempre ha sido una preocupación secundaria para Putin. Dejando a un lado la percepción, Putin resolvió objetivamente el problema de Wagner y Prigozhin disolviendo al primero y expulsando al segundo. La situación habría sido mucho peor si hubiera culminado en un caos sangriento en las afueras de Moscú.

Y no, Putin no necesita a Wagner ni a Prigozhin. Puede arreglárselas con sus propias fuerzas. Ahora está sin duda convencido de ello. 

Michael Kofman, director del Programa de Estudios de Rusia del think tank CNA

Prigozhin lanzó un motín que acabó desafiando el poder de Putin y el sistema. No fue un golpe tradicional, pero con el vídeo de Putin y las declaraciones del FSB (Servicio Federal de Seguridad) se convirtió en un desafío que revelaría el grado de fragilidad del régimen. No fue una buena muestra de la capacidad o competencia del Estado ruso para responder a este tipo de desafío.

Hacía tiempo que me preguntaba si Prigozhin entendía algo intuitivamente sobre el sistema, si el régimen era fundamentalmente hueco, los miembros prominentes como Shoigú eran débiles, y Putin podía ser presionado para llegar a acuerdos, etc. o si estaba cometiendo un grave error de cálculo. Mi impresión es que él tenía razón a medias.

Wagner tuvo un éxito inesperado porque se movieron mucho más rápido y de forma más deliberada que las fuerzas rusas, que parecían carecer de órdenes, permitiendo en gran medida que las unidades de Wagner pasaran sin oposición. Para empezar, estaban situados cerca de Rostov. La mayor parte del Ejército ruso está desplegado en Ucrania. Y mientras que los extranjeros consideran a Wagner como una fuerza separada, no fue tratado como tal en Rostov. Esto se puede atribuir a la simpatía o a la estereotipada falta de iniciativa de las fuerzas locales.

Pero Prigozhin también calculó mal en parte porque se trataba de un acto desesperado. Tenía objetivos limitados y no valoró las implicaciones de su motín. Me desconcertaba su teoría de la victoria. ¿Una marcha sobre Moscú para qué? ¿Llamar la atención? ¿Asaltar el Kremlin con un batallón? Yo era escéptico sobre las probabilidades de Wagner porque la mayoría de los golpes fracasan y, para empezar, Rusia no tiene un historial sólido de golpes militares exitosos. Aunque la penetración rápida de Wagner hacia Moscú parecía mucho mejor que los intentos rusos de lograr esto contra Kiev en 2022.

No fue un motín incruento. Las fuerzas de Wagner probablemente hicieron más daño al VKS ruso [fuerzas aeroespaciales] en el último día que gran parte de la ofensiva ucraniana en las últimas semanas en términos de helicópteros de combate y aviones que derribaron. Wagner derribó seis helicópteros y un avión de mando y control Il-18 (Il-22). Supuestamente murieron 13 pilotos en ese único día de acción. No está claro cuántos soldados de Wagner murieron en los ataques.

La inacción de Putin y la lentitud de la respuesta rusa se han convertido en algo típico. A menudo lo he descrito como un maestro de la dilación. El problema con Wagner estaba creciendo, llegaría a un punto de crisis después de la declaración del 10 de junio del Ministerio de Defensa, Putin probablemente fue advertido y no hizo nada. Prigozhin había declarado que Wagner no firmaría contratos con los militares rusos, destinados a neutralizar su autonomía. La teatralidad continuó, pero estaba claro que este enfrentamiento iba a acabar mal. La trayectoria fue una espiral descendente desde sus ultimátums de mayo que desembocó en una crisis.

¿Fue un fallo de la inteligencia rusa? Lo dudo. En Rusia, la incapacidad de los servicios de seguridad para responder adecuadamente, la confusión resultante y la tontería son algo normal. No está claro si Prigozhin contaba con más apoyo. Desde luego, no lo obtuvo de las facciones favorables a la guerra. Los servicios de seguridad y el Ejército tampoco se pusieron de su parte. La apatía no es suficiente. Su actuación no fue en el momento adecuado, dada la situación en el frente.

Aún no conocemos los términos del acuerdo para Wagner. No creo que Wagner fuera más independiente que autónomo. El contexto de su despliegue era importante. Su autonomía terminará en el contexto de esta guerra. En países como Mali la situación podría ser diferente.

Después de Bajmut, los militares dependían mucho menos de Wagner. La gente a menudo confunde a Bajmut con toda la ofensiva invernal rusa, y el papel de Wagner como si fuera omnipresente en el frente. Fue bastante estrecho, y Wagner no se utilizó para la defensa en el sur. Esto es en parte lo que explica que Wagner se encontrara tan cerca de Rostov, reconstituyéndose en campos de entrenamiento y desplegándose en la retaguardia. Sus unidades no fueron retiradas de la línea del frente, por lo que es poco probable que la defensa rusa (especialmente en el sur) sufra inmediatamente por su ausencia.

Wagner podría ser disuelta en su totalidad, o absorbida. El Estado ruso había estado intentando crear organizaciones competidoras y es probable que este proceso se acelere ahora. Esto depende, en parte, de lo que ocurra con los partidarios de Wagner en Moscú. También está la persistente pregunta de si alguien ha visto a Shoigú y Guerásimov, y qué va a pasar con ellos. Como demostró la charla de Prigozhin con [el teniente general] Alekseev en el cuartel general de la SMD, son detestados casi universalmente en el Ejército ruso.

