Liberté, égalité et fraternité. Pero, en épocas en donde la libertad es una palabra puesta a prueba, la libertad de las mujeres quedó garantizada en la Constitución de Francia. El aborto legal, seguro y gratuito fue integrado a la carta magna, en el artículo 34, por una abrumadora mayoría: 780 votos a favor, 72 en contra y 50 abstenciones. Pero, además, con una emoción que traspasó los muros legislativos e hizo eco en la manifestación que flameaban las banderas de la Alliance des Femmes pour la Démocratie y encarnaba nuevas luchas (y métodos de lucha) en la piel desnuda de las Femen que enfrentaban a la policía cuerpo —y lo de cuerpo es literal— a cuerpo.
El festejo como un triunfo de la incorporación del aborto como un derecho constitucional —y, por lo tanto, imperecedero, fuera de debates electorales, de campañas de marketing, de crisis económicas, de revanchas machistas o de avances conservadores— tuvo la épica que la política ya no tiene y que mantienen las cantantes de pop y los partidos de fútbol. La demostración de una victoria. La sonrisa que esbozaba Yaël Braun-Pivet, presidenta de la Asamblea Nacional francesa, cuando anunció el resultado de la votación, en principio, con una alegría contenida, apenas una mueca, después con los labios extendidos que ya no podía esconder y, finalmente, como directora de una orquesta que interpretaba un aplauso fervoroso, de pie, con las mujeres erguidas, con los varones que acompañaban respetuosos, con un orgullo vibrante, por lo que la política —todavía— puede ser: deseo, vida, impulso.
Ese aplauso de pie, largo, contundente, ese final de película que termina bien y que, por fin, genera la felicidad que se necesita para creer que el cuerpo no es campo de disputa, sino un lugar ganado en cada célula, en cada orgasmo, en cada lágrima y en cada paso de una lucha colectiva. La victoria, no casualmente, aprobada, antes de los Juegos Olímpicos —que se van a celebrar en París, del 26 de julio al 11 de agosto—, en el que la mascota Phryges (roja, alegre, curva) se compara con la forma de clítoris, donde el cuerpo femenino puede sentir placer no productivo: no para gestar, sino para disfrutar. Por eso, no es solo una ley que llega a la Constitución. Es un paso que transforma a la política, la cultura, la calle y el deporte en una cancha en donde solo se puede avanzar, pero no mirar atrás. Y mirando hacia adelante, el presidente francés, Emmanuel Macron, abogó este viernes por incluir el aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.
En la aprobación de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), con jerarquía constitucional, varias diputadas (como Mathilde Panot vestida íntegramente de verde y con el pañuelo en su muñeca en homenaje a las feministas argentinas) —y muchas más manifestantes— asistieron con el símbolo emblemático de la marea verde de América Latina. El icono tiene origen en Argentina, en donde se toma el modelo del pañuelo, de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo (que se reconocían para buscar a sus hijos e hijas secuestrados durante la dictadura militar de 1976 a 1983) con un pañal (de tela) blanca en la cabeza. En el Encuentro de Mujeres de Rosario, del 2003, se elige un pañuelo verde como símbolo de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. La marea verde latinoamericana lo tomó como un símbolo —el mayor ícono político mundial del Siglo XXI— y se usa para pedir justicia para Beatriz (fallecida en El Salvador), para festejar la despenalización del aborto por la tarea de Causa Justa, en Colombia y para protestar por el fallo que dio marcha atrás al acceso al aborto en Estados Unidos.
Lo bueno de las victorias es que lo que parecía un planteamiento inadecuado se convierte en posible. El 4 de marzo se elevó la categoría jurídica de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. El 5 de marzo, el diputado Manuel Bompard pidió que se revise la cláusula sobre objeción de conciencia que permite a médicos/as negarse a practicar un aborto por motivos morales. También en España, Italia y en América Latina la objeción de conciencia se volvió una fórmula encubierta, que permite que, aunque el aborto legal quede escrito, después no haya profesionales que realicen la práctica en el sistema público de salud y sí existan quienes lo acepten de forma privada.
“Las paredes limpias no dicen nada”, es una de las consignas emblemáticas del mayo francés. Las mujeres calladas tampoco. Por eso, la memoria revitaliza el presente. En 1968 surgió, en Francia, el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLF, por las siglas del Mouvement de libération des femmes). La lucha por la anticoncepción gratuita y el aborto tomaron un sentido masivo, político y militante. Los eslóganes que hicieron historia como “nuestro cuerpo nos pertenece” o “un hijo si quiero, cuando quiero”, los crearon ellas. El 5 de abril de 1971 se publicó en Le Nouvel Observateur el Manifiesto de las 343, en el que 343 mujeres se animaban a decir “Yo aborté”, en un texto histórico y fundacional de la narrativa feminista. En junio de 1973, Editions des Femmes, publicó el folleto “La alternativa: liberar nuestros cuerpos o el aborto libre”.
