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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Danielle Chesek vive en un barrio residencial de Scranton y, pese a que siempre le ha interesado la política, hasta este año no se había puesto la camiseta de activista para apoyar al demócrata Joe Biden. Su objetivo, además de ayudar a que su candidato se haga con el mandato de Estados Unidos, es demostrar que no todas las mujeres que viven en los llamados suburbios (los barrios residenciales de las afueras de las ciudades) de Pensilvania apoyan a Donald Trump. Su primera iniciativa ha sido organizar una marcha a favor del expresidente de Barack Obama en un parque de la ciudad.

“Encontré otros grupos en las redes sociales y vi que estaban haciendo algo similar y pensé '¿Por qué no hacer una aquí?, para ver si hay interés' y sorprendentemente hay”, relata la veterinaria desde el porche de su casa unas horas antes del evento, que detalla que el grupo de Facebook que ha creado ya supera los 400 miembros. “No creo que todas vengan. Algunas tienen obligaciones y trabajo, pero creo que asistirá bastante gente. Principalmente solo quiero tener un grupo donde podamos desestresarnos, andar, conocer a otra gente, abrir nuestras mentes y apoyar a nuestro candidato presidencial”.

Chesek se dedica al sector educativo de la veterinaria y desde que la pandemia se propagó por Estados Unidos enseña desde casa. Explica que lo que en su país ha pasado en los últimos cuatro años bajo el mandato de Trump, como una mayor división social fruto del racismo o la mala gestión de la COVID-19, le hizo salir de su zona de confort en busca de un “cambio positivo”. Así decidió crear una unión de mujeres pues cree que tienen que ser una “voz fuerte” en estas elecciones.

En 2016, el 50% de las mujeres blancas de Pensilvania votaron por Trump, frente a un 47% que votaron por Hillary Clinton, según una encuesta a pie de urna de la CNN. Trump sabe que se juega las elecciones del 3 de noviembre si no logra suficiente apoyo en este grupo demográfico y esta semana, en un mitin en Pensilvania, se dirigió directamente a ellas e insistió en que sus políticas han ayudado a que no se muden familias de baja renta a sus barrios residenciales.

“A las mujeres de los suburbios les debería gustar más que a nadie... Y así que os puedo pedir un favor, 'Mujeres de los suburbios, ¿os puedo gustar, por favor? He salvado vuestro maldito barrio, ¿ok?”, dijo el presidente.

Un voto decisivo

En Pensilvania, las elecciones pueden depender de los barrios a las afueras como el de Danielle Chesek.

“Veo muchos carteles de apoyo a Biden en las casas de mis vecinos y eso me da esperanza. Incluso algunas personas que apoyaban a Trump hace cuatro años ahora se están preguntando si volver a elegirlo”, comenta mientras mira de reojo a su hijo, quien ha aprovechado que su madre estaba distraída para desenterrar el tallo de un girasol seco y poner tierra por todo el caminito de su entrada.

No obstante, dice que el candidato republicano cuenta con muchos “fanáticos” que van a hacer “lo que sea necesario” para que Trump salga reelegido. “Va a ser una elección muy ajustada”, anticipa Chesek. Algo que no es nuevo en Pensilvania, estado que en las últimas dos décadas ha votado sobre todo a candidatos demócratas para presidente, pero que en las últimas elecciones le dio el triunfo a Trump por menos de 50.000 votos, una victoria ajustada si se tiene en cuenta que votaron más de seis millones de personas en el estado.

De Facebook al parque

Unos cuantos post en el grupo más tarde, la primera marcha de mujeres por Biden empieza en el parque Nay Aug de Scranton. El azul se hace visible en los atuendos de las participantes, todas armadas con zapatillas deportivas y mascarillas.

