Donald Trump calificó de “gran mentira” el resultado electoral del 2020 cuando perdió contra Joe Biden. La “gran mentira” de Trump se tradujo en un grupo de personas armadas delante de la puerta del centro de recuento de votos del condado de Maricopa, en Arizona, después de que cerraran los puntos de votación. Cuatro años después, el edificio está rodeado por una verja de dos metros de alto y en la entrada hay dos agentes que registran las mochilas después de haber pasado por el detector de metales. Las medidas de seguridad frenan a las personas, pero las teorías conspiranoicas parecen no haberse ido del todo.
El propio equipo de la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, teme que Trump se declare vencedor sin resultado oficial. Según la NBC, responsables de la campaña de Harris aseguran que “esperan plenamente” que Trump declare la victoria antes de que se cuenten todos los votos, y que hay cientos de abogados demócratas en todo el país y en los estados más disputados preparados para luchar contra las maniobras legales del Partido Republicano.
“No descartamos que presenten recursos contra el proceso de voto después de las elecciones”, explicaba a elDiario.es Adrián Borunda, portavoz del Departamento de Elecciones del Condado de Maricopa, durante una visita por las instalaciones. La hipótesis post-elecciones que manejaba Borunda ya es una realidad en Pensilvania: los republicanos han presentado una orden de emergencia ante el Tribunal Supremo estatal que podría dejar miles de votos sin contar en este estado clave, decisivo a la hora de inclinar la balanza electoral.
Después de impugnar miles de votos, Trump publicó este miércoles en su perfil de Truth Social que “Pensilvania está haciendo trampas y siendo descubierta a una escala nunca vista”.
“INFORMAD DE LAS TRAMPAS A LAS AUTORIDADES. La ley debe actuar, AHORA”, decía el republicano. El expresidente asegura que ya hay en marcha una campaña de fraude electoral en un estado donde no se empieza a contar ninguno de los votos (ni los enviados por correo) hasta después de que cierren los colegios electorales el 5 de noviembre.
En el condado de Bucks, en los suburbios de Filadelfia, los republicanos interpusieron una demanda contra las autoridades por “entorpecer” el voto republicano. De los siete swing states, Pensilvania es el que reparte más compromisarios en el Colegio Electoral y se dibuja como uno de los territorios más competitivos para ambos candidatos presidenciales.
Pero eso no significa que otros territorios estén a salvo de las teorías conspiranoicas.
En Maricopa la semana pasada arrestaron a un hombre por prender fuego a un buzón de recogida del voto por correo. Cinco días después, en los estados de Oregón y Washington también se quemaron buzones de recogida del voto por correo. Estos buzones, conocidos como drop boxes, llevan años siendo uno de los focos de las teorías de la conspiración infundadas por la derecha y la órbita trumpista.
En las últimas semanas, el trumpismo también ha estado engrasando la maquinaria de la “gran mentira”. En el mitin de Madison Square del pasado domingo, el periodista Tucker Carlson aseguraba que “va a ser muy difícil para ellos decir que Kamala Harris obtuvo 85 millones de votos y que la primera exfiscal de California [...] con bajo coeficiente intelectual sea elegida presidenta”. Las sospechas sobre el sistema electoral norteamericano han sido una constante en los actos del republicano. Aunque no es el único canal por donde se difunden.
“El 5 de noviembre será el principio del fin”, afirmaba este jueves un Steve Bannon recién salido de la prisión. El ideólogo ultra fue quien susurró al oído de Trump la posibilidad de dar un golpe de efecto el 6 de enero de 2021, y este verano ingresó en prisión por haberse negado a colaborar con el comité legislativo que investiga el asalto al Capitolio. “Posiblemente sea lo que Churchill definió como la batalla de El Alamein”, decía en el vídeo publicado en Instagram. La cita del exprimer ministro británico a la que se refería Bannon es la siguiente: “Antes de El Alamein nunca habíamos tenido una victoria. Después de El Alamein nunca tuvimos una derrota”.
Tierra abonada
Durante estos cuatro años, la órbita trumpista no ha dejado de alimentar la desconfianza en los procesos de votación. La “gran mentira” siempre ha estado ahí, agazapada, a la espera de que Trump dé la orden.