En 1975, Simone Veil (fallecida en 2017), ministra de Sanidad del gobierno conservador de Jacques Chirac, en ese momento acosada e insultada por llevar adelante esta norma, defiende —y logra— la despenalización del aborto en el parlamento. El 6 de octubre de 1979, otra manifestación de 50.000 mujeres pidió la renovación de la ley con la exigencia del aborto libre. “Se ha abolido algo de la esclavitud de la mujer, de la esclavitud a la reproducción que existe desde el génesis”, declaró la pionera del MLF Antoinette Fouque.
La cuarta ola feminista, resurgida con Femen, en Ucrania (en 2008); Ni Una Menos, en Argentina (en 2015); Me Too, en Estados Unidos (2017); Yo te creo Hermana, Cuéntalo y Se Acabó, en España; entre otros movimientos, han renovado y reimpulsado las demandas por más derechos sexuales para las mujeres y los cuerpos gestantes. La declaración de la Alianza de Mujeres para la Democracia —integrado por las pioneras del MLF Sylvina Boissonnas, Catherine Guyot, Élisabeth Nicoli y Christine Villeneuve— subraya: “Consagrar el derecho al aborto en la Constitución es el reconocimiento, al más alto nivel de gobierno, de que se trata efectivamente de una libertad fundamental para las mujeres y es tanto más importante garantizarla cuanto que atravesamos un periodo de contrarrevolución sangrienta y de protesta viril”.
“En una situación tan regresiva, este registro constituye un momento histórico para desarrollar un movimiento de liberación, democratización y secularización que beneficiará a toda la humanidad; servirá de modelo en Europa y en todo el mundo. El movimiento de las mujeres es, en efecto, el único movimiento de civilización capaz de hacer progresar los derechos y libertades democráticos del mañana”, subraya la Alianza de las Mujeres para la Democracia.
En ese sentido, en la Unión Europea se inició una campaña sin precedentes para garantizar el derecho al aborto. La propuesta ciudadana es equivalente a una iniciativa popular y tiene como meta recoger un millón de firmas para garantizar el aborto libre y gratuito a todas las mujeres. La campaña ya comenzó y la recogida de firmas en España, bajo el lema “Mi voz, mi decisión”, va a empezar a fines de marzo. El impulso de la votación en Francia, la sensación de triunfo de una lucha histórica que reconoce el trabajo de las pioneras y, a su vez, moviliza a las jóvenes; la inclusión a las migrantes y la apuesta a blindar derechos para que no puedan ser erosionados, desfinanciados, recortados, complejizados o derogados en escenarios políticos futuros es un objetivo que reúne voluntades, entusiasmos y mística feminista.
En España el documental “No estás sola”, de Almudena Carracedo y Robert Bahar, sobre el caso de La Manada, la violación a una joven que, en ese momento, tenía 18 años, durante los festejos de San Fermín, en Pamplona, el 7 de julio del 2016, muestra el impacto de la movilización feminista en la transformación del discurso social, mediático y judicial. El film está primero en la lista de las películas más vistas de Netflix en España. El #SeAcabó posterior al triunfo en el Mundial de fútbol femenino y los discursos en los Premios Goya, a raíz de las denuncias de violencia machista en el mundo del cine, muestran un país que no baja los brazos.
En un nuevo 8M se vislumbra una sociedad pujante en la que, aunque avancen discursos anti-derechos, se impone la esperanza. Pero que, a la vez, no quiere dejar al futuro librado al azar en un billete de lotería o a una apuesta que se puede perder, sino que necesita tener respaldo. No puede existir una burbuja de derechos que se pueda romper frente a una ola de backlash o retroceso mundial, ni hipotecar el momento de tener sexo a ver si el neofascismo no se ensaña con restringir la circulación de medicación o esconde la anestesia para producir dolor por crueldad y revancha contra las demandas sexuales femeninas.
La idea de la campaña, impulsada por Francia, Eslovenia, Irlanda, Polonia, Finlandia, Croacia, Austria y España, es no quedarse en el arco esperando a ver cómo se organiza la defensa para atajar una posible goleada, sino que toma la delantera y decide hacer el juego bonito del fútbol y del feminismo: ir por más, adelantarse al contraataque y juntarse a decidir que el mundo, todavía, puede ser un poco mejor de lo que fue, en vez de escudarse cuando todo parece ya irremediablemente más triste.