Una de las últimas en la caminata es Annette Palutis, quien, aunque hace casi siete décadas que puede votar, describe la jornada electoral del 3 de noviembre como la “más importante” de su vida. “Me da miedo que él (Trump) no se vaya si no gana y si gana tengo miedo de que perdamos nuestra democracia”, declara la profesora jubilada que, además, califica a Trump de racista y le culpa de generar un miedo colectivo en torno al sistema de correos de Estados Unidos durante estas elecciones.

 

“Todo es un engaño para él (Trump), esta pandemia es un engaño, 200.000 personas han muerto y él dice que es un engaño. No es un líder, a él solo le importa él mismo”, recalca bajo una mascarilla en la que se puede leer Biden esta activista que manda postales escritas a mano a los demócratas registrados de la zona para recordarles lo esencial que es su voto este año.

A Palutis le “rompió el corazón” que Hillary Clinton no llegara al poder, pues no sabe si vivirá para ver a una presidenta, aunque el mal sabor de boca se le quita cuando piensa que Kamala Harris tal vez haga historia al convertirse en la primera mujer vicepresidenta de la historia de Estados Unidos, algo muy importante para esta sindicalista de Scranton pues en 1984 hizo campaña por Geraldine Ferraro, quien fue la primera mujer nominada a dicho puesto en el partido demócrata.

Bajo una gorra de Biden y con un pin del demócrata en la solapa, Kate Dempsey Jones camina junto a unas amigas en el centro de la marcha, ella también coincide que en su círculo ve mucho más apoyo por Biden. “Desafortunadamente, las mujeres que conozco no estaban tan emocionadas por tener a Hillary como candidata como lo están por Joe Biden”, señala y atribuye la razón a que la ex primera dama no era muy “afable” y no caía tan bien.

Una de las razones por las que la empresaria decidió unirse a esta pionera marcha es para demostrar que Trump no cuenta con todo el apoyo de las mujeres de barrios residenciales. “Según encuestas y estudios, el presidente actual tiene mucho apoyo entre las mujeres que viven en barrios de los suburbios. Creo que es importante mostrar que eso no es el caso ahora”.

La empresaria es consejera delegada de la región de Goodwill Industries. Comenta que en su círculo varias personas le han confesado que votaron por Trump, pero que más de veinte personas ya le han confirmado que no van a votar por él porque les ha decepcionado. No obstante, explica que muchos de ellos no cambiaran su voto al partido demócrata por una razón, el derecho al aborto.

“El otro bando tiende a ser muy provida, pero no les importa mucho qué pasa después de que esos bebés hayan nacido, sobre todo si han nacido en medio de la pobreza. De repente se olvidan de ellos y no les quieren dar apoyo, no quieren ayudar a sus familias para que salgan de la pobreza”, le recrimina a los republicanos esta votante demócrata que se describe como católica.

Barbara Caprio, una funcionaria jubilada, coincide que al ser un área tan católica hay “mucha gente” que solo vota a partidos que se declaran “provida”, aunque los considera una minoría, pues se apoya en que alrededor del 80 % de la población del país está a favor de mantener el derecho al aborto.

Otra de las razones que estas mujeres escuchan entre los votantes republicanos es que el candidato demócrata es demasiado mayor, pese a que Biden, de 77 años, solo tiene tres más que Trump.

“Su madre vivió hasta los 92 años, por lo que no tengo ningún problema con eso, (Biden) está en forma física y mental, tiene experiencia, él conoce tanto las rutas como a la gente a la que se tiene que acercar para que salgan bien las cosas”, argumenta Caprio para quien la marcha fue su primera actividad social desde hace meses debido al confinamiento.

Para ninguna de las asistentes el hecho de que Biden haya nacido en esta ciudad es una razón suficiente para que un votante indeciso o republicano se anime a votar por él.

Tras la foto al final de la vuelta al circuito, Chesek describe como “todo un éxito” el evento, al que calcula que acudieron unas cien personas, pese a que solo se animaron a marchar alrededor del otoñal parque una treintena de mujeres, y anuncia que lo quiere convertir en una cita semanal hasta el 3 de noviembre.