Mi conclusión es que Prigozhin acabó perdiendo. Wagner también perderá. Pero Putin también perdió, y el régimen resultó herido. Queda por ver cuáles serán las repercusiones a largo plazo.

Dara Massicot, investigadora del think tank RAND Corporation

Aunque todo parece tranquilo en Rusia, las cosas no han vuelto a la “normalidad”. Los próximos días o semanas nos dirán más. Hasta entonces, es prudente considerar que “nada es verdad y todo es posible”, incluso las cosas que vemos. (...)

El Kremlin debería estar preocupado por el hecho de que las columnas de Wagner fueran recibidas–al menos sobre el terreno– por varias autoridades y abiertamente por la población de Rostov. Pero eso es apoyo popular pasivo, y nunca se ha visto qué pasaría si hubiera confrontación armada. Viendo la reacción del público a la presencia de Wagner, y los abucheos a la Policía posteriores (en Rostov), creo que hay algo que ha surgido y que merece la pena seguir. No es antibelicismo en sí, pero parece una expresión contra las autoridades.

No me tomo al pie de la letra la declaración de Peskov [el portavoz del Kremlin] sobre las “condiciones negociadas” para Prigozhin. Todo es posible. La insurrección armada no es “agua pasada”. Al menos, no como estaban actuando las autoridades. Todavía no hay mucha claridad.  

En los próximos días/semanas, vale la pena prestar atención a las explicaciones públicas de la Guardia Nacional, la inteligencia, las cadenas de mando militar. También es posible que se produzcan detenciones, o simplemente que no se vuelva a ver a algunas personas. No creo que esto haya terminado. Muchas cosas han cambiado.

Mark Galeotti, director de la consultoría Mayak Intelligence

Esto es el doctor Frankenstein siendo humillado por su propia criatura. Es más, Putin había ignorado y descuidado durante mucho tiempo la creciente crisis entre Prigozhin y el Ministerio de Defensa, que es al menos la causa aparente de todo este embrollo. Y ese es solo su trabajo: resolver estas crisis intraélite que, francamente, están metidas en todo el sistema. Son parte del sistema. Así es como Putin maneja a la élite: divide y vencerás.

Pero la cuestión es que eso solo funciona cuando el jefe está al tanto de todo e interviene antes de que esas rivalidades se conviertan en una amenaza para el sistema. Putin no lo hizo. Prigozhin, en efecto, se salió con la suya. Ahora esperaremos a ver cuánto tiempo se sale con la suya. Sabemos lo que Putin piensa de los traidores y que su opinión es que a los enemigos se les combate. Pero algún día tal vez se pueda llegar a una paz con los traidores. (...)

Básicamente, se trata de una crisis sistémica que ha sido más o menos esquivada pero que ha demostrado realmente lo débil que se ha vuelto el sistema y francamente ha dejado a Putin más débil.

  • Fuente: Pódcast In Moscow’s Shadows 105: Prigozhin’s Mutiny (Mark Galeotti).

Jack Watling, investigador del think tank Royal United Services Institute

Se ha especulado mucho sobre si la “marcha” de Prigozhin resta seguridad a Putin. En cierto sentido, los acontecimientos del fin de semana aumentaron la autoridad de Putin dentro de la élite. Cuando Prigozhin expuso sus demandas de reforma del Ministerio de Defensa y Putin le denunció como traidor, sin concederle nada, Prigozhin y quienes le apoyaban tuvieron que contemplar una lucha real. Todas las facciones podían ver que, en el contexto de una guerra en curso, no podían predecir hacia dónde se inclinaría la lealtad del personal de sus entremezcladas organizaciones. Quienquiera que se moviera primero podría conseguir destruir el Gobierno, pero no podía confiar en sobrevivir, y mucho menos en usurpar la posición de Putin.

En este sentido, el control de Putin sobre la élite es fuerte precisamente porque ninguna facción competidora es lo suficientemente fuerte sin él como para asegurar su propia supervivencia. Del mismo modo, Putin no puede deshacerse sin más a los miembros de su élite, no sea que lleguen a la conclusión de que su permanencia en el poder es más peligrosa para ellos que la posibilidad del abismo que se abre tras él.

Si la marcha reforzó algunas de las razones del control de Putin sobre la élite, no resuelve, sin embargo, el problema fundamental para el Kremlin, que está en el frente en Ucrania. El Kremlin quiere una fuerza ideológicamente motivada, técnicamente competente y políticamente apática, pero lo mejor que puede conseguir con cualquiera de las estructuras que está creando son solo dos de estas tres características. Por tanto, mientras el Ejército ucraniano siga infligiendo grandes pérdidas al ruso, y los rusos luchen por mantener su posición en Ucrania, aumentará el riesgo de desmoralización en el frente.

Es acertado que Putin hiciera referencia a los acontecimientos de 1917 en su denuncia de las acciones de Wagner. Es importante reflexionar hasta qué punto el deterioro del Ejército ruso en 1917 fue testigo de numerosos motines, negociaciones y fragmentación dentro del mando ruso. El colapso de 1917 comenzó en el frente y tardó meses en desarrollarse. Será interesante ver qué demandas surgen de otras partes de las fuerzas rusas en los próximos meses tras el ejemplo de Wagner.