Diario clandestino de una adolescente ucraniana durante la ocupación rusa de Jersón

El 24 de febrero, Veronika necesitaba canalizar el pánico provocado por el inicio de una situación que nunca creyó que viviría: empezaba la guerra. Desde Jersón, quería intentar ordenar los pensamientos arremolinados en su cabeza. Sacarlos para asimilarlos, pero también guardarlos para no olvidarlos y, algún día, contar con detalle cómo vivió los meses de ocupación rusa en Jersón. La adolescente, de 15 años, se puso a escribir. 

El primer día de la invasión, empezó a vomitar sus vivencias y reflexiones en su propio móvil. Tiempo después, cuando las tropas rusas se asentaron en Jersón y los encuentros con sus militares eran más habituales, la adolescente temía que sus críticas a las autoproclamadas autoridades de la región cayesen en manos inadecuadas. Los registros de teléfonos, con los que los soldados rusos buscaban encontrar aliados del Ejército ucraniano, eran frecuentes, relata la adolescente. Para no perderlo, cogió el cuaderno en el que antes de la contienda solía plasmar sus aprendizajes de coreano, una lengua que le apasiona. Esa pequeña libreta de tonos marrones se convirtió en su particular diario de la resistencia.

En la pequeña casa sus abuelos, localizada en una aldea situada entre Mykolaiv y Jersón, Verónika lo posa sobre sus rodillas. Su relato sobre la ocupación se construye a través de sus escritos. Seleccionamos algunos de los extractos, que en conjunto conforman la mirada de una adolescente a los meses de control ruso sobre su ciudad.

24 de febrero

“Primer día. 5 de la mañana. Me despierto porque Tisa [su gato] se durmió encima de la mesa. Cojo al gato y vuelvo a dormir. Luego, mientras lo intento, escucho algo parecido a dos explosiones. Suenan muy bajitas. Pienso que puede ser que haya empezado la guerra, pero tengo mucho sueño, y vuelvo a dormirme.

6 de la mañana. Mi madre sale de la habitación entre gritos: ¡Están bombardeando! Al no entender, voy tras ella y abro Instagram. Veo un mensaje de mi amiga de clase. Entonces lo entiendo: ha empezado. En las casas de enfrente ya hay luces encendidas. Me acerco rápido donde mi madre. Ha empezado la guerra. Hay que recoger documentación y prendas de ropa. Su respuesta: gritos. Es la primera vez en mi vida que escucho una explosión de un cohete. Ha impactado en el aeropuerto de Jersón. 

Tras esta explosión, entro en pánico. Tras esta explosión, mi vida se dividió en dos partes: antes y después. No habrá más noches tranquilas. 

Todos nosotros, aparte de la abuela que estaba en el lado izquierdo del río, deambulamos por la habitación sin saber qué hacer. Recogemos nuestra ropa. Yo llamo a mi amiga para decirle que empezó la guerra. Hay que prepararse para marcharse. Ella no entiende nada. Entro en Instagram y leo un mensaje de mi amiga íntima, Diana. Me manda una foto. Hay humo. Son las explosiones del aeropuerto. El lado izquierdo del río de la región de Jersón ya está ocupado. 

7 de la mañana. Ya estamos vestidos. Quieren ir a algún sitio y no sabemos dónde. Al encender la televisión, escucho las noticias. Siento terror. Dicen que hay que quedarse en casa. Han declarado el estado de guerra. A esta hora, los orcos (como los ucranianos llaman de forma despectiva a los rusos) ya estarán cerca del puente (que conecta una parte del río de la otra). Hay duras batallas. Mi madre y mi padrastro se han ido con prisa a las tiendas. Casi todos los cajeros y tiendas están vacías. La gente acude en pánico a las tiendas y a sacar dinero de los cajeros. Yo en casa intento llamar a mi abuela. No lo consigo. Las explosiones ya no son tan fuertes. Estoy observando noticias de varios canales. Mi madre ha vuelto de la tienda y casi no ha comprado nada. 

Cerca de las 8 de la mañana, se oye una sirena. Mi padrastro va al trabajo para cobrar dinero, pero le dicen que tenía que volver a casa“. 