En julio, un delegado de Carolina del Sur que había acudido a la Convención Republicana estaba convencido de la victoria de Trump y aseguraba a elDiario.es que no dejaría que les volvieran a “robar” las elecciones. A principios de mes, los asistentes del mitin de Trump en Butler (Pensilvania) aplaudían el llamamiento de Elon Musk a “proteger el voto”. Era el 5 de octubre, faltaba un mes justo para los comicios, pero Rick Shawn, uno de los asistentes al acto, aseguraba convencido que “Trump perderá porque las elecciones están manipuladas”.
En Tempe (Arizona), el pasado 17 de octubre, Donald Trump Jr., y el influencer MAGA Charlie Kirk especulaban ante un público conformado mayoritariamente por jóvenes de 20 años sobre supuestos hackeos en las máquinas de recuento de votos, sobre inmigrantes indocumentados que se registraban para votar y los planes del deep state para quitar a Trump de en medio. “Las pasadas elecciones nos mintieron, hicieron trampas”, explicaba Karen mientras escuchaba atentamente la charla, “si Trump pierde será porque ha habido fraude”. Un par de filas más atrás, en la sala del hotel Omni donde tenía lugar el acto, Brittany y su marido, repetían consignas similares.
“Nada fue normal en las últimas elecciones. Recuerdo que estábamos viendo las noticias, y era temprano por la noche, y creo que solo habían contado alrededor del 10% de los votos, y de repente anunciaron que Biden había ganado. Y Arizona no había votado por un demócrata en décadas. Así que nada fue normal. Estas elecciones sigo estando muy preocupada por lo que pueda pasar, ya lo oyes, los migrantes registrándose para votar cuando no pueden”, explicaba Brittany, que se había desplazado desde Phoenix para no perderse el acto.
Arizona, zona cero de la conspiración
El coloquio estaba organizado por la plataforma Turning Point Action, uno de los principales altavoces sobre las teorías de fraude electoral del 2020 y que en el estado de Arizona han estado especialmente activos. Arizona, que también es un swing state estas elecciones, se ha convertido en la avanzadilla del negacionismo electoral. El ala trumpista ha tomado el control de Partido Republicano de Arizona y sigue instalado en que se cometió fraude en Maricopa, a pesar de que el supervisor del condado, el republicano Stephen Richer, certificó que el recuento de votos había sido limpio.
Ir en contra del mandato de Trump, a Richer no solo le costó el ostracismo por parte del partido, sino también convertirse en el blanco de amenazas de muerte. Algunas de las cuales han sido instigadas por miembros del partido republicano, como la candidata al senado Kari Lake, contra quien Richer interpuso una demanda judicial por seguir haciendo afirmaciones falsas sobre el recuento de votos en el condado de Maricopa.
En las elecciones de mitad de mandato –mid-term– de 2022, Lake replicó la táctica de Trump: acusó de “robo” el resultado electoral después de perder contra la demócrata Katie Hobbs para el puesto de gobernadora. La republicana sigue sin reconocer la derrota.
El negacionismo electoral no solo ha comportado amenazas de muerte para Richer, sino también se ha traducido en casos de intimidación hacia los trabajadores electorales. “Tenemos diversas personas que han sufrido intimidación y algunas renunciaron al trabajo”, confirmaba el portavoz del Departamento de Elecciones del Condado de Maricopa.
A raíz de las teorías de fraude, no solo se fortificó el edificio de recuento de votos, sino que también se aplicaron políticas de transparencia máxima: cámaras 24 horas donde se puede ver en directo cómo es el proceso de recuento, cables elevados para ver perfectamente donde están conectadas las máquinas de recuento y visitas guiadas al público. Todo con el fin de aplacar la desconfianza hacia el sistema.
“Los de Turning Point Action también vinieron un día a hacer la visita. Tenían muchas preguntas, pero creo que se fueron satisfechos”, explicaba Borunda durante el recorrido por el centro. Después del episodio de violencia que vivieron en Maricopa hace cuatro años, y a raíz de las amenazas e intimidación, los trabajadores electorales no solo reciben formación sobre el proceso electoral, sino también de seguridad. “Se les explica qué hacer en caso de que aparezca una persona enojada el día de votación o qué hacer en caso de problemas”, narraba Borunda.
Un nuevo criterio que también se ha incluido a la hora de decidir donde se habilitaban los puntos de votación de Maricopa es que “sepamos que vamos a poder bloquear el acceso al interior una vez termine la jornada y asegurarnos que nadie puede entrar en el lugar”. Aparte de la valla de dos metros de altura, la noche del 5 de noviembre el centro de recuento de votos de Maricopa contará con el despliegue de un amplio dispositivo policial que contará con la presencia de agentes del FBI e incluso francotiradores.