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Egipto, ante su mayor crisis económica desde la revolución: “Todo el mundo vive al límite”

Una de las principales demandas de los egipcios durante las protestas contra el régimen de Hosni Mubarak, en enero de 2011, era “aysh”, que en árabe significa “vida”, pero en el dialecto local se refiere también al pan. Más de una década después de corear en las calles “pan, libertad y justicia social”, para la mayoría de la población es difícil conseguir ese pan y alcanzar la vida digna a la que aspiraba.

La libra egipcia ha perdido más del 50% de su valor frente al dólar en menos de un año y el pasado 11 de enero alcanzó su valor más bajo hasta el momento: 32 libras por un dólar estadounidense. Esta semana ha remontado ligeramente, pero la gran diferencia en la tasa de cambio afecta a la economía del país, que importa muchas de las materias primas y de los bienes de consumo, incluidos los más básicos, como el trigo para hacer el “aysh”.

De hecho, Egipto es el mayor importador de trigo del mundo y, hasta el estallido de la guerra en Ucrania, el grano procedía mayoritariamente de ese país y de Rusia. El conflicto no solo ha afectado a las importaciones, sino también al turismo, una de las principales fuentes de divisas para el Estado egipcio. Los visitantes rusos y ucranianos, y de otros países como Bielorrusia, no se cuentan tan numerosos en las playas del Mar Rojo desde la invasión.

A finales de 2022, el Gobierno egipcio tuvo que recurrir de nuevo al Fondo Monetario Internacional (FMI) y obtuvo un crédito de 3.000 millones de dólares en 46 meses, para lo que se comprometió a “flexibilizar” la política de cambio. La caída en picado del valor de la libra responde a esa flexibilidad, según los expertos, y los que más lo notan son los egipcios de a pie, que llevan años perdiendo poder adquisitivo. El pasado mes de diciembre, la inflación interanual superó el 21%, su cifra más alta desde 2017, cuando la economía estaba absorbiendo el impacto de la primera gran devaluación de la moneda local pactada con el FMI en 2016.

Los más vulnerables

Una joven madre de un barrio popular del extrarradio de El Cairo relata a elDiario.es que todo está más caro, desde la comida y bebida, hasta los medicamentos. “100 libras ahora son como 10 libras antes”, afirma Hala. “La situación es muy difícil por los gastos. Todo el mundo vive al límite y las pequeñas cosas que antes nos permitíamos se han convertido en grandes lujos”, se lamenta la treintañera, quien ya no lleva a sus dos hijos a jugar el fin de semana para ahorrarse las pocas decenas de libras que cuesta acceder a la mayoría de parques o instalaciones deportivas de la capital.

Lo único a lo que no renuncia es a la educación de los niños, matriculados en un centro privado de los más económicos. “No puedo llevarlos a uno público porque no van a aprender nada. Este colegio es el mejor de los peores, pero al menos reciben una educación básica, es lo que puedo pagar”, admite. Hala es esteticien y su marido peluquero, pero sus ingresos varían y muchas veces no cubren los gastos familiares. “Vivir al día es muy difícil”, concluye.

Este mes de enero, un kilo de pollo ha superado las 70 libras y el precio de los aceites de maíz y girasol se ha disparado, acumulando varias subidas desde 2022. El pan subvencionado por el Estado, al que tienen acceso los egipcios más pobres, cuesta menos de una libra la hogaza (cuyo tamaño y calidad se han ido reduciendo desde hace tiempo); y en el mercado puede costar entre 1 y 6 libras, dependiendo del peso de la hogaza de pan de pita, que los egipcios suelen rellenar con bolitas de falafel o puré de habas para llenarse el estómago por las mañanas.

Años de sufrimiento

Según los datos oficiales, la tasa de pobreza en Egipto se sitúa en torno al 30%, pero esa cifra es anterior a la pandemia. “Probablemente hay muchos más egipcios viviendo en la pobreza ahora”, afirma a elDiario.es Timothy Kaldas, profesor asociado de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). “Los egipcios de a pie van a hacer frente a años de dificultades económicas, no hay ningún mecanismo en manos del Gobierno para evitarlo; lo único que puede hacer es incluir a más personas en los programas de ayuda y distribuir más dinero en efectivo”, dice. El FMI exige a Egipto “ampliar el gasto social para aliviar la pobreza y proteger a los vulnerables”, pero los dos programas de ayudas lanzados tras el acuerdo de 2016 han resultado insuficientes.

Kaldas explica que el principal problema es que un país como Egipto puede tardar “años o décadas” en construir una red asistencial eficaz, por lo que “durante un periodo de tiempo habrá un amplio porcentaje de la población que sufre sin ningún apoyo”. El analista egipcio-estadounidense estima que unos 65 millones de egipcios viven en la pobreza o cerca del umbral, esto es, más de la mitad de unos 104 millones de habitantes. “Existe mucho sufrimiento económico y, si no se alivia en la medida de lo posible, va a afectar al crecimiento porque se reducirá la demanda y esto desalentará las inversiones privadas”, agrega.

El poder económico de los militares

La burocracia, la inseguridad jurídica y el miedo son otros factores que desalientan a los empresarios e inversores, tal y como señala el bloguero The Big Pharaoh (el gran faraón) –que lleva escudándose detrás de ese pseudónimo desde la época de Mubarak para criticar al Gobierno–. “¿Qué pasaría si el régimen ve que mi negocio es rentable y acabo en una celda junto a los dueños de Juhayna?”, se pregunta, en referencia a la mayor empresa de lácteos de Egipto, cuyo CEO lleva encarcelado dos años.

Reducir la intervención de los militares en la economía egipcia es uno de los grandes retos del FMI, que estableció que el Estado debe ceder terreno para “equilibrar” la participación entre el sector público y el privado, y que este último “lidere el crecimiento”. Pero, según Kaldas, los generales “van a hacer todo lo que puedan para evitarlo”. El experto en economía política considera que el FMI “no debería desembolsar los siguientes tramos” del préstamo si no hay progresos en ese sentido: “El FMI puede ejercer mucha influencia y hacer que el Gobierno egipcio rinda cuentas”.

Desde el acuerdo de 2016, los militares han ampliado su imperio económico a través del Estado y de las empresas de su propiedad y no han llevado a cabo “ninguna reforma económica sustancial”, afirma Kaldas. “El último programa elaborado por el FMI aborda por primera vez de verdad las cuestiones estructurales que han fallado en los pasados siete años”, en los que el organismo “no ha sido muy franco en sus evaluaciones”, haciéndole un flaco favor a Egipto.

“La corrupción política del régimen y la colaboración de países poderosos que han ofrecido acceso sin límites a créditos –a través del FMI o bilateralmente– han hecho que Egipto se endeude muchísimo y han causado un gran sufrimiento a la población del país”, denuncia el profesor. Paradójicamente, “para salir de esta situación, Egipto necesita endeudarse más y el sufrimiento para la población va a ser aún peor porque el país está en una situación mucho más precaria que en 2016 [cuando el FMI le concedió 12.000 millones de dólares]”, dice Kaldas. El régimen de Al Sisi “ha socavado deliberadamente la salud financiera del Estado egipcio y el acceso de los ciudadanos a los servicios públicos para enriquecerse y empoderarse”, concluye.