25 de febrero

“Seis de la mañana. Suena el despertador del abuelo. Ya no duermo. En las últimas 24 horas, he dormido solo dos horas. Llamo a mi abuela. Ella ha escuchado toda la noche cómo han llegado los vehículos rusos y cómo han seguido su camino hacia aquí, hacía Jersón.

Mi abuelo se va al trabajo. En el trayecto ha visto un avión de combate. Yo también he oído el ruido de un avión. Estoy pendiente de las noticias.

Luego, nos fuimos a la compra. En la cola, oímos dos explosiones muy fuertes. Toda la gente empieza a salir de la tienda en estampida. No hay dinero en el cajero. No hemos podido sacar. 

Al entrar en casa, suena la sirena y nosotros nos preparamos para bajar al refugio por primera vez. Me fui a casa de Diana para decirle que ella también viniese con nosotras. He cogido lo que he pillado, muy rápido, sin pensar. También vienen compañeros de clase de Sasha [su hermano, de nueve años] y nos vamos. Al acercarme al refugio, veo muchísima gente en la entrada. Dentro, hay todavía más. Me da mucho miedo“. 

27 de marzo

“Cumpleaños de mi madre. Nos llaman para avisar de que los orcos han entrado en el pueblo [al que ella su familia se fueron pensando que era más seguro, donde vivía su abuela]. Están registrando las casas. Empiezo a temblar. No sabemos qué hacer. Yo borro todas las fotos, incluso las del refugio. No sé dónde esconderme para no verles. Llaman a la puerta. Tengo mucho miedo.

Cuando un orco entra en mi habitación, entro en estado de shock. Me quedo paralizada. Soy incapaz de moverme ni de hablar. Tengo ganas de llorar. Él me dice: “Zdraste” [“hola” en ruso]. Con voz temblorosa respondo: “Dobre dein” [“buenos días” en ucraniano]. Comprueban todas las habitaciones, bolsas, buhardilla, sótano…. Hasta que ellos no salen de casa, no soy capaz de moverme“.  

4 de abril

“Hoy he vuelto a casa (Jersón) Hace un mes que no venía, porque estaba en el pueblo de mi abuela. La echaba de menos, pero no me siento segura. Aquí siento aún más miedo. Todo el tiempo hay explosiones. Los rusos recorren las calles por las carreteras. Andan por las calles, como si estuviesen en Rusia. Ellos se sienten aquí como seres superiores. Por la carretera de la ciudad hemos pasado cuatro check points. Me siento aterrorizada. Agacho la cabeza y bajo la mirada para no ver sus caras. Ellos nos miran como si fuésemos juguetes y nos preguntan en ruso. ”¿Por qué tenéis miedo de nosotros? No tengáis miedo, todo está bien, en serio. Todo bien“. He visto un coche lleno de balas y destrozado por un tanque. Dentro del coche había una niña. Era un coche alcanzado por un tanque. Y otros tres coches más. Y un helicóptero abatido. 

Mi madre me cuenta que una familia que conozco de mi escuela ha intentado huir de la ocupación, pero han disparado contra su coche. Los niños están heridos. Los orcos se han llevado a los niños y nadie sabe dónde están. Su madre ha muerto. Este es el 'tranquilo' mundo ruso“. 

20 de mayo

“Por primera vez, me conecto a mis clases on line. Cómo echaba de menos la escuela. Estaba soñando con el día del final de curso y, al final, estoy en casa y estoy temblando por el rugido de las explosiones”. 

24 de mayo

“Hoy han sobrevolado la ciudad aviones de combate. El ruido es terrorífico. Y más aún si sabes que son rusos. Hoy me he enterado de que los rusos violaron a dos chicas jóvenes y a una niña de seis meses con una cuchara. Cinco fascistas rusos, entraron en una casa donde había dos niños. Han violado a la madre de los niños”. 

15 de junio

“Recibo una llamada a mi nuevo número ruso [los habitantes de Jersón ya no podían mantener sus teléfonos ucranianos]. Me preguntan cómo se vive bajo el mando ruso. También me preguntan a qué iglesia estoy acudiendo. No sé para qué quieren saber esto. Incluso se me escapa la risa al no saber a qué viene la llamada. No es una encuesta. Es de locos. Me preguntan dónde tiene que estar Jersón. Si pertenece a Ucrania o a Rusia. Yo digo que Jersón es Ucrania y que nadie esperaba ni necesitaba a los rusos. La mujer ha dicho que esa no es una respuesta válida. Yo respondo que para nosotros no existe otra opción: Jersón es Ucrania”. 

