Joe Biden ha ganado las elecciones, pero el mundo sigue hablando de Donald Trump. De si reconoce o no su derrota, de sus batallas judiciales para invalidar los resultados, de cómo será el traspaso de poderes... Y sin embargo, el 20 de enero al mediodía, todo eso se acaba. En ese momento Donald Trump será un ciudadano corriente y Joe Biden será presidente de Estados Unidos. Los demócratas tendrán su día de celebración, pero poco más. Sobre la mesa del nuevo presidente esperan ya cuatro decisiones fundamentales que van a marcar su mandato y que no admiten retraso.
¿Qué hacer con Trump?
Una cosa es que Trump haya perdido y otra que vaya a desaparecer. El antecesor de Biden ha sido una figura tan omnipresente y tan polarizadora durante los últimos cuatro años que va a marcar también el inicio de esta nueva era. Para empezar, el nuevo presidente tendrá que decidir si ignora las más que probables provocaciones de Trump o si le interesa mantener vivo el recuerdo del hombre que, a fin de cuentas, ha provocado más que nadie su llegada a la Casa Blanca. Pero más allá de la estrategia política, hay una cuestión legal.
Según entiende el Departamento de Justicia, un presidente no es inimputable mientras está en el cargo: se le puede hacer un impeachment, es decir, un juicio político, pero nada más: no se le puede llevar ante un tribunal ordinario. La inmunidad de Trump acaba el mismo día en que Biden jure el cargo y, desde ese mismo momento, comenzarán las presiones para que se investigue al expresidente. Muchos reclamarán al Departamento de Justicia de Biden que inste al FBI o a la fiscalía a investigar los presuntos abusos de su antecesor o sus oscuras finanzas personales. Hacerlo tendrá un precio y no hacerlo también.
¿Por dónde empezar?
El período de más actividad eficaz de un presidente suele ser el primer año de mandato, lo que se llama la “luna de miel”. Aún está fresca su victoria electoral, suelen tener niveles altos de popularidad y un Congreso más dispuesto a escuchar. Tras unas elecciones tan particulares y entre acusaciones de fraude, puede que Joe Biden no disfrute de un período de gracia como casi todos sus antecesores, pero de todas formas tiene que elegir cuidadosamente sus objetivos desde el primer minuto.
Biden ha hecho muchas promesas en campaña: ha anunciado un ambicioso paquete de estímulo para salvar los efectos económicos de la pandemia, también una reforma de las leyes de inmigración, la ampliación de los derechos sanitarios, la limitación del acceso a las armas... Con mucha suerte podrá hacer realidad una o dos de estas reformas porque los tiempos legislativos no dan para más, así que tiene que tener claro por dónde empezar.
Trump ha tirado mucho de decretos y esto permitirá a Biden deshacer algunas de sus medidas más impopulares desde el primer minuto de su mandato, pero las reformas de calado exigen legislación y no lo tendrá fácil. Salvo sorpresa en las nuevas elecciones al Senado que se celebran en Georgia en enero para disputar dos escaños, el nuevo presidente se encontrará con un Senado en el que habrá mayoría republicana y sus opciones de sacar adelante grandes iniciativas serán muy limitadas. Por eso tiene que elegir bien dónde tiene sus mayores posibilidades de éxito y esa decisión le creará enemigos.
¿Contentar a la izquierda o acercarse a la derecha?
Hoy los demócratas están muy felices de haber derrotado a Trump, pero es indudable que el ala más izquierdista del partido está más fuerte que nunca y que el centrista Joe Biden no era su candidato soñado. El nuevo presidente se va a ver más pronto que tarde en una situación difícil: con un Senado probablemente en contra, necesitará los votos de los republicanos moderados casi para cualquier cosa, empezando por que confirmen a sus elegidos para formar parte del gobierno. A la vez, también necesitará la complicidad de las estrellas progresistas de su partido como Alexandra Ocasio-Cortez o Bernie Sanders. Todo no se puede tener.
Legislación medioambiental, ampliación del Tribunal Supremo, sanidad pública universal... es extremadamente improbable que Biden pueda sacar adelante muchas de las iniciativas que importan al sector más a a la izquierda de los demócratas, pero la cuestión es: ¿merece la pena embarcarse en una lucha perdedora para mantener la paz dentro del partido? Y más aún: ¿rompería eso cualquier puente con los escasos republicanos moderados que aún existen? Pocos conocen mejor el Senado que Biden, que ocupó un escaño durante 36 años y luego presidió la cámara durante 8 como vicepresidente de EEUU. Habrá que ver qué decide.
El coronavirus: confinamiento o continuidad
Muchos presidentes novatos han recurrido al argumento de la “mala herencia recibida” para justificar sus primeros pasos pero, en el caso de Biden y el coronavirus, no parece muy rebuscado. Pese al optimismo de Trump, que lleva meses declarando que EEUU está “doblando la esquina” de la crisis sanitaria, el país está en récords absolutos de casos y hospitalizaciones desde que comenzó la pandemia. Los contagios están subiendo en 49 de los 50 estados y en algunos, como California, han aumentado más de un 50% durante la pasada semana.
El presidente de EEUU, presente o futuro, no tiene grandes competencias en materia de salud pública pero sí que puede empujar a las autoridades de los estados en uno u otro sentido. Trump rechaza cualquier restricción que tenga un impacto en los negocios, pero gobernadores de diferentes signos políticos las están imponiendo ya. Biden ha dicho que quiere medidas limitadas y evitar en lo posible un confinamiento nacional pero, si el virus sigue desbocado, no le quedará más remedio que decidir si impulsa restricciones más drásticas y asume su impacto económico.
Como Trump se niega a reconocer la victoria de Biden, el próximo presidente va de momento a ciegas en muchos aspectos de la lucha contra la pandemia: no ha sido informado, por ejemplo, del plan de vacunación y cree que “más gente podría morir” si no hay coordinación entre la administración saliente y la entrante. En cualquier caso, a partir del próximo 20 de enero, cualquiera podrá notar el cambio en los mensajes de la Casa Blanca: Trump aún sigue despertando dudas sobre la eficacia de las mascarillas, mientras que Biden reclama que su uso sea obligatorio en todo el país. Trump repite que el gran número de casos se debe solo a que EEUU “hace más test que nadie”, pero Biden quiere que se realicen todavía más pruebas y que sean gratuitas.
Al asumir el cargo en plena emergencia nacional, Joe Biden tendrá que tomar resoluciones muy difíciles nada más llegar al cargo. Tiene poco margen para el error: esas decisiones van a marcar su presidencia y su lugar en la historia.