29 de julio

“Al lado de nosotros hay explosiones muy fuertes. Tiemblan las puertas. Quizá nuestro ejército ha atacado sobre el puente y sobre los orcos. No es la primera vez. Tengo miedo. Se oyen explosiones, pero es normal. Si hay combate, entonces ”los nuestros“ están cerca, y eso es lo principal. En dos meses, he estado en casa solo dos veces”. 

4 de agosto

“Hoy ha venido Kirill Stremusov [el jefe adjunto de la administración militar-civil de Jersón durante la ocupación]. Nos acercamos con algunos amigos para ser testigos de cómo intenta lavarnos el coco con mentiras. Aquí ha venido un soldado de nuestra Crimea, viene para matar a la gente de su propio pueblo. Odio a las personas como él. ”¿Qué ha hecho Ucrania por vosotros?“, nos pregunta. Yo discuto con él. Me dice que Rusia, en ocho años, ha construido muchas carreteras para nosotros en Crimea. Dios mío. ¿En serio? ¿Carreteras? ¿Qué ha hecho Rusia por nosotros? Los rusos nos han quitado el trabajo, los estudios, la casa, han destrozado nuestras vidas… Esto es lo que ha hecho Rusia”. 

12 de agosto

“He venido a casa [después de un tiempo en la vivienda de su abuela en un pueblo de los alrededores], pero mi casa ya no es tan familiar, porque estamos en ocupación. No puedo dormir aquí. No puedo hacer nada. Tengo miedo”.

29 de agosto

“No sé qué hacer. ¿Qué debería hacer con la escuela? No quiero ir a una escuela rusa, pero el Gobierno local nos amenaza. Nos dice que van a retirar la custodia a los padres de los niños que no acudan a la escuela rusa. No sé qué hacer”.

9 de septiembre

“Han disparado sobre el autobús que estaba evacuando a la gente en la ciudad. Dijeron que esto lo hicieron nuestros militares. Han muerto civiles. No sé cuántos exactamente... Conocía al conductor y a una mujer. Los dos han fallecido. Eran de nuestro pueblo. Sobre las otras personas no sé nada”.

11 de noviembre

“He dormido mal. He perdido la cuenta de cuántas veces me despierto por las explosiones. Son muy fuertes. Mi cama tiembla. Hasta se caen los juegos de Sasha [su hermano de nueve años]. A las cinco de la mañana se ha escuchado una explosión muy fuerte. Ha llegado a provocar que se abra la puerta de la despensa. Por eso he tomado una decisión: sellar las ventanas de mi habitación. 

Mientras sello las ventanas, escucho disparos de lanzagranadas.

Horas después, me doy cuenta de lo que pasa. No puede ser. Se ha cumplido. Hemos aguantado. Nos han liberado. No puedo creerlo. Esto ha pasado de forma tan inesperada y silenciosa… Estuvimos con mi hermano en casa de Andrei [un amigo suyo] cuando su abuelo dijo: “Son nuestros” [en referencia a las tropas que se escuchaban aquel día]. Eso me dejó pendiente. Luego, aparece Andrei corriendo y grita que han entrado en el pueblo las fuerzas armadas ucranianas. No soy capaz de creerlo. No sé cómo han podido aparecer aquí.

Empiezo a escuchar cómo se acercan los vehículos militares. Y me voy corriendo a casa. Estoy corriendo con lágrimas en los ojos. No me lo creo. Después, escucho ruidos de los vehículos militares. Salimos y los vemos: “¡Son nuestros! Ellos pasan y yo corro hacia ellos con lágrimas en los ojos. Me cruzo con tres soldados y casi les tiro al suelo de la emoción. Con el cuarto me saco una foto. Voy a casa. Grito, eufórica, que somos libres.

Es el primer día, desde el 24 de febrero, que veo soldados de nuestro Ejército. Nos han liberado. Estamos en casa. Este día lo recordaré para siempre“.